El arte indígena no se terminó con la conquista. Este suceso no acabó con un gran proceso de tradiciones que empezaron miles de años antes de la llegada de los europeos a América. Han prevalecido durante siglos en ciertas expresiones hasta la actualidad, señaló Pablo Escalante, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Los indígenas, que eran mayoría en la población de la Nueva España, siguieron creando obras. Por ejemplo, en cada convento, ayuntamiento y pueblos indios que ocupan la Nueva España, se utilizaron materiales y técnicas del arte antiguo.
Hay una continuidad en el medio popular. Por ejemplo, en la cerámica, la arquitectura y está ligado al ritual familiar de los pueblos que persisten durante siglos. Desde luego, indicó, las manifestaciones del arte indígena han cambiado mucho, puesto que son históricas y están ligadas a determinadas necesidades de cambios culturales, tecnológicos y políticos.
“Podemos identificar líneas de continuidad, tradiciones simbólicas, algunas preferencias estéticas, materiales, colores, entre otros, y que tienen continuidad a lo largo de los siglos”.
Antecedentes
El arte indígena de México es aquel que empieza con la producción de las primeras culturas de la civilización mesoamericana: los altares de piedra hechos por los Olmecas, esa expresión de los Estados mesoamericanos como el Teotihuacano, cuya ciudad estaba completamente cubierta de pinturas, muchas dedicadas por ejemplo al ritual de la lluvia para el dios Tláloc.
“Es el arte de la parafernalia guerrera, los adornos de los templos, el vestuario de los sacerdotes y de los Tlatoanis, en el momento en que llega la conquista y también es el arte indígena de México, que se hace en cada nueva estructura donde utilizaban técnicas del arte antiguo”.
En el siglo XVI se incluyen las nuevas necesidades y los nuevos fines de la producción artística y se crean obras que representan una mezcla de tradiciones. Se trata de un momento de encuentro y mezcla de tradiciones.
A lo largo de la época colonial, en la vida de las comunidades indígenas, las mujeres siguieron utilizando sus vestidos típicos, como la falda, la faja y el huipil, y los hombres sus mantos.
Muchos ornamentos de pluma que eran importantes en la época prehispánica se usaron en la liturgia católica del siglo XVI y luego siguieron formando parte de la cultura festiva indígena incluso hasta nuestros días.
No hay una ruptura definitiva, pero sí la hay en el gran arte público y del arte de los dioses mesoamericanos. Por ejemplo, ya no se esculpen dioses como Coatlicue, Xipe Tótec, Tezcatlipoca y Chuc, porque eran considerados demonios en la Nueva República. No obstante, la ornamentación, el valor de los objetos, el aprecio por ciertas técnicas y materiales, la combinación de algunos colores, ciertos elementos estéticos no son suprimidos.
Valorar nuestra cultura
Para Pablo Escalante, es fundamental valorar, mirar y disfrutar cualquier producción artística de la época que sea, pero cuando se trata de nuestros antepasados, la gente que vivió antes en nuestra tierra, los ancestros de la población mexicana, es muy importante mirarlos porque se trata del patrimonio en el origen de nuestra historia.
“Por eso debemos valorarlo doblemente y disfrutarlo a nuestra experiencia estética como ciudadanos del siglo XXI, porque también es un componente que nos explica y ayuda a entender las raíces y tradiciones”.
Dentro del orden de las políticas públicas hay que promover caminar entre las ruinas, incluirlas en el espacio público de los pueblos y las ciudades de México. No sólo como lugares protegidos de exploración y observación, sino como parte de nuestro patrimonio, concluyó.
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