Imagen: A Conversation, Vanessa Bell, 1913-1916.
En 1979 se publicó Language and Control, de Roger Fowler, Bob Hodge, Gunter Kress y Tony Trew, un libro muy importante en el estudio de las relaciones entre lengua y sociedad y para el desarrollo de lo que hoy conocemos, en los Estudios del Discurso, como el Análisis Crítico del Discurso.
Hay libros que marcan huella, que indican un nuevo camino, que nos hacen ver cosas que no habíamos advertido, ese es el caso de Language and Control. Entre otras cosas, señaló que el trabajo que se estaba haciendo en el análisis lingüístico y sociolingüístico se delimitaba a la descripción de la lengua y de las variaciones lingüísticas a nivel social, pero que eso no era suficiente, se podía hacer más, se podía ir más allá de la pura descripción de datos.
Las relaciones entre la lengua y la sociedad son más complejas de lo que podamos pensar. Por ejemplo, las diferentes formas en las que hablamos o escribimos dependen de la situación social en la que nos encontramos; no es lo mismo hablar a un amigo que a la policía, no es lo mismo redactar una noticia que escribir un correo electrónico; en cada caso adaptamos nuestro lenguaje, elegimos las palabras para dirigirnos a otras personas.
El hecho de adaptarnos a una situación social y comunicativa implica que, en mayor o menor medida, de manera consciente o inconsciente, aceptamos determinadas reglas o normas que son impuestas por la lengua y la sociedad. En general, esto es así. Sin embargo, Fowler, Hodge, Kress y Trew indicaron la importancia de revelar, en particular, la función que tiene el lenguaje en reproducir el control social.
Es decir, cuando nos dirigimos a un policía usamos palabras como “disculpe, oficial, ¿qué hora tiene?” o “perdone, agente, ¿me da la hora, por favor?”. Hablar así implica aceptar que el policía tiene un poder que nosotros, como simples ciudadanos, no tenemos, y que por eso lo debemos respetar, y el respeto se expresa en las palabras.
Pero no sólo pasa con la policía. Esto mismo ocurre entre padres e hijos, profesores y estudiantes, médicos y pacientes, jefes y trabajadores, periodistas y entrevistados, etc. Los primeros tienen un cierto poder que los segundos no tienen, y esta estructura de poder se expresa en el lenguaje, en las palabras que usamos para dirigirnos a las otras personas.
Así pues, el lenguaje contribuye a la reproducción de formas de poder y por lo tanto al control social: tenemos que respetar el rol que nos toca ejercer en la sociedad. Evidentemente, el respeto es fundamental para relacionarnos con los demás. Sin embargo, muchas veces el poder no quiere ser cuestionado ni tampoco quiere ser revocado.
Como bien sabemos, en muchas ocasiones, las personas que asumen un poder, o toman un poder (incluso con violencia), no sólo quieren respeto, quieren pleitesía, obediencia total, sin cuestionamientos ni quejas. Entonces el control social se convierte en abuso de poder, en desigualdad social.
Y el lenguaje sigue cumpliendo allí una función esencial. Hitler era el “führer” (el líder), Franco era “el generalísimo”. El policía es el “oficial” o “el agente”. Y quien altere o cambie la palabra por rebeldía, desacato o injuria, es amonestado o castigado. El lenguaje es poder. El lenguaje es control social.
En este sentido, los investigadores del lenguaje pueden aportar diversos conocimientos para explicar cuáles son los mecanismos que se usan en la lengua para reproducir el poder y el control social. Eso fue lo que señalaron los autores de Language and Control en 1979.
En esos años -como se anotó antes-, la Lingüística y la Sociolingüística estaban centradas en describir la estructura de la lengua y las variaciones lingüísticas a nivel social, pero no tomaban en cuenta funciones sociales del lenguaje que son fundamentales porque explican no sólo cómo nos comunicamos día a día, sino también cómo nos relacionamos en la vida social.
Debido a lo anterior, y para llenar ese hueco en el estudio de la lengua, Fowler y compañía propusieron crear el término Lingüística Crítica. Un campo de investigación centrada en “the unveiling of lingüistic practices which are instruments in social inequality and the concealment of truth” (es decir, en develar las prácticas lingüísticas que son instrumentos de la desigualdad social y el ocultamiento de la verdad), dicen los autores en la prólogo del libro.
Es verdad, han pasado muchos años desde la publicación de Language and Control. Pero es un libro clásico, un libro que abrió un nuevo camino en el estudio del lenguaje. Y siempre vale la pena volver a él porque muchos de sus planteamientos siguen vigentes.
Además, Language and Control es un antecedente del llamado Análisis Crítico del Discurso, que se desarrolló en años posteriores, una postura de investigación que heredó y continuó, hasta el día de hoy, un aspecto central del libro de Fowler y sus colegas: el análisis crítico.
Es decir, el análisis científico puede ir más allá de la mera descripción de un objeto de estudio, puede asumir una posición crítica, la cual significa, básicamente, denunciar cuando un objeto de estudio, como la lengua, puede reproducir problemas sociales como el poder, el control o la injusticia social. La labor científica es descriptiva, pero también puede ser crítica.
Para los lectores de habla hispana, Language and Control fue traducido y publicado al español en 1983. Actualmente, algunos de los autores del libro ya han fallecido, pero el espíritu crítico que heredaron al estudio del lenguaje sigue vivo y creciendo de la mano de los analistas críticos del discurso.
*Investigador de Análisis del Discurso