Foto: Silueta de unos combatientes saharauis del Frente Polisario en un punto indeterminado del desierto en la zona liberada del Sáhara Occidental. (Carlos Gil)
Mientras el reino más grande de la península ibérica celebra su fiesta nacional, un pueblo beduino magrebí, estrechamente ligado a dicho reino (… y abandonado a su suerte por éste), reafirma su identidad y su vocación de unidad en medio de una guerra silenciada.
Hace 47 años, en el poblado de Ain Ben Tili, al extremo norte de Mauritania, se llevó a cabo la Convención para la Unidad Nacional, convocada por el Frente Polisario y que contó con la participación de importantes personalidades políticas independentistas saharauis, todas ellas bajo el liderazgo indiscutible de El Uali Mustafa Sayed. Como bien sabemos, en este espacio fundacional se volvió a expresar el firme compromiso de lucha por la independencia y la integridad territorial, esbozando un plan político integral que incluía la constitución de una república con una sólida economía que garantice el auténtico bienestar de su población y donde el Estado asuma la responsabilidad directa de distribuir de forma justa las riquezas del país, propiedad de todos y todas, eliminando las desigualdades y defendiendo los derechos de todos los colectivos existentes.
La construcción plena de aquella república socialista saharaui emergente fue frustrada ese mismo año por la invasión marroquí de su territorio y la movilización de los contingentes militares españoles fuera del Sahara Occidental
La construcción plena de aquella república socialista emergente fue frustrada ese mismo año por la invasión marroquí de su territorio y la movilización de los contingentes militares españoles fuera del Sahara Occidental, iniciándose una guerra desigual que, hasta el día de hoy, en una segunda edición de confrontación bélica declarada, sigue bloqueando la legítima aspiración saharaui a su unidad nacional. Muchos y muy variados son los factores que contribuyen a este persistente bloqueo, pero uno de los más importantes lo constituye, sin duda alguna, aquel añejo plan expansionista que busca la constitución y florecimiento del llamado “Gran Marruecos”, proyecto político irredentista que no sólo vulnera la integridad territorial saharaui, sino también la argelina, la mauritana e incluso la maliense.
Años atrás, la competencia por la hegemonía política y el liderazgo geoestratégico regional en el Magreb estuvo protagonizada por dos repúblicas socialistas, que fueron aliadas y definieron una significativa tendencia en todo el norte de África. Me refiero a la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista y a la República Argelina Democrática y Popular. Derrocado el Coronel Gadafi y balcanizada la república libia bajo la bandera de la OTAN en el año 2011, Argelia se ubicó en solitario en esta destacada posición, la misma que sigue defendiendo persistentemente, a pesar de las permanentes arremetidas de su(s) vecino(s) de Occidente.
No debemos cometer el fácil error de ver el conflicto saharaui-marroquí únicamente como un enfrentamiento territorial entre dos Estados
Por esta razón, no debemos cometer el fácil error de ver el conflicto saharaui-marroquí únicamente como un enfrentamiento territorial entre dos Estados, pues las razones fundamentales en las que se basa tal conflicto están directamente relacionadas con la necesidad que tiene hoy un fuerte bloque de países, entre los que se encuentra evidentemente Marruecos, de impedir la consolidación del liderazgo argelino en el Magreb.
Sólo como pequeña muestra de esta evidente interrelación, recordemos lo ocurrido el 11 de abril de este año, precisamente en el mismo poblado de Ain Ben Tili, donde se reafirmó la unidad nacional saharaui, cuando el ejército marroquí, con la ayuda de un dron Hermes 450 de fabricación israelí, atacó a población civil saharaui y argelina que circulaba por la ruta de comercio que une Tindouf con el sur del Sahara Occidental, ocasionando la muerte de tres personas y varias heridas.
En este contexto, la conmemoración del Día de la Unidad Nacional Saharaui nos debe llevar a reflexionar, por un lado, en la impostergable necesidad de respetar la legalidad internacional y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, acatando las numerosas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas emitidas al respecto y, por otro lado, de contribuir a la inmediata construcción de un mundo multipolar, en el que las prácticas colonialistas y las reconstrucciones de imperios sean absolutamente erradicadas.
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