A pesar de su importancia, el trabajo de las educadoras no ha sido reconocido, profesional ni laboralmente, por ello es necesario destacar el esfuerzo que las docentes de educación preescolar realizan para dotar a los menores de tres a cinco años de las habilidades y competencias necesarias para cursar la primaria, afirma la académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, María Susana Eguía Malo.
De acuerdo con el reporte Maestros y escuelas por entidad federativa según nivel educativo en México, del INEGI, en el ciclo 2021-2022 había 87 mil 38 escuelas de preescolar y 227 mil 163 profesores de ese nivel. En tanto, el porcentaje de la población de tres a cinco años que asistía a la escuela (2020) fue de 63.3.
La experta, maestra en Psicología Escolar, rememora en entrevista que antes no se consideraba necesario que los menores de seis años acudieran a la escuela; si iban, era porque no había quién los cuidara, para que jugaran o se entretuvieran, “pero no se veía como relevante para su desarrollo”; es decir, se le daba poco valor a la educación preescolar.
La verdad, recalca con motivo del Día de la Educadora -que se celebra el 21 de abril- es que la etapa del jardín de niños es sumamente importante para su progreso integral, a fin de que se desarrollen las habilidades esenciales tanto personales, como sociales y mentales necesarias para tener éxito en la educación formal y para el aprendizaje de habilidades académicas básicas: lectura, escritura y matemáticas.
Aunque no quiere decir que deban aprender a leer y escribir en este nivel escolar, sino que tendría que ser un proceso espontáneo; el reto es promover en el jardín de niños los prerrequisitos para esos aprendizajes más complejos.
Susana Eguía expone que actualmente la educación preescolar forma parte del sistema de enseñanza básica y es un programa obligatorio. Además, en la Ley General de Educación está estipulado que las docentes de ese nivel deben cursar la licenciatura en educación preescolar, cuando antes podían contar solo con carrera técnica. Hoy requieren formación profesional. “Es muy bueno, porque tienen mejor preparación”.
Se debe reconocer que trabajar con niños en esa etapa requiere dedicación, concentración y tiempo. Es una labor compleja, por lo que “mi única recomendación para quien quiera dedicarse a esa profesión es que tenga interés genuino en los pequeños, que de verdad le gusten. Si alguien considera que esta actividad cualquiera la hace, porque no tiene ‘gran chiste’, se equivoca”.
Ventajas
Susana Eguía abunda que la mayoría de los niños a los tres años son capaces de expresar sus deseos, necesidades, etcétera, de manera verbal, y ello les permite adentrarse en otro sistema de símbolos, como el lenguaje escrito, pero no significa que deban aprenderlo en esa etapa.
Uno de los aspectos relevantes de la fase preescolar son las habilidades sociales: salen de sus familias a conocer otro contexto, donde se encuentran con más pequeños, que tienen sus mismas necesidades e intereses. Eso es importante para que comiencen a socializar, interactuar; además de relacionarse con otros adultos fuera de sus familiares.
Con ayuda de las educadoras adquieren reglas de convivencia, de socialización, a seguir reglas y límites, que son importantes para su desarrollo personal y social, precisa la universitaria.
A través de estas experiencias aprenden a tolerar la frustración porque tienen que tomar turnos, esperar, realizar tareas entre varios compañeros, a compartir materiales. Todo ello contribuye al desarrollo emocional.
Como parte del desarrollo socioemocional, se da por hecho que son felices, pero al llegar a un sitio que desconocen, donde no están sus familiares, pueden sentirse solos, inseguros, asustados; en esos casos hay que ser flexibles y comprender que no encuentran la forma de manifestar sus emociones, hasta que la escuela se vuelva un contexto familiar.
En términos de desarrollo integral, es importante el lenguaje y la socialización, y también deben seguir practicando sus habilidades motrices gruesas; es decir, necesitan movimiento, trepar, brincar, explorar. No obstante, “pareciera que en la etapa preescolar se considera la educación pasiva, como esperar que no se muevan y no hablen. Ahí empiezan las dificultades”.
De los tres a los cinco años, están motivados para aprender cosas nuevas; les gusta explorar, preguntar y eso es lo que deben aprovechar las docentes para incluirlos en el proceso de enseñanza-aprendizaje en un ambiente activo y participativo, detalla Eguía Malo.
En esa edad, cuentan con habilidades de coordinación fina como vestirse, desvestirse, tener actividades de autocuidado como ir al baño de manera independiente, alimentarse, las cuales se refuerzan en preescolar.
Al ser capaces de coordinar ojo-mano y realizar trazos, se interesan en elaborar dibujos, imágenes que pueden ser rayones o bolas que para ellos tienen un sentido y significado. Esa es la base para la enseñanza de otros aspectos, como comunicar sus ideas y sentimientos de otra forma. “Cuando se dan cuenta de que pueden transmitir sus ideas en un plano gráfico, también quieren aprender a escribir su nombre, y eso es lo que las educadoras deben aprovechar”.
Además, si se lograra transmitir el mensaje de que es posible aprender a través del juego, cambiaría considerablemente la situación de la educación, porque habría mejores aprendizajes, más duraderos. El trabajo, aconseja, debe enfocarse a partir de la metodología del juego, sobre todo en la etapa preescolar; a través de él se adquieren reglas, se toman turnos o se negocia y se adquieren todo tipo de habilidades.
“Creo que es muy importante retomar esta parte para que la estancia de los niños en la escuela preescolar sea mucho más armónica y fluida, y que ellos se sientan más a gusto”, asevera.
El nivel preescolar es una etapa rica en aprendizajes, estímulos, experiencias de desarrollo que van a permitir a los niños y niñas que al egresar a los seis años tengan las capacidades para enfrentar los retos de la escuela primaria, con un bagaje emocional y habilidades sociales competentes.
La función de las educadoras debe ser promover la autonomía y seguridad personal de los infantes, así como permitir y estimular su creatividad y su expresión espontánea para que promuevan sus capacidades individuales.
En su día (fecha que tiene su origen en el nacimiento del pedagogo alemán, Federico Froëbel, en 1782, creador de la educación preescolar y del concepto “jardín de la infancia”), se debe reconocer la labor e importancia de las educadoras que en ocasiones no se toma en cuenta ni se valora, asegura la universitaria.
Publicado originalmente en DGCS UNAM