Dos Eslovenias frente a frente

Franco Juri/ Global Project

Italia. Dos manifestaciones, convocadas para el mismo lugar y el mismo día, dibujaron a la perfección el drama que vive Eslovenia, una división entre la derecha blanca y católica, y una izquierda colorida y pacífica.

Hasta hace algunos años, la de Eslovenia era una historia que se contaba como se cuentan las historias de éxito. Desde 2004, cuando se adhirió a la Unión Europea, era considerada, incluso, como la madre que miraba amorosamente hacia Los Balcanes. Sin embargo, el encanto se desvanece debido a la crisis política, desatada por la económica y sus característica políticas de corte merkeliano, llevadas a cabo tanto por el actual gobierno de derecha, encabezado por  Janez Janša, como por su predecesor de izquierda, Borut Pahor.

En el fondo, esta inquietante situación refleja perfectamente en un espacio micro -Eslovenia- los objetivos de la revolución conservadora y neoliberal en curso en todos los países de la Unión Europea.

El 8 de febrero, día en que Eslovenia hace un homenaje a la cultura y a la figura del poeta nacional, France Prešeren, sucedió algo curioso. Con pocas horas de diferencia, en la plaza principal de Lubiana, la capital del país, se dieron cita dos manifestaciones políticas diametralmente opuestas. La primera, organizada por la Asamblea de la República, una estructura progubernamental cercana al Partido Demócrata Esloveno (Slovenska demokratska stranka, SDS), del premier Janez Janša, y a la iglesia católica; la segunda, mucho más espontánea, organizada desde las redes sociales y conformada por el mosaico de agrupaciones que protestan contra el gobierno, la clase política y sus políticas neoliberales.

En estas dos manifestaciones, con sus sonidos, su lenguaje y su iconografía, se representó la doble alma eslovena. La primera de ellas es conservadora y extremadamente religiosa, conformada principalmente por gente del campo, y es visceralmente anticomunista y antiliberal. La segunda es un conglomerado de tensiones sociales urbanas, cosmopolitas y multiculturales que coinciden en una protesta contra el poder actual, una manifestación en la que también está presente el antifascismo tradicional, cuyas raíces se encuentran en la resistencia partisana de la epopeya de Yugoslavia.

Dos Eslovenias se confrontan, y se trata de un enfrentamiento deseado a cualquier costo por el premier Janša, que ordenó a sus militantes ir a marchar el mismo día y en el mismo lugar en que lo haría la protesta popular. Mientras más “eslovenos verdaderos” dispuestos a enfrentar -incluso físicamente- al son de música patriótica y banderas de Eslovenia, aquello que el presidente del gobierno ha definido textualmente como “fascismo de izquierda”, es mejor.

Sin embargo, el enfrentamiento no arrojó los resultados que Janša esperaba. La Asamblea de la República movilizó a los pueblos de las provincias, rentando muchísimos autobuses y llevando a la capital -como lo hiciera en su tiempo el líder nacionalista Slobodan Miloševi? en Serbia- militantes, simpatizantes y fieles de los rincones más recónditos del país. Desplegaron un servicio de orden impecable, que se distinguían por llevar una pantera negra carantana, un símbolo de moda entre los grupos paramilitares de la extrema derecha eslovena. En la plaza, sin embargo, ni Janša ni la iglesia fueron capaces de reunir a más de 4 mil personas; su manifestación fue un fracaso.

En primera fila se encontraban 90 representantes de la derecha política eslovena: ministros, europarlamentarios populares, teólogos, diputados y hasta la gentil esposa del premier, Urša Ba?ovnik. Había olor de campaña electoral en la manifestación. El programa cultural se caracterizó por una especie de  blut und boden (slogan de corte nazi que significa “sangre y suelo”), lleno de discursos patrioteros -con la destacada participación del ministro de la defensa-, en los que se hacían grandes esfuerzos para ofrecer la imagen de una derecha buena y civilizada.

Al final de la manifestación, sin embargo, el líder Janez Janša pronunció un discurso inquietante desde Bruselas, a través de Skype. Janša atacó frontalmente y sin medios términos aquello que define como la “izquierda de transición”, culpable -según él- de todos los males de la crisis, para después llegar al fondo ideológico de la cuestión, evocando los peligros que representan los herederos de la resistencia partisana para la democracia.

Fue así como el Premier acusó a sus críticos de ser fascistas de izquierda, capaces de emular al nazismo y al holocausto si tuvieran la posibilidad. Después, ante los medios de comunicación, lanzó una advertencia: “¡Deténganse, no  tendrán éxito! Las instituciones democráticas del Estado esloveno, el ejército y la policía tienen el deber de tutelar a cada ciudadano sin distinciones. ¡Y eso es lo que harán!”

La amenaza de una solución represiva contra los “subversivos” enardeció los ánimos de la ciudadanía que pocas horas después del happening progubernamental inundó la plaza y las calles del centro. La policía informó que fueron poco menos de 20 mil participantes en la protesta contra el gobierno, pero la verdad es que fueron muchísimos más, probablemente el doble. No hubo violencia. En la protesta del pueblo destacaron los performance de Matija Solce, un joven artista de Capodistria (ciudad portuaria de Eslovenia) que ha participado en las manifestaciones de protesta de los estudiantes chilenos. Matija es la mente creativa del Protestival, un grupo artístico que actúa y hace música durante las manifestaciones, fomentando el carácter pacífico, multicultural y libertario de esta lucha.

Hace algunas semanas, el partido de  Janša había definido a los manifestantes como zombies, pero la conformación de la manifestación es colorida por su diversidad: hay quienes cantan “La internacional”, quienes hacen rap y jazz o quienes recitan poesía. Las intervenciones de los oradores son igualmente diversas: un ex obrero de la industria automotriz TAM de Maribor, que quebró pocos años después de la independencia en 1991, cuenta su propia historia y la del robo de los millonarios que se favorecieron del clientelismo político. Otros se solidarizan con Palestina y con los pueblos croatas en Serbia. De hecho, Lubiana parece otro planeta, si se le compara con el folklore tradicionalista de la movilización de la derecha.

Hasta ahora, lo más alarmante de la actual crisis económica, política y social que vive Eslovenia es el lenguaje golpista utilizado por el premier. Se evoca cada vez con más facilidad al fantasma de la guerra civil, que durante la Segunda Guerra Mundial dividió al país en una Eslovenia “blanca”, clerical y tradicional, aleada del nacional socialismo, y una Eslovenia libre y comunista que combatió a los nazis y a sus colaboradores con la lucha armada.

El descontento popular actual y la pretendida restauración de derecha que Janša pretende, parece recordarnos más que en cualquier otro país europeo, los mitos  y las divisiones ideológicas de aquella época. Y mientras Janša afirma tener en Europa muchos amigos dispuestos a sostenerlo, sigue colocando a sus fieles dentro del ejército y en la policía. Algo se prepara.

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Geografía   Reportajes   Reportajes Internacional  

Dejar una Respuesta