El 19 de diciembre de 2001, bajo el lema “que se vayan todos”, los argentinos se echaron a las calles para protestar. Días antes habían sufrido el “corralito”, que afectó sobre todo a la clase media y desató una ola de indignación ciudadana que tumbó a cinco presidentes en 13 días a costa de 39 personas asesinadas por la Policía. El 40% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza mientras en el exterior se consideraba al país como el granero delmundo. Se había colmado el vaso y estalló. El líder piquetero Luis D’ Elía sostiene que ese estallido fue “el parto de 30 años de lucha que fueron preparando la cabeza y el corazón del pueblo y que emergieron ese día”.
Por su parte, Vicente Zito Lima, histórico militante por los derechos humanos, lamenta que “se pudo haber crecido de una forma más potente para haber cambiado el mundo y no estuvimos preparados para hacerlo”. Los límites de esa organización que pudo desencadenar en un mayor protagonismo de las clases populares los impuso la dictadura. “Además de que murieron los mejores, hubo un exilio interior y exterior y gente que dejó demilitar” pormiedo, argumenta Rubén Saboulard, coordinador del Movimiento Asambleas del Pueblo. “Se perdieron muchos cuadros en todas las ramas de la acción social que eran la levadura para la construcción de un nuevo mundo”, concuerda Zito Lima, compañero de Rodolfo Walsh en su etapamás activa de periodista, quien añade que “por más que surgiera nueva gente, esos luchadores no pueden surgir de un día para otro, se necesitaron años y años de formación”.
Con la llegada de la democracia constitucional, los gobiernos continuaron con las privatizaciones y la desregulación delmercado de trabajo; políticas insignias de Ménem con las que complementó la tarea iniciada por la dictadura. “Se rompió la industria nacional y se produjo una derrota total de la clase trabajadora”, señala Pancho Montiel, del Movimiento de Estibadores Portuarios de Pie. A raíz de esa destrucción del tejido industrial la escena de organización se desplazó del trabajo al territorio. Aparecieron los piqueteros, movimientos de trabajadores desocupados. Un movimiento que según D’ Elía, uno de sus principales dirigentes, “tuvo un papel muy fuerte durante la década de los ‘90”. En esa década se sucedieron diversas luchas piqueteras que acumularon más experiencia hasta llegar al mandato de Fernando de la Rúa en 2001. Éste decretó el estado de sitio para frenar la revuelta popular pero la situación se hizo insostenible y tuvo que huir de la Casa Rosada en helicóptero.
En el caos institucional desfilaron otros presidentes hasta que Eduardo Alberto Duhalde consiguió, “mediante un régimen de devaluación, cambiar algunos ejes y resucitar un poco el modelo económico, lo que desata una nueva situación que culmina con el triunfo de Kirchner”, explica Roberto Perdía, exdirigente montonero.
Asambleas populares
La revuelta popular dio como fruto las asambleas populares. “Fue una experiencia histórica porque la gente empezó a tomar su propia representación”, dice Zito Lima. Sabou lard, quien recuerda “los días en que la clase media fue de izquierdas”, valora el poderío de las asambleas: “Había peronistas, anarquistas, cristianos, etc. y cuando Kirchner empezó a gobernar, la organización se fue sedimentando y se quedó la gente que se adhirió a un programa común”. Otro de los frutos fue la recuperación de las fábricas, “un hecho inédito que ahora viene a estudiar gente de todo el mundo”, dice Zito Lema, director de una Universidad en el IMPA, una de las fábricas recuperadas más grandes.
Reproducción del capitalismo
Las fuerzas políticas tradicionales que mejor leyeron lo que había pasado el 19 y 20 de diciembre fueron los Kirchner, aclara Perdía, y agrega que “dieron cabida a la reivindicación de los derechos humanos del pasado, políticas más latinoamericanistas, algunas políticas asistencialistas más fuertes pero todo dentro del restablecimiento del sistema institucional que garantizara la continuidad y reproducción del sistema capitalista”. “El kirchnerismo reconstruyó la base social con concesiones económicas”, recalca Saboulard. Ese clientelismo del que habla el coordinador asambleario puede reflejarse también en la incorporación de muchas organizaciones en el entramado oficialista. Roberto Perdía dice que “el avance del kirchnerismo llevó a la cooptación de muchos grupos de izquierdas, que se han incorporado al Gobierno”.
En este sentido, el líder LuisD’ Elía afirma que “trabajar articuladamente con el gobierno no quiere decir perder la autonomía”. En cambio, Nora Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo asegura que “el oficialismo ha cooptado a muchos de los militantes de los organismos de derechos humanos. También algunas Madres y Abuelas han caído en eso y han olvidado que tenemos que ser independientes para volcarnos en la defensa de los derechos humanos”.
Si Argentina fue el laboratorio de los planes estructurales de los organismos financieros internacionales como el FMI, también desarrolló dentro todo un proceso de lucha y resistencia frente a ese modelo económico impuesto. “Desde 2001 se han construido nuevas cosas. Cada vez se están uniendo más las experiencias de nuestra generación, la de la revolución frustrada, con las nuevas generaciones”, reconoce Zito Lima. Saboulard destaca la revuelta popular como el resurgimiento de una generación nueva “que, como todo lo nuevo, surge inexperto. Por lo tanto surge como reformista, no surge como generación revolucionaria. Con todo, hay una cantidad enorme de organizaciones que hoy en día se están preparando para luchar contra la crisis, que ahora está llegando a Argentina”, sentencia.