Foto: Sandra De Los Santos
Imagine que un día tiene que salir de su casa a toda prisa. No alcanza a sacar nada más que lo lleva puesto. Se tiene que refugiar en un lugar donde no hablan su propia lengua y la vestimenta que usan es otra; pronto también usted tendrá que utilizar esa ropa porque no puede recuperar todo lo que dejó en su comunidad, no tiene recursos para comprar las prendas que acostumbraba y tampoco cuenta con los insumos para poderlas hacer.
Eso es lo que sucede con las mujeres desplazadas del ejido Puebla, municipio de Chenalhó, en Chiapas, quienes desde hace cuatro años solicitan al gobierno del estado que cumpla con la recomendación de los organismos de Derechos Humanos y se les garantice la alimentación, salud, educación, vivienda y vestido.
Debido a la presencia de grupos paramilitares y la agresión que recibían por parte de éstos, decenas de familias tuvieron que dejar sus hogares en Chenalhó en mayo del 2016. Sus casas, pertenencias y cultivos fueron destruidos o robados.
Desde ese entonces, las familias de Chenalhó permanecen en un campamento en San Cristóbal de las Casas, que antes era una granja de pollos. Tanto la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) como la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) han urgido al estado de Chiapas a cubrir las necesidades básicas de las personas desplazadas, lo que solo se ha cumplido a medias porque las familias han denunciado que reciben alimentos descompuestos y a destiempo, siguen en condiciones de hacinamiento y no han recibido ningún recurso para adquirir insumos para su ropa.
Lo de la vestimenta para estas mujeres no es cosa menor. Su ropa tradicional es parte de su identidad. La mayoría de las mujeres se resisten a renunciar a su ropa tradicional y algunas más no han tenido de otra y han empezado a utilizar prendas comunes porque no tienen fondos para comprar todos los insumos para hacer su traje.
La vestimenta tradicional de las mujeres de Chenalhó es una falda de lana y una blusa que es hecha con telar de cintura y bordada a mano. El costo promedio de toda la indumentaria de una mujer adulta es de entre 5 a 7 mil pesos. Cada prenda es única, ya que se realiza totalmente de manera artesanal. Las textileras dicen que se imaginan y sueñan los bordados que ponen en las blusas, en las que siempre está la representación de los cuatro puntos cardinales.
Para poderse sostener en el desplazamiento, las indígenas se han dedicado a hacer blusas bordadas para vender, pero no son las que utilizan de manera cotidiana. La ropa que ellas usan es mucho más cara y por eso es difícil su comercialización.
“Algunas compañeras hacen su propia ropa, pero es caro por el tiempo y el material que se usa; unas que han podido hacer alguna blusa para su uso, la terminan vendiendo porque necesitan el dinero para mantenerse”, relató Araceli Cruz López, una de las pocas mujeres desplazadas que habla español.
El material con el que está hecha su vestimenta es grueso porque está pensada para las bajas temperaturas de la región Altos de Chiapas. La falta de recursos para poder adquirir su ropa es un asunto de género, ya que solo las mujeres son las que siguen usando su indumentaria tradicional. Los hombres no usan su traje.
Las niñas, adolescentes y mujeres más jóvenes han tenido que dejar de usar su ropa tradicional, pero las más adultas y ancianas es imposible que renuncien a llevar su indumentaria, ya que es parte de su identidad, de lo que son y lo que se asumen. Por su condición de desplazadas, las mujeres Chenalhó se han quedado, inclusive, sin qué ponerse o han optado por usar la misma ropa por varios días. Algunas de ellas se resisten a salir del campamento sin llevar su ropa tradicional porque les resulta vergonzoso portar otro tipo de prendas.
Mientras que para las mujeres de Chenalhó es vergonzoso dejar de usar su ropa tradicional, en otras comunidades indígenas vestir de mujer a los hombres es una forma de humillarlos. Por ejemplo, al presidente de la mesa directiva del Congreso del Estado, Eduardo Ramírez Aguilar (que ahora es presidente del Senado de la República), lo vistieron con la ropa de las mujeres y lo hicieron bailar en la plaza pública.
Hace unos días, una comisión de las personas desplazadas se reunió con la secretaria de gobierno del estado, Cecilia Flores, quien se comprometió a gestionar los recursos para la vestimenta de las mujeres; sin embargo hasta ahora siguen sin recibir los fondos.
Las mujeres desplazadas de Chenalhó no solo tuvieron que dejar en mayo del 2016 sus viviendas y cafetales por los grupos paramilitares, también en el camino están dejando su forma de vestir, su otra piel, la manera en cómo se presentan al mundo.
Publicado originalmente en CIMAC Noticias