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Desinstitucionalización: ¿la mejor opción para los 52 millones de huérfanos de África?

Charles Pensulo

Foto: Chikondi Milosi ha estado durante los últimos cinco años bajo el cuidado del orfanato Chikondi Orphanage de Blantyre, en la ciudad de Ndirande. Aunque su madre sigue viva, Chikondi asegura que, de haber seguido con ella, no hubiera podido seguir con su educación, y se refiere al centro como su “única esperanza”. (Charles Pensulo)

Cuando los padres de Chikondi Milosi se separaron hace diez años, su vida se convirtió en una espiral descendente. Ante la incapacidad de recibir una atención adecuada por parte de su madre, Chikondi empezó a realizar trabajos a destajo para mantenerse, lo que terminó comprometiendo su educación y provocándole un retraso escolar de varios años. Pero las cosas empezaron a mejorar después de conocer a Josophine Mussa en 2013.

“No podía ir a la escuela porque no tenía ropa, y además tenía dificultades para conseguir comida”, explica a Equal Times. “La posibilidad de quedarme aquí [en el orfanato que gestiona Josophine, y que también se llama Chikondi] me ha ayudado mucho. Ahora también puedo ir a la escuela”.

El joven Chikondi, de 18 años, es uno de los más de 140 millones* de huérfanos de 18 años o menos que hay en el mundo, la gran mayoría de los cuales residen en países de ingresos medios y bajos. En África se calcula que hay cerca de 52 millones de huérfanos.

Las razones de su situación son numerosas, complejas y a menudo trasversales: además de los elevados índices de mortalidad debido a enfermedades como el VIH/SIDA, la malaria y la tuberculosis, los niños también se quedan huérfanos por causas relacionadas con el embarazo o el parto, por catástrofes naturales y por situaciones de conflicto armado.

Otros niños o jóvenes, como Chikondi, son abandonados en un orfanato porque su familia no puede seguir manteniéndolos o porque sus tutores están mental o físicamente incapacitados para cuidarlos.

El centro Chikondi que fundó por sí sola Mussa en 1997 en el municipio densamente poblado de Ndirande, en la capital comercial de Blantyre de Malawi, ha proporcionado a lo largo de los años un hogar a miles de niños y jóvenes. Mussa cuenta lo impresionada y afligida que estaba por la enorme cantidad de niños huérfanos y discapacitados que había en esta zona, y abrió el orfanato con el objetivo de protegerles de la indigencia y de la violencia física y sexual, y para ayudarles a ir a la escuela.

A lo largo de los años, muchos de los niños y jóvenes que han recibido el apoyo de Mussa (que sufre parálisis en las piernas) han terminado en escuelas para niños con necesidades especiales, en centros de formación profesional, han empezado pequeños negocios, han conseguido un trabajo y están viviendo de manera independiente.

No obstante, el orfanato carece de una fuente estable de financiación, y a pesar de la ayuda urgente que este y otros proyectos similares proporcionan, Chikondi podría tener que cerrar dentro de poco.

Desde 2014, UNICEF ha estado ayudando al Gobierno de Malawi a brindar apoyo a los 1,8 millones de niños vulnerables del país y a reintegrar en un sistema de acogida de tipo familiar a los niños que residen actualmente en instituciones. Aunque todavía está en las fases de prueba, a fecha de hoy casi 300 niños de diversas instituciones han sido reintegrados satisfactoriamente en centros de atención de tipo familiar, según funcionarios del Gobierno.

“En tanto que Gobierno, reconocemos que el mejor lugar para criar a un niño es un hogar familiar y no una institución”, apunta Dominic Misomali, delegado de Asistencia Social en el Ministerio de Género, Infancia, Discapacidad y Bienestar Social.

Tendencia global de la desinstitucionalización

La incursión de Malawi en el proceso de desinstitucionalización se inscribe en una reciente tendencia que se viene produciendo a nivel mundial, y especialmente en África. Según los partidarios de este proceso, los niños se desarrollan mejor en un entorno familiar, y el cierre de orfanatos y otras grandes instituciones permitirá que los niños estén mejor atendidos, ya sea mediante la reagrupación familiar, adopciones, reubicándolos en hogares de acogida o trasladándolos a establecimientos más pequeños.

Afrooz Kaviani Johnson, que es la jefa de Protección de la Infancia en UNICEF Malawi, afirma que existen “numerosas pruebas que documentan los efectos negativos e irreversibles de la atención institucional en el desarrollo de los niños, sobre todo durante los primeros tres a cinco años de su vida”.

Según la delegada de UNICEF, las investigaciones han documentado la comprometida e inconsistente calidad de la atención, nutrición y educación que existe en muchas instituciones. No obstante, los orfanatos siguen siendo un método popular de atención para los niños vulnerables. “A pesar del deterioro internacional de los cuidados institucionales, Malawi ha experimentado por desgracia un aumento en el número de niños que reciben atención institucional”, explica Johnson a este medio. “Entre 2009 y 2014 se registró un aumento del 60% en las cifras de niños e instituciones”.

UNICEF Malawi está trabajando actualmente con Hope and Homes for Children, una organización que aboga por la abolición de los orfanatos, con objeto de proporcionar experiencia técnica durante el proceso de desinstitucionalización en Malawi.

Hope and Homes for Children participó en el diseño e implementación de la estrategia de reforma de la atención a niños vulnerables en Ruanda, que se puso en marcha en 2014 y que desde entonces ha conseguido integrar a más de 3.000 niños en familias.

Según el periódico ugandés Daily Monitor, el Gobierno de Uganda también está planeando trasladar a los 2,7 millones de huérfanos del país que se encuentran en instituciones residenciales, a entornos donde puedan recibir atención en un ámbito familiar o comunitario. También se han puesto en marcha, o ya se han puesto a prueba, planes similares en países como Zambia, Zimbabwe, Sudán, Ghana y Sudáfrica.

“La atención en un ámbito familiar y comunitario es la mejor manera de cuidar a los niños, y además la más rentable”, afirma Epaphrodite Nsabimana, que trabaja como responsable de Enseñanza e Investigación para Hope and Homes for Children en Ruanda. Nsabimana apunta asimismo que invertir en el desarrollo de la primera infancia y en servicios para la familia, en lugar de las instituciones, permite que más niños y familias realicen una contribución positiva a la sociedad.

“Para aumentar la financiación asignada a esta cuestión, Hope and Homes for Children ha desarrollado sólidas alianzas con gobiernos nacionales, organizaciones de la sociedad civil, grupos comunitarios, agencias internacionales, donantes corporativos y personas comprometidas”, señala Nsabimana, que menciona la Unión Europea, el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido y USAid como algunos de los organismos que han dedicado fondos a la reintegración de niños vulnerables en entornos familiares y comunitarios.

Resistencia a la desinstitucionalización

Hay mucha gente que cuestiona la actual carrera hacia la desinstitucionalización.

“El Gobierno de los Estados Unidos y otros países desarrollados están insistiendo mucho, a través de UNICEF, en que los orfanatos de países que reciben financiación deberían cerrarse”, señala Kathryn Whetten, directora del Center for Health Policy and Inequalities Research de la Duke University, que ha llevado a cabo una extensa labor de investigación sobre niños que viven en instituciones residenciales. “Lamentablemente no existen pruebas convincentes que demuestren que los niños criados en instituciones estén en peores condiciones”, asegura.

Whetten advierte que la evidencia que utilizan los partidarios de la desinstitucionalización proviene de un estudio realizado en Rumanía, en el que una serie de niños que se encontraban en instituciones parecidas a hospitales sufrían un abandono físico y emocional que interfería en su desarrollo cerebral. Sin embargo, Whetten dice que en todos los estudios que examinan entornos en los que los cuidadores son afectuosos, los niños no presentan ninguna diferencia en el desarrollo de su comportamiento durante su crecimiento.

En un estudio de tres años financiado por el Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Health and Human Development y publicado en 2014, Whetten y sus colegas realizaron un seguimiento de más de 3.000 niños de Camboya, Etiopía, Kenia, India y Tanzania, con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años, que vivían en entornos institucionales o en entornos familiares. El estudio no mostraba diferencias significativas entre sendos grupos con respecto a diversas variables de salud física, conocimientos y resultados emocionales.

“Estas conclusiones contradicen la hipótesis de que el emplazamiento en hogares grupales repercute universalmente de manera adversa en el bienestar infantil. Sin mejoras sustanciales en los entornos familiares, ni un apoyo a los mismos, la eliminación de las instituciones no daría lugar, en líneas generales, a mejoras significativas para el bienestar infantil y podría empeorar el rendimiento de los niños desplazados de un entorno en el que están relativamente bien a un entorno más desfavorecido”, señala el estudio.

“Ningún estudio de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) sobre niños más mayores concluye que estos niños se encuentren mal en los orfanatos o en las instituciones. Todos estos estudios rigurosamente revisados por expertos concluyen que los niños necesitados están igual de bien, o mejor, en los orfanatos que en los entornos familiares, y que los orfanatos pueden ser el lugar donde los niños que están a punto de abandonar la escuela, que tienen graves dificultades emocionales y que no aprenden ningún oficio, sean capaces de prosperar”, añade Whetten.

En Camboya, el cierre de orfanatos y el regreso de los niños a sus familias dio lugar a casos de trata y de menores obligados a trabajar en la industria del sexo, señala Whetten. Cuando los gobiernos “no tienen dinero para supervisar el proceso, hay un problema”.

Para los expertos como Whetten, la mejor solución para el cuidado de niños huérfanos vulnerables es crear en las instituciones un entorno similar al de una familia, con un cuidador que esté a cargo de pequeños grupos de ocho a diez niños. Explica que el problema no es que el concepto que se tiene de los orfanatos sea negativo, puesto que, al igual que hay instituciones deficientes, también hay hogares deficientes.

Mussa, la fundadora del Chikondi Orphanage en Malawi, está de acuerdo: “Disponemos de muy pocas personas que puedan criar a hijos ajenos. Cuando los niños vienen aquí, yo los cuido como si fueran míos y a veces la gente ni siquiera se da cuenta de que son huérfanos. Algunos de estos niños ni siquiera conocen su hogar puesto que sus familiares les abandonaron. Antes de empezar a hablar de cerrar orfanatos, pensemos en cuántos niños sin hogar hay en este país”, advierte.

“Si hubiese seguido con mi madre en el pueblo, no habría podido ir a la escuela”, dice Chikondi, el joven que ha estado bajo el cuidado de Mussa durante cinco años. Añade que su madre sigue teniendo dificultades para mantenerse. “Yo todavía estaría trabajando para conseguir comida y ropa. Este lugar es mi única esperanza”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.

*Según la definición de UNICEF del término, un huérfano es un niño menor de 18 años cuyo padre, madre o ambos progenitores han fallecido.

 

Publicado originalmente en Equal Times

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