Descolonizar la vida: 25 años aprendiendo del EZLN

Carlos Soledad

Foto: Caracol La Garrucha, 16 de octubre de 2017. RADIO ZAPATISTA HERIBERTO RODRÍGUEZ

Aunque la Modernidad se originó en los centros libres y creativos de la Edad Media europea, fue realmente en 1492 cuando quedó definida. En ese momento, Europa se confrontó con “el otro” y, desde entonces, ha impuesto violentamente su proyecto civilizatorio sobre el resto de alteridades. Así, Occidente se colocó en la cima de las relaciones de poder mediante un proceso deracialización, eliminando a su paso todo aquello “no-europeo”. La última versión de este proyecto moderno, la globalización neoliberal, ha colocado al planeta al borde del colapso. Asistimos a una auténtica crisis civilizatoria, cuyas guerras, refugiados/as y crisis climática son los elementos más dramáticos.

Ante este hecho se impone la necesidad de un proyecto alternativo. No obstante, más de cinco siglos de imposición occidental sobre el resto de proyectos del mundo han generado un sistema de pensamiento único, duro de roer y difícil de derrotar. No me refiero sólo a los grupos marginales neonazis. Tampoco únicamente al sistema de creencias de partidos políticos ultras en Europa, como ahora Vox en el Estado español, o las ideas políticas promovidas por el gobierno de Trump o de Bolsonaro. Me refiero en general al pensamiento moderno, el cual refuerza las distintas jerarquías de poder: raciales, de género, epistémicas, lingüísticas, etc.

En muchos lugares del mundo asistimos, incluso, al fenómeno de personas racializadas, aquellas fuera del modelo “occidental euroblanco”, es decir, negras/os, indias/os, chinas/os, etc., defendiendo los ideales y valores de la extrema derecha. Asumiendo incluso cargos de poder en partidos políticos y movimientos sociales neofascistas. Y es que, como señalaba Frantz Fanon, “con el fin de justificar la conquista de un gran número de pueblos y territorios, los agresores europeos hicieron todo lo posible para que los conquistados creyeran en su supuesta inferioridad racial, de modo que la opresión se internalizara y se perpetuara a sí misma”. En este sentido, el sistema escolar, una demanda “progresista”, ha sido clave para reproducir la colonialidad del poder, al utilizar “la educación” desde un enfoque púramente eurocéntrico con el objetivo de perpetuar la colonialidad del saber.

Para partidos políticos y movimientos sociales de izquierda es también muy difícil salir de la camisa de fuerza del pensamiento moderno. El racismo, por ejemplo, hace más complejos los empeños emancipatorios, de la misma manera como lo hace el machismo y el clasismo. Por eso, el pensamiento decolonial remarca la importancia de la interseccionalidad de las luchas. No es posible salir de la civilización moderna, si sólo nos enfocamos en una determinada relación de opresión. Ante la actual crisis civilizatoria, es imposible apostar por alternativas sistémicas si continuamos pensando desde el marco de la modernidad capitalista, colonial y patriarcal.

Pero entonces, ¿por dónde comenzamos si los mismos sujetos que queremos cambiar el mundo estamos muy colonizadas y colonizados? ¿Cómo sanar la tierra y a los pueblos que han sido heridos gravemente? ¿Cómo salir de las trampas del desarrollo ecocida? ¿Cómo evitar reproducir sistemas de opresión? ¿Cómo descolonizarnos?.

El pensamiento decolonial remarca la importancia de la interseccionalidad de las luchas. No es posible salir de la civilización moderna, si sólo nos enfocamos en una determinada relación de opresión.

ZAPATISMO Y PENSAMIENTO DECOLONIAL

En esta línea vienen trabajando las y los pensadores decoloniales desde diferentes contextos y poniendo distintos acentos. Existen las propuestas del feminismo decolonial de Oyèrónke Oyewùmí y de Yuderkys Espinoza, el feminismo indígena de María Lugones, la lucha de las mujeres migrantes de Úrsula Santa Cruz, la crítica al racismo y la interseccionalidad de las luchas de Ramón Grosfoguel, la descolonización del saber de Boaventura de Sousa, así como el proyecto de la transmodernidad de Enrique Dussel, sólo por nombrar unas cuantas propuestas. Todas ellastienen, desde mi punto de vista, el objetivo último de descolonizar la vida. Sin embargo, lo más razonable sería dejar de plantear soluciones desde nuestra mirada y escuchar a aquellas y aquellos que tienen más experiencia resistiendo y construyendo un nuevo mundo, “un mundo donde quepan muchos mundos”. Sí, me refiero a los pueblos indígenas del mundo, pero especialmente me refiero a las y los zapatistas.

El pasado 1º de enero se cumplieron 35 años de la existencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). 10 años en la clandestinidad y 25 años de vida pública del movimiento social y político más avanzado del planeta, según pensadoras como Naomi Klein, Noam Chomsky o Immanuel Wallerstein. Aquel día, las y los indígenas mexicanos se levantaran en armas contra el gobierno y contra el neoliberalismo. Se taparon el rostro para ser vistos y sacudieron al mundo con su propuesta: “¡Para todos todo, para nosotros nada!”. Su llegada representó un nuevo amanecer para la izquierda global, completamente noqueada tras la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría.

Desde entonces, el zapatismo ha formado parte de un proceso de lucha mucho más amplio que apuesta por la construcción de un modelo alternativo ante la crisis civilizatoria actual; de un proyecto culturalmente crítico con la modernidad occidental capitalista, colonialista y patriarcal. El EZLN forma parte junto con, por ejemplo, el Congreso Nacional Indígena, de los movimientos sociales y políticos del que Guillermo Bonfil Batalla denominara «México profundo». El zapatismo representa, también para el mundo, la lucha por la vida y por la diversidad, a contracorriente de la hegemonizante globalización.

Aunque el movimiento zapatista siempre ha señalado que no son una vanguardia -de lo que se trata es de que cada quién, en su lugar en el mundo, construya “otro mundo posible”- lo cierto, es que sus mensajes vienen cargados de pedagogía liberadora para quienes quieren escuchar. Por ejemplo, su vocero, el subcomandante Marcos, contaba que “el viejo Antonio (decía) que la libertad tenía que ver también con el oído, la palabra y la mirada. Que la libertad era que no tuviéramos miedo a la mirada y a la palabra del otro, del diferente. Pero también que no tuviéramos miedo a ser mirados y escuchados por los otros. (…) Que la libertad no estaba en un lugar, sino que había que hacerla, construirla en colectivo. Que sobre todo, no se podía hacer sobre el miedo del otro que, aunque diferente, es como nosotros”.

La llegada del EZLN representó un nuevo amanecer para la izquierda global, completamente noqueada tras la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría.

Este texto del Sup puede servirnos de referencia. Se trata, sobre todo, de comprometernos colectivamente en nuestras comunidades. Implica desembarzarnos del racismo, el machismo, el clasismo y tantas otras opresiones. Y se trata también de no generar nuevas opresiones en el proceso, así como de no poner nuestras opresiones particulares por delante de las otras. Es decir, no podemos prescindir de los hombres en la lucha feminista, de los blancos antirracistas, de las clases medias. Tampoco podemos colocarnos por arriba de los adultos mayores y de las niñas. Consiste en descolonizarnos todas y presionar para que las y los “de arriba”, “los blancos”, “los hombres”, comiencen a renunciar a sus privilegios.

Con esto no quiero hacer una lectura ingenua de las transformaciones sociales. Entiendo perfectamente que el lobo nunca dormirá con la oveja. Y que hay personas tan colonizadas que nunca lograremos recuperarlas. De hecho, es muy posible que siempre existan estas relaciones de poder y que antes de sanar la tierra, desaparezca la humanidad. Lo que defiendo es trabajar por ampliar un movimiento de movimientos, desde abajo, que se deconstruya, a la par de construir las condiciones para que la mayoría de las personas del mundo vivamos con dignidad.

Por ahí podemos empezar. Sin embargo, el sistema colonial ha hecho muy bien su trabajo y será difícil que “los modernos”, que la izquierda “progresista” y sus intelectuales, estén dispuestos a descolonizar su saber. En palabras de nuestra compañera Lola Cubells “ciegas de colonialidad seguimos soñando con inventar otros mundos, cuando la resistencia de las culturas originarias y sus filosofías –sp’ijil jol o’tanil/sabiduría del corazón, han construido otras maneras de entender la vida muy necesarias para la crisis civilizatoria en la que andamos.” ¡Viva el Ejército Zapatista de Liberación Nacional! ¡Vivan los pueblos indígenas del mundo!

 

*ASAMBLEA DE SOLIDARIDAD CON MÉXICO (PAÍS VALENCIÀ)

 

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