foto: Alejandra Bartoliche
Albert Einstein dijo una vez: “Dios, no juega a los dados”. No estuvo errado. Y su acierto recorrió el mundo y transitó por generaciones. Tanto así, que en la Argentina de hoy, me resulta apropiado parafrasearlo, porque los hechos me llevan por ese sendero, inexorablemente. ¿Por qué? Porque en la Argentina de hoy, una comunidad de mapuches de la región patagónica viene siendo objeto de una implacable persecución por sectores del poder económico y del Estado. Y porque un ciudadano de 28 años de nombre Santiago Maldonado, solo por el hecho de apoyar la causa mapuche, no siendo uno de ellos, ha sido literalmente desaparecido durante una acción represiva de las fuerzas de Seguridad, en una apartada zona de la provincia de Chubut, sobre la ruta 40, distante unos 80 kilómetros de la ciudad de Esquel, en una región de cordillera de Picos Nevados fronteriza con Chile.
El pecado de reclamar tierras al empresario Luciano Benetton, el pecado de ser una minoría dentro de las minorías (porque los reclamantes de la Lof Cushamen no alcanzan a ser más de un puñado de 20 personas, entre adultos y niños) y el pecado de decir basta a un atropello ancestral y un no rotundo al avasallamiento cultural, flagrante y descarado, motivaron una seguidilla de acciones de represión en los {últimos diez meses), donde los palos y los disparos de armas de fuego no estuvieron ausentes. Los efectivos de la Gendarmería Nacional así fueron cargando sobre los “revoltosos”, sobre “los enemigos de la sociedad”, sobre los indígenas insolentes y molestos, dejando un saldo de heridos y detenidos, siendo uno de ellos el dirigente Facundo Jones Huala “El Lonko”, que espera recluido en el Penal de Esquel, ser extraditado a Chile desde donde se lo reclama nada menos que tildado como “terrorista”.
Pero si antes del 1 de agosto de este año la represión policiaca del Estado causó estragos en el alma de los indígenas, en su precarias edificaciones y pertenencias, y en el estilo de vida de la comunidad instalada en tierras recuperadas al invasor Benetton, lo acontecido después de esa fecha resultó ser mucho más, en materia de daños y de atropellos. Es que sencillamente, a la tensa situación desatada, desde que en la comunidad mapuche se tomó la decisión de reclamar esas tierras y protestar por el ancestral saqueo, se sumó un nuevo componente, no menos perverso: la desaparición forzada, a plena luz del día, de un ciudadano argentino de 28 años de edad, cuyo pecado o cuyo delito, fue sumarse a la causa mapuche. En ese contexto, ese ciudadano argentino, Santiago Maldonado, artesano, según los testigos, (como en los tiempos de la dictadura militar argentina), fue (chupado) rodeado por uniformados de la Gendarmería, fue golpeado y finalmente fue subido (seguramente a empellones y mal herido) a un vehículo involucrado en el operativo de represión, para ser finalmente retirado de la zona. ¿Fue llevado luego a una repartición policial y derivado a la Justicia? Tal parece que no. Que esto nunca ocurrió. ¿Dónde está Santiago?. La pregunta que sigue sin ser respondida, por nadie y mucho menos por el Estado, lo que de por sí resulta ya significa un grave problema institucional, por donde se lo mire.
La versión oficial procura poner a las fuerzas represivas, a distancia de la desaparición de Santiago Maldonado; los mapuches que soportaron la represión ese 1 de agosto, insisten en que la violencia no fue casualidad, llegando inclusive a decir que habría sido planificada. Y en ese clima de versiones, de hipótesis, de especulaciones judiciales y políticas y de demonizaciones de la lucha de un pueblo originario, lo cierto es que Santiago sigue sin aparecer y es prácticamente un “desaparecido en democracia” .
Y sería el tercero, porque el primer caso fue en el 2003, cuando en la provincia de Chubut desapareció el joven de 24 años, Iván Torres, que iba a declarar ante la justicia como testigo de un caso de apremios físicos cometidos por personal policial; y el segundo caso fue en el 2006, en la provincia de Buenos Aires, cuando desapareció el albañil Julio López, que era testigo clave en el juicio contra integrantes de la junta militar de los tiempos de la dictadura. Y lo cierto es, también, que las autoridades, a la vista de toda una opinión pública desconcertada e indignada por el episodio, no hicieron otra cosa que dar elementos públicos que la ubican más como encubridoras y quizás hasta de cómplices, si en un mañana se comprueba la “desaparición forzada” por parte de la Gendarmería de un hecho grave e ilegítimo por excelencia, que como interesadas por hallar la verdad sobre lo acontecido y por hallar con vida a Santiago, y aún más, por hallar y castigar a los culpables.
Una lucha mapuche se ha superpuesto con un caso de desaparición forzada, en el marco de una democracia argentina en la que las versiones oficiales apuntan a señalar a todos los mapuches argentinos y hasta chilenos como terroristas. En función de ello, desde el mismísimo presidente Mauricio Macri, hasta los integrantes del Ministerio de Seguridad, Patricia Bullrich, Pablo Nocetti y Eugenio Burzaco lloran lágrimas de cocodrilo, y anuncian por doquier investigaciones e hipótesis sobre la ausencia de Santiago; y el juez federal Guido Otranto junto a la Fiscal Silvina Ávila, siguen por la misma línea. La línea de las investigaciones tardías y de los diligenciamientos de rigor, pero tardíos, porque no podemos olvidar que recién once días después de los hechos se dispusieron la realización de peritajes en instalaciones de la Gendarmería de Esquel y de El Bolsón. Una evidente y muy sugestiva demora de las medidas de diligenciamiento de pruebas, téngase en cuenta.
Peritajes que arrojaron resultados negativos en Esquel, no así en El Bolsón, donde fueron positivos: en instalaciones de la Gendarmería de ese lugar, perros de rastreo de la Policía Federal, hallaron rastros de sangre en una soga y cabellos, dentro de un vehículo unimog. ¿Será sangre humana? ¿Sangre y cabellos de Santiago?. Mientras se aguardan las pruebas de ADN los defensores de la familia Maldonado, reclaman celeridad en esos estudios de laboratorio. De ahí que insistimos: ¿Vendrán esos resultados con la celeridad que corresponde? Veremos.
En medio de las pericias, los anuncios oficiales llovieron por doquier, como si todo el procedimiento del aparato estatal hubiese sido perfecto e ideal, para aclarar el caso. Y hasta desde filas gubernamentales se ofrecieron 500.000 mil pesos (cerca de 30 mil dólares) a quien aportara datos sobre Santiago. Siempre buscándose apartar el caso de la represión del 1 de agosto. ¿Quizás empecinados en confundir a la opinión pública?
En la otra campaña, los mapuches que fueron testigos del preciso momento en que las fuerzas de la Gendarmería irrumpieron en los campos, en un principio optaron por guardar silencio sobre todo lo que observaron y vivieron, porque tenían temor por sus vidas. Recibieron a la prensa local, a la prensa de Buenos Aires y a nosotros, en el escenario mismo de las represiones, en el bellísimo paisaje de la soledad patagónica, cubriéndose los rostros y mostrándonos sus poderosas armas para defenderse: piedras y palos y ollas; mostrándonos sus fogones precarios, sus casuchas precarias. Hablándonos de sus vidas, de sus antepasados y de los proyectos para un futuro mejor. ¿Cuál futuro? ¿Un futuro de represiones y de detenciones?¿Un futuro de desapariciones de personas que puedan estar con ellos por solidaridad?¿Un futuro de discriminación estatal?¿Un futuro de discriminación cultural?.
Pero los mapuches, en esos diálogos, con el periodismo libre, con el periodismo que no es servil a los intereses económicos, que no forma parte del stablishment mediático, finalmente y aceptando romper con esos temores, en alguna medida justificados, anunciaron que habrían de declarar a jueces y fiscales, para que todo se aclare. Pero recalcaron que no creen en la justicia del winca. ¿Y nosotros, que somos wincas, creemos en la justicia del winca?. De todas las formas, son las reglas del juego que hay que aceptar: dar su testimonio, para que con los expedientes repletos de testimonios los magistrados actúen. Y así lo hicieron. Ahora, todos aguardamos los resultados. ¿Se hará justicia? O mejor dicho: ¿El winca hará justicia? ¿Aparecerá con vida Santiago Maldonado? ¿Estará privado de su libertad en algún lado?
Porque los hechos no pasaron inadvertidos y desaparecer gente en democracia no es un tema banal y simple, y perseguir a comunidades indígenas, tampoco es un tema banal y simple.
Delegados de asociaciones y organizaciones defensoras de Derechos Humanos, de la Argentina y de la región, periodistas libres e integrantes de Madres de Plaza de Mayo, como Nora Cortiñas, no solo viajaron hasta la Patagonia a conocer a los integrantes de la comunidad reprimida, sino que además se constituyeron (como nosotros lo hicimos, como enviados especiales, desde la provincia de Santa Cruz y desde el Uruguay) en el lugar de los hechos, para luego promover y participar de exitosas movilizaciones de protesta y de reclamo de aparición con vida de Santiago Maldonado, tanto en Buenos Aires en Plaza de Mayo, desde donde se señalaba al dictador, en los años setenta, como en Esquel y múltiples regiones de la Argentina. Todo, porque, todos estos hechos no pasaron ni deben pasan inadvertidos.
“Dios no juega a los dados” decía Einstein. Tampoco el terrorismo de Estado juega a los dedos, decimos nosotros. Y se trata de una reflexión generalizada, que segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora y día tras día, va ganando las calles de las ciudades argentinas y fuera de ellas.
Texto publicado originalmente en AntimafiadosMil Argentina por Jean Georges Almendras; José Guzmán, Mariana Trejos y Sergio López, enviados especiales a la provincia de Chubut, Argentina