Las violaciones a los reglamentos de construcción, malos materiales, deshonestidad de muchos funcionarios, encubrimiento, mordidas para conseguir permisos, robo a pequeña y gran escala, explotación desenfrenada de los recursos naturales, trampa y tranza, arena en vez de concreto, edificios levantados al vapor, todo ello subyace en lo más negro de la obra negra que salió a la superficie de la catástrofe de 1985, dijo Elena Poniatowska al recordar el siniestro en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
En medio de un gran silencio, la escritora leyó a jóvenes estudiantes y académicos algunos pasajes de su libro Nada, Nadie, Las Voces del Temblor, en el marco del Taller de Verano, Irrupción en el Paisaje organizado por la Unidad Académica de Arquitectura del Paisaje (UAAP)
Poniatowska explicó la importancia que puede llegar a tener un arquitecto y seguir al pie de la letra el reglamento de seguridad para las construcciones en México.
Siempre los desamparados
Desde un sillón ubicado en el escenario, la escritora repasó: En México los errores humanos adquieren un tinte criminal porque somos ante todo una población desamparada, huérfana, inerme, indefensa, desocupada o sub-ocupada, “dejada de la mano de dios”, resignada con una infinita capacidad de aguante y sobre todo olvidada por las autoridades y el poder del dinero, ambos a la par unidos.
No hay peor muerte que el aplastamiento o la asfixia, y sin embargo, miles y miles de mexicanos murieron entre los escombros, y entre basura y piedras se fueron cuerpos mutilados. Todavía en 1989 se encontraban restos humanos en la calle de Xocongo y Lorenzo Boturini, en la colonia Tránsito, relató.
Pero qué importan los mexicanos que viven en la colonia Tránsito o en la Guerrero, e incluso en Tepito, son la carne de cañón de siempre, los que no tienen ni un petate donde caer muertos.
Fragmentos
Lorenzo vino a trabajar desde su natal Guerrero al Distrito Federal, en la Dirección General de Educación Indígena, como traductor del mixteco, y cuando el edificio se le cayó encima, y todo se hizo oscuro, vio un rayo de sol a una distancia de 30 metros y dijo, aquí está mi salvación, citó Elenita con voz estremecida.
Arrastrándose con todo lo que era su cuerpo, todo lo que era él, iba hacia la rendija de la luz, un boquecito así de chiquito -dice Alonso- encontré lo que era mi cuerpo, lo reconocí, y empecé a luchar con los hombros, los brazos, la cabeza, como quien se da de cabezazos contra un muro y yo tengo la cabeza muy buena, muy dura, fuerte con huesos como de hierro, añadió.
Aunque me quedara calvo yo iba a abrir el boquete, y lo abrí tanto que pude jalar el resto de mi cuerpo y cavé con mi propio cuerpo un túnel de 30 metros de los escombros, agarrándome así la cabeza, hasta que llegué al filo de la luz, sólo entonces volví a hablar.
En el auditorio se escuchó el silencio y la voz de la cronista resaltó en esos momentos. Citó el caso del edificio Nuevo León de Tlatelolco, hay voces acusatorias tan indignadas, dolidas hasta la médula, dispuestas a llegar a lo último, aunque nunca pudieron llegar a lo último porque nadie les hizo caso. Gloria Guerrero decía qué más me pueden hacer si ya perdí a mi hija de 5 años.
El ingeniero Raúl Pérez Pereira, quien hizo el peritaje del edificio, descubrió que tenía una inclinación de más de un metro, los basamentos inundados, unos pilotes insignificantes de cinco centímetros de diámetro y oxidados.
Cuando Manuel González Flores, director de la única compañía en México que endereza edificios, hizo la inspección y encontró que las columnas del edificio no tenían ni una sola varilla en la esquina, y las de concreto estaban llenas de incrustaciones de madera, al echar el concreto para colar las columnas, los responsables ni siquiera se ocuparon de limpiar la zona.
Los sótanos estaban completamente inundados, doña Consuelo Romo quien vino de Mazatlán a ver si podía recuperar a su hija y hermana, contó que después de dos meses y medio encontraron al cuerpecito de su nieta adentro del agua.
La construcción en México
Desde la época del presidente López Mateos –enfatizó- cuando una empresa prestigiosa diseñó no sólo el Nuevo León, sino los edificios de Nonoalco, Tlatelolco y todos aquellos de bajo costo o los llamados de vivienda popular, empezaron a mostrar inclinaciones peligrosas.
Nuestros ingenieros no sólo tienen fama de buenos, lo son, son estudiosos e investigadores y trasladan al papel su experiencia, son miembros de sociedades internacionales, su reconocimiento es mundial. Sin embargo, varios edificios construidos por ellos se colapsaron, peor el Nuevo León, cuyo derrumbe ejemplifica de manera trágica la magnitud de nuestra polución.
Así, la escritora de forma emotiva acentuó la necesidad de crear un Instituto de Sismología Social cuyo primer tema de estudio debería ser la corrupción, el terremoto perenne que han padecido los habitantes de la Ciudad de México en etapas que se viven por sexenios, monopolios, feudos, además de sismógrafos y alarmas que sería bueno instalar en las oficinas gubernamentales y en despachos de diseño y construcción.
También sería bueno, agregó la periodista, colocar detectores de sentimientos para ver cómo anda la conciencia de los creadores antes de iniciar una obra, para darse cuenta hasta qué punto están alejados del destino de aquellos que van a habitar el edificio, qué termómetro de pudor indica la temperatura del grupo ingenieril a la hora de recibir un gran premio internacional.
En nuestro país no hay control de calidad ni de materiales, ni de alimentos, ni de ética profesional, no hay supervisores o sólo se trata de una magia en qué se encubren y se cubren los unos a los otros, se reparten entre ellos y defienden sus intereses comunes, ¿no estarán también en el agua los cimientos del sistema político mexicano hoy por hoy bajo miles de toneladas de escombros? Los muertos punzan, los muertos reclaman, los muertos dicen que su muerte vale al menos una explicación.
¿Es verdad que la fuerza sísmica fue mayor que la tolerable o como lo cree la conciencia popular, los edificios se cayeron porque estaban mal construidos? ¿El terremoto se ensañó selectivamente con los hospitales y edificios de gobierno, y tenía un trazo interno en las colonias Tlatelolco, Juárez, Balderas, Pino Suárez, Centro Médico y las zonas más devastadas?
Pocos casos muestran de manera tan bochornosa la corrupción y el maridaje entre los intereses personales y los de los funcionarios, concluyó. Después de un silencio rotundo, se escucharon los aplausos en el recinto.
Nota basada en la presentación de Elena Poniatowska del 15 de junio de 2015 en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde charló con los estudiantes y rememoró pasajes del sismo de 1985.
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