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Denilson Huaraca, una tradición ancestral en el entierro del hijo que exigía el fin de la represión

Juan Zapata / Amanda Meza

En el cuadro de madera donde están aún más jóvenes Dionisio Huaraca y Dolores Vílchez les acompaña la foto del último de sus ocho hijos: Denilson. Ahora solo queda la imagen que les provoca una mezcla de dolor e ira y la creencia de que una desgracia les ha caído encima.

La muerte de Denilson se da casi un año después de la muerte de Emilio, otro de sus hijos. Pero la partida de Denilson ha congregado más que solo dolor, hay un impacto que no se puede describir porque como lo dice su hermano Marcelino, esta muerte ha sido por la represión de las fuerzas armadas y policiales por parte del Gobierno central a las protestas en las provincias de Apurímac.

Mamá, papá y hermanos de Denilson. (Foto: Juan Zapata)

El jueves 9 de febrero, Denilson murió a causa del impacto de una bala que le cruzó desde la costilla izquierda y le atravesó el pulmón. Su muerte fue instantánea, según la pericia del proyectil que ha recibido la familia. El último hijo de los Huaraca Vílchez salió el miércoles 8 de febrero de su casa en el distrito que lleva el nombre del tayta José María Arguedas, para ir a otro poblado a sumarse a las protestas en contra del régimen de Dina Boluarte y el Congreso. Por una red social donde formaron un grupo familiar comunicó el jueves que estaba en la comunidad de Izcahuaca y que retornaba con otros comuneros en un camión.

Su hermano Marcelino narra: “A las 3 de la tarde fueron intervenidos en el camión por la policía y les dispararon con armas de fuego, primero a la llanta, por lo que el vehículo se detiene. Ellos están dentro del camión y no sabían qué pasaba. Luego disparan a la carrocería y allí un proyectil impacta en el cuerpo de mi hermano. Murió de forma instantánea, no tuvo tiempo de decir nada”.

El zapatito de cuando Denilson era aún bebé (Foto: Juan Zapata)

Hasta ahora la familia no ha recibido otra comunicación formal, solo por versiones de testigos les han dicho que hay tres heridos.

“Cuando la policía dispara, se abre la puerta y ellos se juntan al fondo, incluso una persona con las manos arriba dice: ¡no disparen!, y ahí cesan, los bajan, y los enmarrocan y los ponen contra el piso”, agrega Marcelino.

EL HIJO QUE FALTA

Denilson, como el menor de los hijos, asistía a sus padres en los quehaceres del hogar. Durante la pandemia solo se ausentó para ir a trabajar a Juliaca, pero cuando regresó ya la crisis del país aumentaba y se quedó en casa pero atento a lo que ocurría.

Hace dos semanas junto a su hermano Marcelino fue a dar su examen de admisión para ingresar a Servicio Nacional de Adiestramiento en Trabajo Industrial (SENATI), porque tenía planeado estudiar mecánica automotriz. Su deseo en ese momento se cumplió e ingresó a la reconocida institución. Sus clases empezaban el 13 de febrero, cuatro días le separaban de empezar el sueño del futuro. La muerte llegó primero, una bala policial acabó con su vida.

“Queremos que se haga justicia. Que se reconozca a mi hermano como un ciudadano que venía trabajando y era el sostén de sus padres. Queremos el apoyo de autoridades que conocen el caso y que ahora están investigando y a través de ellos se esclarezca y se sancione a quienes sean responsables”, enfatiza Marcelino.

Foto: Juan Zapata.

LA PIEDRA Y EL FUEGO

Durante las honras fúnebres de Denilson, una tradición ancestral se hizo presente. Primero, se nombró una comisión del pueblo para abrir un hoyo para el entierro, se toma una piedra grande pesante que va sobre la tumba. La comisión esconde la piedra, solo da una referencia de donde puede estar en un lugar fuera de cementerio. Luego, nombran a un familiar, que puede ser un hijo, yerno o pariente. Como Denilson no tenía hijos, se designó a un familiar para que busque la piedra; en ese recorrido le echaron agua, gaseosa, cerveza, y otras cosas hasta que llegó el momento en que encontró la piedra y la llevó a la tumba.

El velorio es acompañado todo el tiempo con música, sobre todo yaravíes. El violín es infaltable, es el corazón de la melancolía. En el arpa uno de sus sobrinos arranca lágrimas con el baile de sus dedos. A su tío le gustaba la música y le enseñó a amarla. Un gusto que compartían.

Foto en la búsqueda y entrega de la piedra. Foto Juan Zapata.

Pero Denilson aún queda en la memoria de su familia y en las pertenencias que son ahora son recuerdos de una vida, de abrazos, crecimiento, gustos y sueños. Los familiares delegaron a un compadre (familiar o amigo de la familia) para decidir qué hacer con las prendas de vestir y otros objetos de Denilson. Esta vez, se dejó en libertad para que quienes quisieran algo de él puedan llevarlo. El resto de la ropa que se ha puesto en un inventario, una parte se quema y otra se guardará hasta el próximo año. Cuando Denilson cumpla un año de su fallecimiento, en este caso cuando se cumpla un año de su asesinato, será nuevamente honrado como manda la tradición y será motivo para saber si aquellas principios y deseos de un país sin injusticia que tanto deseó se han de consumar. 

Canción de piedra y fuego. Foto Juan Zapata.

Publicado originalmente en Wayka

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