Brasil en Rojo

Spensy Pimentel

Democracia de mierda

La leyenda cuenta que fue en el período de movilización en apoyo del gobierno de Salvador Allende en Chile en 1973, que surgió el lema: «Es un gobierno de mierda, pero es mi gobierno».

En el Brasil de hoy, con un gobierno que está en grave peligro de ir por el desagüe en unas pocas semanas, la frase es cada vez más improbable. Hasta hace poco, yo podría escribir que «no es mi gobierno de mierda, pero es el de muchos amigos mios.» Hoy en día, incluso los más ortodoxos reconocen los graves errores cometidos por el PT en la conducción política, desde el hecho de que varios miembros del partido han estado involucrados en actos de corrupción, hasta la negligencia hacia sectores como la comunicación y la reforma agraria, por no hablar de la adopción de un desarrollismo depredador ya criticado en numerosas ocasiones por quienes siguen a la discusión sobre los pueblos indígenas y el medio ambiente.

Lo que sucede, y más y más personas se dan cuenta, es que el problema en el Brasil es mucho más amplio. A lo largo del siglo XX, el país tuvo más períodos de excepción que lo que algunos llamarían «normalidad democrática». A decir verdad, si se piensa en ello, nuestro «normal» es el autoritarismo.

Recientemente, las personas que usan camisas rojas – incluso sin nada que ver con partidos de izquierda – comenzaron a ser asaltadas en las calles de varias ciudades. Hasta niños con ropas de color roja han recibido insultos – en un nivel tan primario que incluso un bebé con la ropa de Mickey Mouse y un niño con una camiseta con la bandera de Suiza fueron atacados.

Mientras tanto, muchos amigos negros, militantes de los movimientos culturales periféricos en ciudades como São Paulo, Rio de Janeiro y Salvador, comentaban así en las redes sociales: la clase media blanca está probando ahora lo que hemos pasado todos los días desde siempre, frente a la policía.

Una declaración de este tipo podría incluso ser la clave para la inacción: «¿Qué buena es la defensa de una «democracia» que sólo beneficia a los ricos blancos?».

En Brasil, miles de indígenas siguen sin tierra, esperando la demarcación de sus tierras en reservaciones que se parecen a los campos de refugiados, mientras que los jóvenes negros de la periferia siguen muriendo en crímenes cometidos, evidentemente, por escuadrones de la muerte formados por la policía y raramente punidos. Los bancos y los medios de comunicación siguen con miles de millones en ganancias, sin la intervención del gobierno. Delitos ambientales son cometidos, y los funcionarios públicos están más preocupados por asegurar que las empresas no van a la bancarrota que con la corrección de errores.

¿De qué sirve la defensa de un gobierno – cualquier gobierno – si no da la menor señal incluso que un día va a estar interesado en la corrección de este tipo de situaciones?

Pero no es lo que está sucediendo. En todas partes, la gente se pone de pie en defensa de la democracia y fórmulas incluso improbables a la izquierda, como el “estado de derecho”. Como si dijeran: «Es una democracia de mierda, pero es nuestra democracia».

Incluso el movimiento indígena, a través de sus voces más importantes, se ha manifestado en consecuencia. Incluso los movimientos culturales de las periferias metropolitanas están organizando eventos en defensa de la democracia. Las más importantes voces populares del país están alzadas en contra de la farsa en curso.

¿Qué está pasando, entonces? Es que el «golpe blando» ahora trazado en Brasil apenas disfraza sus intenciones. Y si la maniobra se hace efectiva, habrá paliza para todos, no hay ninguna duda. No es de extrañar que los sectores de derecha han recuperado el uso generalizado del término «comunista» para designar cualquier perfil de persona fuera de los padrones. Hoy en día, esa gente ataca a cualquier uno con un posible aspecto de la izquierda militante en los espacios públicos, sin tener en cuenta el apoyo del gobierno o no.

Los episodios de odio contra los indios, los negros, los homosexuales, las mujeres son comunes en Brasil todo el tiempo. Pero en los últimos meses, han estado acompañados de mensajes crípticos dando a entender que el golpe va mucho más allá de PT. No por casualidad, «queremos de vuelta nuestro país» ha sido una de las consignas que se repiten en el movimiento del golpe.

Un país amigo, mestizo, sonriendo como em un anuncio en la TV Globo, sin ninguna mujer o homosexual reclamando respeto, sin negros que compiten por espacio en el mercado laboral o universidades, sin indígenas ocupando tierras para reclamar sus derechos: este es el sueño no tan secreto que el movimiento esconde bajo la vistosa banda de la «lucha contra la corrupción».

Y por eso, en Brasil, aunque el gobierno sigue siendo insostenible, vivimos en una democracia de mierda, pero nuestra democracia.

Fotografia: Archivo Marcelo Aguilar

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