Del recuerdo de Fukushima a la esperanza por el clima

Raúl Sánchez Saura

Comienza esta semana en día aciago como es el 11 de marzo. Se cumplen 8 años de Fukushima. Una ocasión en la que se amontonaron las tragedias de un terremoto, un tsunami, y el famoso accidente de la central nuclear, en la que la fusión del núcleo provocó la falta de refrigeración y la liberación de radiación al exterior. Las vidas de miles de personas cambiaron para siempre y aún no se han recuperado de ello ante la insuficiente acción, por no decir inacción, del gobierno japonés. Tampoco hay visos de que esto vaya a cambiar.

Entre estas víctimas, algunas hubieron de emigrar a otras zonas del país, dejando atrás a sus familiares para escapar de la radiación. Historias como estas apenas se siguen en los medios, y es por ello que desde el Movimiento Ibérico Antinuclear hemos decidido poner negro sobre blanco. Contactando con grupos de personas que sufrieron las consecuencias del accidente, hemos publicadoBuscando refugio: Discursos, cartas y recuerdos de las evacuadas por el desastre nuclear de Fukushima Daiichi de 2011 con Libros en Acción, traduciendo el libro que ya publicaron en su momento.

Varias mujeres nos cuentan de primera mano cómo fueron aquellos días y sus decisiones a posteriori: irse de Fukushima con sus hijos e hijas, y el difícil trance de despedirse de sus maridos, quienes no podían prescindir de sus trabajos para mantener a sus familias. En primera persona, nos desgranan la dura experiencia de las boshi hinan, las evacuadas con niñas y niños a su cargo. Sus vidas son vivo reflejo de en qué consiste una tragedia nuclear. Nos ayudan a entender lo que nadie quiere que ocurra, y que sin embargo ha ocurrido demasiadas veces. En esta edición ademas contamos con el prólogo de Yolanda Picazo, miembro del MIA e impulsora originaria de la idea, junto con el periodista y activista Toshiya Morita, así como el físico nuclear Francisco Castejón, quien aporta una visión científica del desarrollo de los acontecimientos. Trabajar con ellos ha resultado un placer a cada paso del camino por sus experiencias, empatía y conocimientos, que movilizan para las causas más solidarias. Ojalá este granito de arena ayude a poner fin a esta temeridad.

En primera persona, nos desgranan la dura experiencia de las boshi hinan, las evacuadas con niñas y niños a su cargo. Sus vidas son vivo reflejo de en qué consiste una tragedia nuclear. Nos ayudan a entender lo que nadie quiere que ocurra, y que sin embargo ha ocurrido demasiadas veces.

Los eventos alrededor de Fukushima no terminan aquí, ya que a lo largo del territorio se producen plantaciones de árboles en recuerdo, y en Madrid además proyectaremos el cortometraje La fuga radioactiva. Este corto ha surgido del esfuerzo de activistas contra el cementerio nuclear (ATC) de Cuenca, impulsado por el esfuerzo de cientos de personas voluntarias y bajo la dirección de Eduardo Soto. A quien le interese conocer aquello a lo que se opone el movimiento antinuclear, tiene una cita en el Ateneo de Madrid esta noche.

Con estos actos, uno más literario y el otro más cinematográfico, planeamos sobrellevar el 11 de marzo desde el compromiso por reducir el sufrimiento en el mundo y no ampliarlo, pero también dejando espacio para la esperanza de un cambio surgido desde abajo. Este 15 de marzo cierra la semana que hoy empieza con la huelga estudiantil, la primera estatal por el clima y siguiendo la estela iniciada en Suecia por personas como Greta Thunberg. La energía de esta juventud es lo que se necesita para afrontar el cambio climático, para cerrar la nuclear y democratizar la energía. Y no extraña que luchen por ella quienes más van a sufrir el convulso siglo XXI. Este movimiento es uno de los mayores motivos para atreverse a mirar el futuro con optimismo en vez de con catastrofismo.

Este 15 de marzo cierra la semana que hoy empieza con la huelga estudiantil, la primera estatal por el clima y siguiendo la estela iniciada en Suecia por personas como Greta Thunberg. La energía de esta juventud es lo que se necesita para afrontar el cambio climático, para cerrar la nuclear y democratizar la energía.

La capacidad de la población más joven de manejar las redes sociales al tiempo que se suman al activismo social promete una bienvenida regeneración, la visibilización de ciertas perspectivas no discutidas anteriormente y una ambición de desbordar tan necesaria como siempre. Si este movimiento estudiantil consiguiera movilizaciones en todo el territorio y se erigiera en, como dicen algunas, un 15M u 8M climático, tanto mejor. Mas allá de intentar marcar la agenda política de cara a las elecciones de abril y mayo, que miles, potencialmente millones de personas se organicen y luchen por sus derechos supone una de las mejores noticias en meses. Nos hacen falta, más cuando avanzamos hacia el fin de la nuclear, que puede impulsar el desarrollo de las renovables para que dupliquen su producción en tiempo récord. Con todo el avance que esto supone hacia el autoconsumo y la descentralización. Democracia energética, al tiempo que daríamos pasos de gigante hacia una soberanía que promete ser clave en las próximas décadas.

La mejor motivación para este nuevo ciclo la encontramos en el recuerdo y la solidaridad con tragedias pasadas, por evitarlas y crear prosperidad donde antes dejó de crecer la hierba. Manos a la obra. 

Este material se comparte con autorización de El Salto

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