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Del dolor común a la búsqueda de vida: Madres Igualtecas en Busca de sus Desaparecidos

Fabrizio Lorusso*

El colectivo de Madres Igualtecas en Busca de sus Desaparecidos es un grupo, formado en abril de este año en Iguala, Guerrero, de noventa y nueve mujeres y cuatro hombres, quienes buscan a sus seres queridos desaparecidos. El texto se compone de entrevistas cortas a integrantes del grupo sobre los temas de la búsqueda y el encuentro, la memoria, el pensamiento que desean dejar, y el colectivo. Dieciséis personas hicieron memoria y dieron su testimonio. Poco a poco su lucha ha sabido transformar un dolor común en un anhelo colectivo de búsqueda y en la conciencia de los derechos que les han sido negados. El dolor y la búsqueda de las madres de Iguala y de México irrumpen en el espacio público y de esta manera trascienden, van más allá del caso individual, de las cifras oficiales y de la soledad para volverse un patrimonio moral de toda la sociedad contra el miedo y la injusticia. Este trabajo trae inspiración de dos trabajos artísticos y literarios que recientemente han contribuido a visibilizar las historias de las víctimas del conflicto armado en México, dándoles voz y palabra a los y las sin voz de esta época de nieblas y noches terribles.

El primero de ellos es una exposición de zapatos que son grabados con mensajes sobre “la búsqueda y el encuentro” y llevan en sí el pensamiento y la memoria de los familiares que buscan a los y las desaparecidas. Son sus zapatos que portan frases de dolor, esperanza y búsqueda, y son desgastados por tantos caminos recorridos en marchas, pasillos, protestas, oficinas, calles, desiertos y pasillos burocráticos sin fin. Cada texto se reproduce también sobre un papel con fondo verde-esperanza y representa sin mediaciones el deseo de los familiares. Es un proyecto itinerante y colectivo que se llama Huellas de la Memoria y que, en sus andares por varios continentes durante tres años, se ha vuelto altavoz y percusión de lucha en una Campaña Internacional contra la Desaparición Forzada.

Otro proyecto inspirador se llama Memorias de un Corazón Ausente y es un libro de historias de vida en que algunas mujeres construyen la memoria de la ausencia de los seres queridos que están buscando. Más allá de la desaparición y de su caso, tejen narraciones sobre la vida, las pasiones, los gustos, los recuerdos y, finalmente, la presencia de sus familiares ausentes. En la introducción, Jorge Verástegui González, entre los fundadores de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila, describe un concepto importante, el de búsqueda de vida, que ayuda a entender la comunidad del dolor y de esperanza que mueve a muchos colectivos de buscadores en su lucha. Quien ya no está y es buscado, pues, pudiera estar con vida o no, pero finalmente lo que mueve la búsqueda es la vida misma, tanto en su sentido material como en el espiritual. Lo que se busca es vida y reconexión sea como sea, de todos modos, para cerrar un “duelo suspendido”, un ciclo de dolor que hiere profundamente no sólo a las víctimas sino a toda la sociedad.

La construcción de narraciones y sentidos alternativos a los que generan las estructuras del Estado y de los medios de comunicación de consumo inmediato, con su sesgo oficialista, sensacionalista y a menudo revictimizante, es una de las tareas clave del periodismo de investigación, de la historia oral y de la historia del tiempo presente, enfoques que guían estas entrevistas.

 

Sandra

Sandra Luz Román Jaimes tiene 55 años y es de Iguala. Lucha contra un cáncer y para encontrar a su hija Ivette Melissa Flores Román, quien hoy tiene 25 años y fue desaparecida el 24 de octubre de 2012. Sandra está acompañando el camino del nuevo colectivo que se formó en Iguala el pasado 15 de abril y que se llama “Madres Igualtecas en Busca de sus Desaparecidos”.

Búsqueda. Para mí significa satisfacción, lucha, y búsqueda de la justicia y la verdad. Cuando la busco, por ejemplo en las caravanas de búsqueda en vida, me siento bien conmigo misma porque no dejo un momento de buscarla. Para mí es un privilegio el tener asociaciones que me invitan a buscar a los desaparecidos. No tan solo busco a mi hija sino a miles de desaparecidos porque tanto puedo encontrarla a ella como a hijos de mis compañero. De no buscarla, yo me sentiría incompleta, como que no estoy haciendo nada para encontrar la verdad.

Cuando salimos a buscar al campo o en fosas o en clínicas o en el seguro o en Semefos, siente uno temor, miedo a que en esas fosas pueda estar ella. O en algún manicomio o alguna ciudad en que ande ambulando en las calles. Pues sí, es una tristeza que sentimos. No sólo yo, sino todos los compañeros nos sentimos tristes e incompletos, pero al mismo tiempo con la satisfacción de que en un futuro nuestros nietos o los hijos de nuestros desaparecidos puedan decir: “Cuando aquí nadie buscaba a los desaparecidos y desapareció mi mamá o una tía, mi abuelita fue de esa época en que se fundó el primer grupo de ‘Los otros desaparecidos’ y de allí, desde que desaparecieron a los 43 estudiantes, empezó la gente a buscar a sus hijo”.

Esa va a ser casi como una leyenda que va a quedar marcada para tantos años. A lo mejor yo no lo voy a ver pero va a quedar como algo muy simbólico. Simbólico incluso “malamente”, porque ¿quién hubiese querido que en esa época hubiesen desaparecido todos nuestros hijos?

Y de esa forma en 2012 fue cuando desaparecieron a puras mujeres, mi hija es de ese periodo en que se llevaban a las muchachitas. O encontraban a los muchachos en la calle para llevárselos sin rumbo. Ahora es 2018 y aún no sé del paradero de mi hija. Va a quedar marcado ese 26 de septiembre de 2014, histórico. Se crearon muchos colectivos. Es la fecha clave en que la gente “perdió el miedo”. Entre comillas, porque sigue habiendo gente con miedo, pero quiero pensar que fue allí cuando perdimos el miedo y pensamos que si los padres de los 43 andaban en su lucha, pues nosotros también vamos a emprender la lucha de buscar a nuestros hijos.

Memoria. El recuerdo de ella es que siempre me decía “Yo no me voy a casar, voy a ser soltera siempre, y nunca te va a faltar nada, yo te voy a dar todo y nada te va a pasar”. Era mi hija la que me ayudaba, me empujó a salir adelante y juntas, pues trabajábamos las tres. Ella sacó ficha para estudiar criminalística, ella quería ser doctora en criminalística. Y sacaba adelante a su hija porque tiene una niña que ahora tiene ocho años, es de carácter fuerte. Convivo con ella.

A raíz de la desaparición de mi hija enfermé de cáncer de mamá, fue hormonal y bueno, aunque la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas dice que no se relaciona con el hecho victimizante, en realidad sí lo es porque hace seis años yo no tenía cáncer. Me tocó estar pasando por esta etapa de las quimios y creo que le llegó a oídos del suegro de mi hija lo de mi enfermedad y llegó la niña a buscarme. Ahora tengo de septiembre para acá, apenas, conviviendo con la niña y siempre con el miedo porque la llevo, la voy a dejar, y puede ser que me arriesgue mucho, porque tanto puedo regresar como ya no.

Pensamiento. Le digo a mi hija que, esté donde esté, siempre la voy a recordar con mucho cariño y, si está viva, que siga adelante, que estudie, que no se frustre la vida haciendo tonterías y que vaya por el camino del bien. Que busque apoyo en alguna asociación civil para que ella pueda salir de donde está. Y sin ya no vive, pues en memoria siempre la llevaré presente, muy en alto, su vida y su imagen. Y siempre pediré justicia por lo que haya pasado.

Colectivo. Nos une el mismo dolor, porque todas llevamos el mismo rumbo, pues aquí nadie puede caminar por un camino de plata, otra de oro y otra de cobre, o sea todas llevamos el mismo rumbo y el dolor nos mantiene unidas. Ahora tenemos un colectivo nuevo, encuentro la unión de todos los compañeros y como colectivo la idea es encontrar la verdad y la justicia. Si tú caminas solo, nunca la vas a encontrar, en cambio en colectivo tenemos la ventaja de poderle exigir al gobierno, hasta de ir a cerrar una institución o protestar cuando no estamos de acuerdo con algo que hagan por nosotros.

Encuentro que los caminos y los tropiezos que yo tuve sirvieron porque ahora los demás del colectivo ya no pasan por lo mismo. Se aprende uno del otro. En mi caso, antes, aprendí sola antes de la desaparición de los 43 estudiantes. Cuando por ejemplo las instituciones llegaron a la iglesia de San Gerardo, que fue donde se fundó “Los otros desaparecidos de Iguala”, yo ya las conocía y sabía cuáles iban a ser sus propuestas como PGR o CEAV por ejemplo. Gracias a manejos con CEAV llegue recién a ganar un amparo a nivel nacional por la negligencia del gobierno, pues nunca buscaron a mi hija y no lo va a hacer, entonces pues somos nosotros que los vamos a encontrar. La Comisión con su apoyo económico permite que sigamos en diligencias y buscando, y con eso también pude ganar el amparo y el caso de mi hija sube un peldañito más hacia instancias internacionales.

Se ganó porque el juez indaga la delegación Guerrero y corrobora cuántas personas ha investigado y cuántas diligencias ha tenido conmigo: el resultado es que no hay ninguna. En la Fiscalía de Búsqueda de Desaparecidos de PGR en CDMX tampoco encontraron diligencias. Solo se encontró algo, muy poquito, en SEIDO. Entonces, como no han investigado a nadie ni nunca me han mandado a traer, ya no tengo nada que agotar en México y voy a instancias internacionales como la ONU, que emitió recomendaciones por el caso de mi hija como “muy delicado”. Y aquí hicieron caso omiso, ni siquiera me dieron un botón de pánico o protección por algún mal que me puedan hacer. Es muy delicado porque tiene poco, el 31 de octubre pasado, hubo personas que tuvieron un enfrentamiento y allí fue asesinada una persona que privó de la libertad a mi hijo. Luego se desquitaron y fueron a matar a toda una familia y con eso justifico que el caso de mi hija no es cualquier cosa…

El 15 de abril de 2018 se formó en Iguala, Guerrero, el colectivo de Madres Igualtecas en Busca de sus Desaparecidos. En un inicio fuimos quince y ahora llevamos unas 103 personas que salieron de “Los otros desaparecidos de Iguala”. Además, hay cinco nuevas compañeras que se van a integrar pero aún no tienen denuncias. En su gran mayoría son mujeres, pues se compone de noventa y nueve mujeres y cuatro hombres: don Norberto, don Sirenio, don Rogelio y don Margarito.

La finalidad del grupo es seguir la búsqueda principalmente en fosas. Pero claro, también la búsqueda en vida. Todas tienen denuncia federal, ya que cuando se fundó “Los otros desaparecidos” hubo mucho trabajo en esas denuncias. Estamos solicitando al gobernador que nos apoye con una renta, mobiliario o que nos busque un espacio para tener un lugar, ya que estar en domicilios o en la calle no es ideal. Se supone que sí nos van a ayudar. Pronto vamos a buscar una reunión para ver los avances. Le hemos pedido a la CEAV también. También habrá que ver con el Municipio. Apenas empezamos, andamos como los bebés, ¡paso a paso! Estamos pensando iniciar las búsquedas, se había fijado una fecha para el 30 de noviembre, pero no se confirmó por parte de PGR, igual porque termina el sexenio y va a haber cambios.

Del 19 de enero al 1 de febrero vamos a participar en la IV Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, como las que se hicieron en los últimos dos años en Veracruz o Sinaloa. Las Madres Igualtecas vamos a participar, lo que sirve también de presión para mostrar la urgencia de las búsquedas. Es un esfuerzo conjunto de varios colectivos del estado y del país. Vamos a empezar en Huitzuco con Mario Vergara y su grupo de “Los otros buscadores”, luego se irá a Taxco, Cocula, Chilpancingo, Teloloapan, y varios pueblos más de todo Guerrero.

 

Prisca

Prisca Arellano Rocha tiene 63 años, es originaria de Iguala, y busca a sus sobrinos, hijos de una de sus hermanas. Son Omar Basilio Arellano e Isidro Vázquez Arellano, quienes fueron desaparecidos el 6 de enero de 2013 y el 16 de febrero de 2013.

Búsqueda. Para mí significa una cosa muy importante porque son mis sobrinos, pero es como si fueran mis hijos, y es muy importante para mí estar en la búsqueda porque quiero saber de ellos. Hasta ahora no he sabido nada y yo deseo que esto se dé pronto, que los encontremos, sea como sea queremos saber de ellos. Para nosotros es muy doloroso no saber nada, vivimos todavía pensando en ellos.

Memoria. Lo que más recuerdo es que cuando eran días decembrinos, año nuevo, convivíamos mucho y ya no los tenemos y nos duele mucho. ¡Cómo quisiéramos que regresaran de nuevo para convivir como lo hacíamos antes! Eran muy buenas gentes, eran buenas personas, muy inteligentes y trabajadores, porque ellos no vivían de lo ajeno, sabían trabajar muy bien y de eso vivían.

Pensamiento. Quisiera dejarles el mensaje de que los quiero mucho y que los extraño. Le pido a Dios que pronto nos vamos a estar viendo, primeramente Dios. Esperemos en Dios en que pronto haya un reencuentro, sea como sea, porque es lo que esperamos.

Encuentro. Sería algo muy bonito. A la vez bonito y a la vez triste porque si los encontramos vivos, ¡Qué bueno! Ojalá que Dios así lo quisiera. Pero si lo encontramos ya fallecidos, pues va a ser triste para nosotros y el dolor nunca se nos va a quitar, el dolor siempre va a estar allí permanente.

Colectivo. Para mí es como una familia, porque sentimos el mismo dolor.

 

Margarito

Margarito Soriano Eusebio tiene 81 años, es de Atenango del Río y radica en Iguala desde hace 60 años. Buscaba a su hijo, Mario Soriano Giles, desde que fue víctima de desaparición en 2010. Lo encontró sin vida y le fue entregado en julio de 2018 en Taxco, pero don Margarito sigue buscando, acompañando al colectivo de madres igualtecas.

Búsqueda. Me sentía afligido, triste, no andaba yo contento. Me preocupaba mucho, Yo sentí mucho a mi hijo. Lo busqué mucho. Caminaba en los cerros. Estuve yendo al campo durante dos años, pasadito de dos años. Y hasta que lo encontramos dejé de ir. Ahora participo en otro colectivo, me están invitando a salir de búsqueda, pues lo mismo. De difuntos que pues no han sido encontrados, de desaparecidos, para ver si se logra.

Memoria. Él trabajaba conmigo, los dos éramos carpinteros. Al desaparecer él, me sentí mal, me puse un poco enfermo, pues, ¿verdad? Después me recuperé. Mi hijo era carpintero como yo. Nos poníamos a conversar algún trabajo que agarrábamos, platicábamos primero cómo se iba a hacer y pues ya lo realizábamos con el pensamiento hecho. Mi hijo era muy bueno para eso, quizás mejor que yo porque él estaba joven, se entusiasmaba mucho y cualquier trabajo lo hacía muy bien. Hasta me decían, “mándelo mejor a México para que allá aprenda un poco más”. Tenía 36 años.

Pensamiento. Bueno, solamente decir que Dios lo tenga en su santa gloria y me dé resignación a mí y que pueda seguir adelante mi vida.

Encuentro. De verdad yo sentí algo que me calmó porque en sí el encontrarlo así no es lo mismo, claro que da gusto, se siente uno contento, pero no es igual, no totalmente a gusto. Porque para mí hubiera sido vivo y no muerto.

Colectivo. Bueno, así como yo siento o sentí que mi hijo no aparecía, así creo yo que los demás sienten lo mismo que yo. Eso es lo que me une a ellos, a la gente, para que yo pueda seguir en la búsqueda con ellos, en su compañía.

 

Antonia

Antonia Torres Ortiz tiene 53 y viene de Teloloapan. Busca a su hijo Francisco Ocampo Torres. Eran tres los que buscaba, pero dos se los entregaron muertos: su esposo Francisco Ocampo Figueroa y Eric Ocampo Torres. Ahora les pido que me ayuden a encontrar mi hijo Francisco.

Búsqueda. Andar buscando significa para mí algo que me nace. Si no me muevo a andar aquí, siento que no estoy haciendo nada para buscar a mi hijo. Así ando bien, aunque a veces esté triste, pero les pido, pues, que me ayuden a encontrarlo porque él dejó a sus tres niñas. Se lo pido porque me habían dicho que lo habían visto por Cuernavaca. Se lo comenté al Licenciado Rivero de la PGR, dijo que iba a ir conmigo pero no me hablado. Creo que ya se le olvidó.

Memoria. Recuerdo muchas cosas bonitas de mi hijo que si se las cuento, voy a ponerme a llorar. Era un hijo muy buena gente conmigo. Aunque estaba casado nunca se apartó de mí. Él siempre cuando se iba, y todavía esa mañana, pasó a decirme “ya me voy amá, voy a trabajar”. Y fue el último día que lo vi porque en la tarde se vinieron para Iguala y él ya nunca regresó. Les pido que me ayuden porque me quedé muy mal con la pérdida de mis hijos y me esposo. Desaparecieron juntos. Venían de Teloloapan a Iguala a las siete y media de la noche. Mi hijo venía herido Nunca supimos quién fue o qué pasó.

Pensamiento. Quiero decirle que si mi hijo vive, qué regrese a mí. Que no le voy a preguntar nada de lo que haya pasada. Que si él me ve algún día, qué regrese conmigo. Nunca le voy a preguntar nada, si él quedó mal por lo que le hicieron a su papá y a su hermano. Lo que quiero es que regrese.

Colectivo. Nos une el hecho de que aquí entre una y otra sacan sus tristezas, y así va uno superando las cosas. Tuve que salirme de otro colectivo y me sentí triste, y me quedé con la esperanza de que algún día iba a nacer otro y eso pasó. Regresé otra vez, ahora me siento bien. Vengo aunque sea a las carreras, a veces sin dinero para el pasaje, pues yo trabajo para mi niño y mi niña, porque todavía tengo un niño de 15 años y una niña de 12. Cuando me llaman aquí, es una necesidad venir porque yo siento que voy a tener noticias de mi hijo.

 

Esperanza

Esperanza Rosales Segura tiene 53 años, es de Iguala, y busca a su hijo, Alejandro Moreno Rosales, y a su primo, Marco Antonio Rosales Castrejón, desde el 13 de noviembre de 2009.

Búsqueda. Para mí es encontrar a mi hijo. Quisiera encontrarlo, como dicen por allí, “como Dios diga”, es decir vivos o muertos. No sabemos si estén muertos, ya tienen nueve años y no sabemos nada de ellos. Es lo mismo que él de doña Tere, estaban juntos con su hijo. Desaparecieron los tres, eran amigos.

Memoria. Ellos se llevaban bien, trabajaban, salían a pasear. De mi hijo la verdad recuerdo lo mucho que me quería a mí y a sus hermanos. Era el sostén de la casa. Ya no está mi marido que se fue con otra mujer y nos quedamos solitos. Tengo un buen recuerdo porque él quería que no les faltará nada a sus hermanos.

Pensamiento. Quisiera decirle que lo quiero encontrar, que viniera a verme adondequiera que esté, necesito verlo.

Encuentro. Eso sería una gran alegría, de poderlo volver a ver.

Colectivo. Nos une el dolor. Somos lo mismo. Lo que tengo yo, lo tienen mis compañeras. Lo que a mí me duele, les duele a ellas. Eso es lo que nos une. Seguiré buscando.

 

Teresa

Teresa Rendón González, 45 años, es de Chilapa, radica en Iguala desde hace 30 años y busca a su hijo, Pedro Chavarrieta, quien desapareció el 13 de noviembre de 2009.

Búsqueda. Es fe, la esperanza de encontrarlo, como Dios me lo entregue. Él solamente va a decir la última palabra de cómo lo voy a encontrar. Quiero seguir buscando hasta donde yo pueda. Se lo llevaron de la colonia en donde yo vivo y nunca he sabido nada, nadie me ha dicho nada.

Memoria. Nos íbamos a trabajar juntos, trabajábamos en el campo, siempre estaba conmigo. Nunca se había desapartado de mí. Cuando él salía y regresaba a la casa, me abrazaba y me daba mi beso. Siempre me decía que yo era su jefa. Me decía: “Jefa te quiero mucho”, y que nuca se iba a separar de mí. Estaba muy apegado conmigo, crecieron solo conmigo. Él tenía 19 años.

Pensamiento. Lo quiero mucho y lo voy a seguir buscando. Toda su familia lo espera con los brazos abiertos para cuando él llegue… Si Dios quiere que regrese caminando porque ya ha pasado mucho tiempo.

Colectivo. Más que nada el dolor que todas tenemos, todos andamos buscando. Y a veces nos platicamos las cosas entre nosotras por la confianza que tenemos. Estamos unidas, andamos en lo mismo. Lo buscaré hasta encontrarlo, qué Dios me dé la fuerza.

Sirenio y Ernestina

Sirenio Ocampo de Jesús, de 68 años, y su esposa, Ernestina Marino Luciano, de 67, son originarios de Ocosingo y Copalillo, radican en Iguala y buscan a su hijo Adelfo Ocampo Marino, desde el 13 de julio de 2014.

Búsqueda.

Ernestina. Es porque lo quiero, no quiero parar. Si por allá lo vieran, les agradecería mucho si me lo dijeran. Necesito verlo porque tiene su esposa y sus niñas que ya son señoritas.

Sirenio. Significa encontrarlo, saber dónde está. Queremos saber dónde lo dejaron, si lo enterraron. No buscamos a los malos, sino a mi hijo. ¿En qué parte estará? Pensamos día y noche, preocupados, que quisiéramos encontrarlo. Si alguien lo llegara a ver, qué nos los haga saber.

Memoria.

Sirenio. Cuando trabajaba con él a veces luego me decía: “Viejo, vente, vamos, ¿no quieres un refresco?”. Me recuerdo los momentos en que platicaba con él, cuando él se sentía triste y yo le preguntaba por qué. Yo le decía: “No te preocupes, eso es normal, no hay que guardarse lo pasado”. Me doy cuenta de que ahorita no hay con quien llevarme, alguien a quien platicarle mi historia, que me cuente lo que siente. Nos llevábamos como amigos cuando ya era grande. Él trabajaba y ahora es triste acordarse ahorita. A veces duermo un rato, despierto y, pues, quisiera verlo. Cuando estaba, íbamos a verlo a su casa, si no él venía con mi nuera. Con todo lo que pasó se acabaron las visitas. Mi nuera ya no viene. En lugar de que nos hable, se enoja con nosotros. Mis nietitas también. Pero bueno, las quiero porque son mis nietas.

Ernestina. Me decía: “Yo la busco llegando la Navidad”, y nos mandaba traer. “Quiero que la pasemos aquí, quiero que estén conmigo”, decía. Me siento afuera y pienso que quisiera verlo llegar para pasar juntos otra Navidad.

Pensamiento.

Ernestina. Te quiero mi hijo, nadie me tiene, sólo tú me entendías, te quiero mucho. Como siempre tratabas conmigo, tú me abrazas, nadie me abrazabas como tú, hijito. Te quiero mucho.

Sirenio. Si él se encuentra por allí, y nos estuviera escuchando. Ojalá que nos hablara que está bien. Solamente queremos saber, yo quisiera que estuviera bien, contento. Que si está vivo, que nos hable. Si vive o no solo él lo sabe. Que si está por allí, se comunique con nosotros. Es todo lo que quisiera decir.

 

Sofía y Evarista

Sofía Sánchez Salgado, de 51 años, y Evarista Salgado Olivares, su mamá de 73 años, son de Iguala, y buscan a un hermano y a un hijo de Sofía, desde el 25 de enero de 2010. Su hermano se llama Luis Fidel Sánchez Salgado y su hijo Santiago Velázquez Sánchez. Fueron a cargar gasolina aquí en Iguala, por donde está la escuela, el Tecnológico, y allí desaparecieron.

Búsqueda.

Evarista. Qué mi hijo regrese y ya esté conmigo. Si está trabajando, si hay alguien que lo conozca, pues qué me digan, qué nos hablen, por televisión también se puede. Quiero que regrese. Yo sin él no puedo estar y por eso lo busco. Ya tiene harto, son muchos años que no lo veo a él ni a mi nieto. No se me olvida mi hijo. Pues, cuando iba a búsquedas, yo sentía como que ya lo iba a encontrar allí, o que ya me iban a decir: “Mire, aquí está su hijo”.

Sofía. Qué el gobierno nos ayude para encontrarlos adondequiera que estén. Porque vea cuántos cuerpos ya han encontrado y no se sabe nada de ellos. ¿De qué sirven que sirve que se les practicaron a las familias las pruebas de ADN? Cualquier información que tengan, qué nos la den. Hemos buscado mucho en colectivo, recorriendo cerros, aun con miedo y tristeza que sentimos.

Memoria.

Evarista. A mí hijo le gustaban mucho los chilaquiles, con una salsita con chilito y huevito. Y los frijolitos. A mmi nieto le gustaban las enchiladas, las chalupitas, todo eso, las tortillas de mano…

Sofía. Mi hijo era tranquilo, le gustaba jugar futbol. Trabajador. La última vez, cuando desapareció me pidió que le preparara unas enchiladas y que lo esperara, que iba a cargar gasolina con su tío. Se las preparé, pero ya no regresó. Mi hermano trabajaba, acababa de ver a su novia, luego se fueron y ya no regresaron.

Pensamiento.

Evarista. Les diría que regresaran, que nosotros los estamos buscando. A veces yo no puedo dormir porque estoy pensando cómo están y en dónde están, si comieron o no comieron. Es lo que yo quisiera decirles.

Sofía. Que regresaran, que se comunicaran que están bien. Nosotros los seguimos esperando, los extrañamos, regresen a casa.

Encuentro.

Evarista. Yo siento como que me van a decir que ya encontraron a mi hijo. Que van a traerlo. Siento como que voy a descansar, pero luego no.

Colectivo.

Sofía. Se siente una más tranquila con el apoyo de todas las compañeras-

 

Alfonsa

Alfonsa Cecilio Agapito, 63 años, originaria de San Miguel Tecuisiapan, radica en Iguala y busca a su hijo, Alfonso Cardoso Cecilio, quien fue desaparecido a los 31 años de edad el 30 de abril de 2013.

Búsqueda. Busco porque no estoy conforme, porque para mí es muy estresante no saber a dónde fue a dar su paradero. Es muy importante porque es mi hijo. He ido a muchas búsquedas en los cerros. Cuando voy a la búsqueda tengo la esperanza de que encuentre su cuerpo, de poder darle una sepultura como debe de ser. Me siento bien al buscarlo porque es una esperanza de si a lo mejor está por allí enterrado. Las autoridades no hacen caso, ¿verdad? Ya fui a la PGR de México y les dije más o menos, les dije que me busquen y les di pistas. Allí quieren que uno ande investigando y eso no se vale porque uno se expone al peligro. Entonces ya les pedí que investiguen, pero nada. Vuelvo a ir y dicen que no han investigado pero que ya van a ir. Imagínese, tengo cinco años sin saber de mi hijo. No hay resultados para mí.

Memoria. Comparto que mi hijo, como fue el más chico, era muy bueno y cariñoso. Convivía mucho con él. Nos sentíamos bien cuando yo lo visitaba o él iba a la casa. La mera verdad me duele mucho no saber qué fue de él. Quisiera que alguien me dijera cómo pasó. Aunque yo dije quien lo levantó al Lic. Rivero de PGR, allí es puro “no, no, no”. No sé si están de acuerdo con ellos o quién sabe. Mi hijo fue una persona muy bonita en como convivíamos con él. Me tranquiliza recordar como yo convivía con mi hijo.

Pensamiento. Le quiero decir que con ansia lo estoy esperando, primeramente Dios. Ya lo puse en las manos de Dios y pues él va a hacer la obra. Ojalá. Si está vivo, qué bueno, para mí va a ser una alegría tremenda. Porque mi hijo dejó una nenita, me la dejó de 6 años y ahora tiene 12 la nena. Lo amamos, lo esperamos. Con gusto qué regrese. Y si no, qué Dios me lo dé como esté pero más le pido que lo devuelva con vida.

Colectivo. Estuve en un grupo desde que empezaron “Los otros desaparecidos”, después de la desaparición de los 43, cuando nos reuníamos en la iglesia de San Gerardo. Nos une el hecho de que sentimos el mismo dolor, las que estamos aquí como “Madres Igualtecas” somos de la misma “hermandad” por el mismo dolor que sentimos por la desaparición de nuestros hijos. Siento apoyo como si fuéramos familia porque como me duele, a ellas también.

Leonor

Leonor Contreras tiene 39, es de Iguala y busca a Antonio Iván Contreras, su hermano, quien fue víctima de desaparición el 13 de octubre de 2012, cuando tenía 28 años.

Búsqueda. Pues, poder encontrarlo algún día, poder por lo menos tener un lugar en donde llevarle flores, o por lo menos saber dónde está. Mi papá, Guadalupe, y mis hermanos son los que estuvieron buscando. Mi papá se fue a Veracruz a ayudar el colectivo Solecito. Yo me integré con las Madres Igualtecas. Mi cuñada, esposa de mi hermano, se quedó con Los otros desparecidos”.

Memoria. Son muchos recuerdos y detalles. Él era conmigo muy cariñoso porque al final yo soy la hermana más grande, los cuidaba desde muy pequeños. Lo que siempre hacía cuando llegaba a casa es que siempre se acostaba en mis piernas, me hablaba como si fuera mamá, siempre me decía que me quería mucho. Me demostraba su cariño, siempre siempre.

Pensamiento. Quiero que sepa que lo quiero mucho. Para mí siempre va a estar aquí en mi corazón y espero algún día encontrarlo, como quiera que sea. Seguiré buscando.

Colectivo. El dolor es lo que nos une más. El dolor. Pero también saber que como colectivo podemos buscar y a lo mejor no vamos a encontrar a nuestro familiar pero sí podemos encontrar a otros que también los están buscando. Es solidaridad.

Cleotilde

Cleotilde Juárez Adame, de 53 años, originaria de Paraíso, Guerrero, vive en Iguala desde hace 35 años y busca a su hijo, Julio Alberto Salgado Juárez, desde el 2011, cuando él tenía 26 años.

Búsqueda. Significa mucho. Voy a encontrar a mi hijo. Me hace sentir bien porque lo busco, es una manera de acercarme a él.

Memoria. Recuerdo cuando me llevaba a comer, nos íbamos a Acapulco. Nos llevaba. Muchas cosas, tengo muchos recuerdos. Nos íbamos a algunas fiestas.

Pensamiento. Le digo que lo quiero mucho, lo amo y deseo de corazón encontrarlo, darle un abrazo y decirle cuánto lo quiero, cuánto lo extraño. Que lo estamos esperando, que sin él la casa se siente fría y vacía. Que anhelo encontrarlo de corazón, besarlo y decirle que lo esperamos con los brazos abiertos.

Colectivo. Encuentro que nos une el mismo dolor a todas las madres, las esposas. Estamos unidas, ya nos sentimos con más ánimo de seguir buscando a nuestros familiares. Ya no nos sentimos tan solas, tan abandonadas.

Berta

Berta Moreno García tiene 51, es de Iguala y busca a José Manuel Cruz Moreno, su hijo, quien fue desaparecido el 2 de enero de 2009, cuando tenía 22 años.

Búsqueda. Significa mucho porque lo andamos buscando, vamos a los cerros, o adonde nos dices, con la ilusión de que lo vamos a encontrar en donde sea. Mi niño chiquito ahora tiene 12 años, pero cuando íbamos más a búsqueda tenía 8 años e iba con nosotros siempre.

Memoria. Recuerdo todo. La ilusión que tenía de estar con su niña y que estuviéramos todos juntos pero pues ya no se logró eso. La niña ahora tiene 8 años. El carácter de mi hijo es calmo, no es enojón, es cariñoso y buena gente. A él le gusta abrazarnos, jugar futbol con sus hermanos.

Pensamiento. Que lo esperamos le digo. Que lo andamos buscando y su familia lo necesita. Queremos que regrese a casa, encontrarlos. Mientras vivamos lo vamos a seguir buscando y si llego a faltar yo, pues mis hijos van a seguir con lo mismo.

Colectivo. Tenemos el mismo dolor, somos iguales, y no más somos contaditas las de búsqueda. Siento que estamos más unidas porque vamos a búsquedas, andamos pasando cerros y a donde nos digan. Y vamos sin temor a algún peligro, nada, ya no nos importan, pues vamos con esa ilusión de que a la mejor en alguna cueva podamos encontrarlo, ¿verdad? No importa si no es mi hijo, si el de otra compañera es lo mismo, allí vamos.

Rogelio

Rogelio Mastache Villalobos, de 60 años, es de Iguala y buscaba a su hijo, Aldo Mastache Gonzaga, quien tenía 28 años cuando fue víctima de desaparición, el 23 de septiembre de 2014. Fue encontrado y enterrado el 3 de agosto de 2016. Rogelio habla y a ladito está un niño, su otro hijo. Entró al colectivo de Los otros desaparecidos de Iguala a principios de diciembre de 2014, cuando recién se había creado, y ahora está en el grupo de las Madres Igualtecas en busca de sus Desparaecidos.

Búsqueda. Iba mucho a búsquedas con los compañeros, nos reuníamos todos y ya planeábamos las búsquedas y salíamos al campo. Significaba mucho, era buscar a mi hijo y encontrarlo. Significa demasiado porque buscamos a nuestro familiar y gracias a Dios y a las búsquedas lo encontramos. Lo encontramos aquí en Iguala en un llano de diez hectáreas de sembradío plano, en la parte baja de la montaña que se llama Cerro Gordo. En ese terreno hay predios con distintos nombres, en el de “La Parota” encontramos a mi hijo. Tenía 18 años cuando desapareció.

Encuentro. Sentí feo porque yo quería encontrarlo vivo, que apareciera vivo. De todos modos le doy gracias a Dios que me lo entregó, aunque sea muerto. Para mí significa mucho el tener ya su cuerpo y poderlo enterrar, o sea que yo ya lo tenga y que está conmigo. Aunque esté allá en un panteón enterrado, pero yo sé que allí está él y que puedo ir a llevarle flores el día que yo quiero porque sé en donde esta´. Yo descansé mentalmente porque es una angustia bien fea el estar pensando en que si tu hijo está vio o está muerto. El poderlo encontrar para mí significó mucho.

Pensamiento. Le diría “Hijo, lamento mucho lo que te pasó, no sé qué fue lo que hiciste, pero espero que primeramente estés con Dios”. Mi hijo nunca anduvo en malos pasos, fue una víctima de tantas, seres inocentes que han matado. Tengo una idea, al estar investigando, de lo que ocurrió. Si supimos cómo fue, a él lo levantaron. Fueron tres o cuatro personas que se lo llevaron a la fuerza. Mucha gente lo vio y hubo muchos testigos que lo vieron cuando lo agarraron y se lo llevaron en una camioneta. O sea, fue la mafia que en aquel entonces gobernaba ese desgraciado de José Luis Abarca. Era la mafia que operaba en aquel entonces y que tenía todo el padrinazgo, el respaldo del gobierno municipal.

Memoria. Él era un joven que tenía una responsabilidad con su pareja, para mí era un buen hijo que estaba abriéndose paso en la vida en base a su trabajo. Él tenía un niño y otra niña, sus hijos. Uno como padre les ayuda a los hijos. Le gustaba mucho jugar billar. Es un deporte sano, siempre y cuando no tome, y a mí también me gusta mucho. Nuestros gustos compaginaban y también paginaba yo mentalmente con él.

Colectivo. Lo principal que nos une es el estar buscando a nuestros familiares. Sobre todo hay muchos compañeros que todavía no encuentra a su familiar. Entonces el objetivo principal es buscar. Yo lo encontré pero están todos los demás. Otro es luchar por nuestros derechos. Gracias a Dios el gobierno implementó varias leyes que nos protegen como víctimas, como la General de Víctimas y la de Desaparición Forzada y por Particulares, y en este sentido el gobierno está viendo por nosotros. Perdimos a un familiar que luego deja de prestar ayuda a su familia, a su esposa a sus hijas. Gracias a esas leyes hay una ayuda para alimentos o renta, esos son nuestros derechos.

Norberto

Norberto Jiménez Román, de 58 años, es campesino originario de Tlaltizapán, Morelos, radicado en Mezcala, Guerrero, desde la edad de un año, y busca a su hijo, Norberto Jiménez Heredia, quien fue víctima de desaparición a la edad de 20 años, el 13 de enero de 2010.

Búsqueda. Lo h estado buscando durante todo este tiempo. La búsqueda es algo que te da ánimo, verdad. Porque también estás en la lucha y puedes encontrar el tesoro que más buscas, vaya. Para mí es mucho.

Memoria. Recuerdo que él estaba estudiando en Cuernavaca y me fue a visitar a Mezcala, ya que había una fiesta allí. Iba cada año y esa vez llevaba dos años que no iba y llegó. Estaba el corralón de toros y cenamos todos juntos. Estuvo todo ese día, creo que fue un día lunes. Al día siguiente fue a darse una vuelta a Chilpancingo y después se vino para acá pa’ Iguala y le tocó la de malas. No más se vino a entregar por decirlo así, pues ni siquiera estaba a Mezcala. Estaba estudiando mecánica automotriz, se iba a aventar tres años. No era recio, más o menos templadón mi chavo. No andaba armando broncas. Siempre lo acostumbré a que uno siempre debe ser tranquilo y debe respetar a los demás para siempre ser respetado.

Pensamiento. Si está bien o donde quiera que lo lleguen a tener, ahora sí que si cometió alguna falta o lo tienen trabajando, nada más que lo cuiden. ¿Qué más le puedo decir, verdad? Qué recuerden que ellos también tienen sus propias familias y que cuando le lleguen a tocar, creo que sienten lo mismo. Primero Dios, mientras tenga yo vida y resistencia lo voy a seguir buscando.

Colectivo. Es la amistad y el mismo dolor de todos que tenemos. Mi vida ha cambiado. En sí, para mí, haga de cuenta que aquí me he encontrado con unos hermanos porque somos del mismo dolor.

*Este reportaje se realizó en colaboración con https://adondevanlosdesaparecidos.org/ 

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