Foto: Una Čilić
Este año marca la séptima edición del festival de arte callejero Mostar Street Arts Festivalque se celebra en la quinta ciudad más grande de Bosnia hasta el 21 de junio. Bosnia y Herzegovina no es un país que suela ser reconocido por su cultura del graffiti, pero tras el conflicto de 1992-1995, que devastó gran parte del país, el arte callejero se ha convertido en una forma de “conmemorar a las víctimas, oponer resistencia o distraer la atención para no ver los daños no reparados”.
Los organizadores del festival de arte callejero de Mostar quieren hacer algo un poco diferente. “No nos enfocamos en los ’problemas’», comenta Marina Mimoza, una de las organizadoras del festival desde su creación en 2012. Mimoza, DJ de profesión, se introdujo en el medio del arte callejero como joven trabajadora del Consejo de la Juventud de la Ciudad de Mostar. Quería formar parte de un movimiento de personas interesadas en mostrar otra cara de Mostar y transformar la historia de la ciudad: “Queremos trabajar con el arte y la nobleza que aporta a la sociedad. Queremos dar más fuerza a la plataforma del arte callejero en nuestra ciudad”.
Desde la primera edición en 2012, han participado artistas de toda Bosnia y Herzegovina, así como de otros países. Rikardo Druškić, Saša Peševski y Muhamed Baručija son solo algunos de los artistas de Bosnia y Herzegovina que han participado en el festival, así como Camilo Núñez, del Colectivo Licuando del Uruguay, quien trabajó con el artista barcelonés Jorge Polmar para crear una serie de impresionantes murales en Šantić Street, una calle central que representa la “línea divisoria” no oficial de la ciudad.
Los visitantes del festival de este año tendrán la oportunidad de apreciar la creación de cientos de obras de graffiti, murales e imágenes que permanecerán en exhibición a lo largo de ambas orillas del río Neretva mucho tiempo después de que el festival haya concluido, consolidando la floreciente reputación de Mostar como galería de arte a cielo abierto.
A la par de las principales actividades del festival, que acogerá artistas callejeros locales e internacionales, tendrán lugar diversos eventos paralelos tales como talleres, conciertos, clubes nocturnos y exposiciones.
El tema de este año no podría ser más acertado para una ciudad que todavía muestra las cicatrices físicas y emocionales de la guerra (Mostar fue el escenario de algunas de las peores violencias durante el conflicto y la que sufrió la mayor devastación): “el futuro de los espacios públicos”.
En los balbuceos del festival, los organizadores se sentían motivados por el deseo de dar vida a los muros grises de la ciudad y a los edificios que aún llevaban las cicatrices de la batalla, así como borrar los mensajes nacionalistas salpicados de discursos de odio que acechaban al transeúnte desde las fachadas de la ciudad. Sin embargo, el Mostar Street Art Festival no es el único acontecimiento de este tipo que intenta cambiar las percepciones de Mostar, así como sus realidades. El Mostar Blues & Rock Festival, que se celebra desde 2003, es un evento musical veraniego muy concurrido, al tiempo que la antigua tradición que exigía a los jóvenes zambullirse en el río desde el icónico Stari Most (Puente Viejo) de Mostar al llegar a su mayoría de edad ahora ha llevado a la ciudad a acoger la competición anual de clavadistas de primera línea, la Red Bull Cliff Diving World Series.
Reacciones positivas, obstáculos singulares
Organizar cualquier tipo de evento en Mostar es difícil, cuanto más un festival de arte callejero. Bosnia y Herzegovina alberga lo que se ha descrito como “el sistema de gobierno más complicado del mundo”. El país abarca dos entidades, la Federación de Bosnia y Herzegovina y la Republika Srpska, sin mencionar el distrito autónomo de Brčko. La ciudad de Mostar, al igual que la capital nacional, Sarajevo, forma parte de la Federación, pero su política no es menos complicada que el país donde se encuentran.
Pese a no existir fronteras ni puntos de control, las divisiones entre la población bosnia y croata de la ciudad suelen ser claras. Los dos grupos viven cada uno en una orilla diferente del Neretva, la ciudad cuenta con dos operadores oficiales de telecomunicaciones, así como dos compañías eléctricas separadas, y los niños bosnios y croatas son escolarizados en clases separadas.
Este es el telón de fondo, la denominada grad slučaj (ciudad dividida), que intentan contrarrestar los organizadores del festival reuniendo a la población.
“El arte influye en las emociones de las personas, alienta a pensar y atrae a turistas y transeúntes. Es cierto, que el vandalismo [nacionalista] aún está presente en Mostar, pero no le prestamos mucha atención. Nos concentramos en nuestro propio desarrollo y acción”.
Sabina Maslo, profesora de bellas artes y artista audiovisual, participa en el festival desde su creación. Afirma que la mayoría de los murales y graffiti realizados durante el evento permanecen intactos, aunque a veces son vandalizados o involuntariamente destruidos. Sin embargo, considera que esta eventualidad forma parte de la naturaleza transitoria de este medio de expresión.
“Algunos de los murales ornan edificios destruidos. Al igual que el Glass Bank [un antiguo y alto edificio bancario que se convirtió en torre de francotiradores durante la guerra], que ahora va a renovarse, todos los murales y graffiti pasarán a la historia. Pero es algo inherente al arte callejero. No puede preverse nada, especialmente cuando trabajas en un espacio público”, explica.
¿El Berlín de los Balcanes?
Otra artista local que contribuye a esta nueva imagen de Mostar es Maja Sinclair, de 26 años, estudiante de sociología y cofundadora de Brain Fart, una empresa que fabrica camisetas y bolsos personalizados. Harta del discurso relativo a la ciudad centrado en la división, e inspirada por las conversaciones con sus amigos, el año pasado creó una obra de arte en un muro exterior del Glass Bank que llamó mucho la atención: un mural color de rosa que retrata a una mujer y con el lema: “Hablemos de género”.
“Quería ofrecer una imagen diferente de Bosnia y Herzegovina. Quería mostrar que hay personas en este país que no viven en el pasado; que a pesar de todo lo que ha sucedido en este lugar, hay personas que intentan trabajar sobre sí mismas y enfocarse en otros intereses”.
Mimoza está convencida de que el arte callejero puede hacer reflexionar a la población y ayudar a echar por tierra los estereotipos: “Hay cientos de murales en esta ciudad. No puedes verlos y permanecer indiferente”, indica. “Tienen más significado y valor que los garabatos de algunos niñatos con la cabeza llena de ideas estereotipadas”.
En un país donde el presupuesto destinado a la cultura siempre ocupa el último renglón, y donde las organizaciones no gubernamentales tuvieron que recurrir a la ayuda de los ciudadanos para reabrir el Museo Nacional en Sarajevo al cabo de años de permanecer cerrado, tener la energía y el deseo de montar un festival de varias semanas es una verdadera proeza. Por primera vez este año, los organizadores del Mostar Street Arts Festival han decidido llevar a cabo una campaña de financiación colaborativa a fin de reunir fondos adicionales suficientes para infundirle mayor magnitud. La esperanza es que con el apoyo de la población, Mostar deje de ser una grad slučaj’ y tenga la oportunidad de convertirse en el nuevo Berlín de los Balcanes.
“El festival de arte callejero es un evento cuyo único propósito es llevar el arte a las calles de Mostar, y con ello apoyar a todos los jóvenes, independientemente de su género, religión, nacionalidad u orientación sexual”, concluye Maslo.