Las prácticas agrícolas, el sobrepastoreo, la deforestación, la modificación del uso de suelo y el cambio climático han llevado a la degradación de al menos 45 por ciento del territorio nacional, apunta Blanca Lucía Prado Pano, investigadora del Instituto de Geología.
Como parte del Día Mundial del Suelo, que se celebró el 5 de diciembre, la titular del Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo (PUEIS) añade que el problema es que el suelo es un recurso natural no renovable en términos del período de vida humana, y un elemento del ambiente de gran importancia para los ecosistemas y la economía.
“Los alimentos que comemos, los materiales para construir nuestras viviendas, la ropa que vestimos, las medicinas y el agua que bebemos dependen de la capacidad del suelo para realizar sus funciones vitales”, señala.
La experta precisa que este recurso provee servicios ambientales indispensables para mantener la biodiversidad del planeta, pues regulan los ciclos de nutrientes y participan de forma importante en el ciclo hidrológico.
Además, el sistema suelo-vegetación tiene un papel importante en el aumento o en la reducción de las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera; el recurso suelo constituye la mayor fuente de carbono orgánico en los ecosistemas terrestres y su permanente degradación podría duplicar el contenido de dicho elemento que se encuentra en la atmósfera, destaca.
De ahí que su degradación sea un tema de interés nacional, ya que representa la pérdida de suelo fértil para la producción de alimentos y el crecimiento de la vegetación, lo cual significa captura de dióxido de carbono y liberación de oxígeno.
Mayor población y urbanización
Prado Pano agrega que la superficie de tierra arable en nuestro país es de mil 740 metros cuadrados por habitante (únicamente 10 por ciento de la superficie continental), valor que disminuye con el incremento de la población y la pérdida por la urbanización.
“Tal escenario puede ocasionar que, a corto plazo, no se cuente con la superficie de tierra indispensable para satisfacer las demandas actuales y las de futuras generaciones. Además, la disminución de las precipitaciones y de los recursos de agua dulce, amenazan la agricultura de temporal y de riego.”
En los últimos tiempos se ha registrado que los suelos cultivados del mundo han perdido de 25 a 75 por ciento de sus reservas originales de carbono, las cuales han sido emitidas a la atmósfera en forma de CO2, lo anterior, a causa de prácticas de manejo que conllevan a la degradación de la tierra.
“Nuestro país se encuentra incluido entre aquellos con mayor vulnerabilidad al cambio climático. Las temperaturas promedio en el ámbito nacional aumentaron 0.85°C las últimas decenas de años, se han padecido sequías en casi la mitad del territorio nacional, mientras que en algunas regiones los patrones de precipitación han aumentado causando graves inundaciones”, resalta la investigadora.
Los fenómenos climáticos extremos, las lluvias torrenciales y las inundaciones, afectan la estabilidad de los suelos y su capacidad para amortiguar las variaciones climáticas, mantener la productividad y la biodiversidad del planeta. Especialmente vulnerables son los procesos de desertificación en los suelos de las zonas más secas, explica Prado Pano.
Variabilidad
La especialista detalla que la diversidad de los suelos en México incluye 23 grupos reconocidos por el sistema internacional Base Referencial Mundial del Recurso Suelo, lo cual también representa una variabilidad de aptitudes que poseen para cumplir con sus diferentes funciones y las interacciones que se establecen entre sus componentes bióticos y abióticos. Aunado a lo anterior, se tienen las diferentes prácticas de manejo de suelo, asociadas a la tradición y a los requerimientos de las diferentes regiones del país.
La protección y cuidado del suelo está relacionada con una falta de reconocimiento de su valor, y su degradación del suelo es un proceso inducido por el ser humano, al priorizar aspectos socioeconómicos en la toma de decisiones: cambios demográficos, problemas de tenencia de la tierra, políticas ambientales y agropecuarias inadecuadas, presión del mercado, actividades contaminantes, usos indebidos y gestión deficiente o nula.
Establecido en 2002 por la Unión Internacional de la Ciencia del Suelo, el Día Mundial del Suelo busca generar conciencia sobre la importancia de este recurso, cuyos niveles de degradación han encendido las alarmas para realizar acciones para revertir la tendencia, y promover el manejo sostenible del suelo.
En 2012, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura creó la Alianza Mundial por el Suelo. Asimismo, el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU considera el cuidado y manejo sustentable de los suelos. La UNAM, por su parte, crea en 2021 el Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo, que tiene el propósito de articular esfuerzos, propiciar la participación de equipos multidisciplinarios e interinstitucionales con la intención de generar y difundir el conocimiento relativo a la preservación, el entendimiento y aprovechamiento de los suelos.
Labor universitaria
Actualmente, el PUEIS elabora un directorio de académicos que estudian al suelo y se tiene ya registro de 236. En la Universidad se imparten cursos en ciencia del suelo a todos los niveles, desde bachillerato hasta posgrado, el registro contiene 181.
Además, hay 57 laboratorios donde se realizan análisis de suelo de diferente tipo: ambiental, biogeoquímicos, biológicos, fertilidad, geoquímicos, mecánica de suelos, experimentales, entre otros; están distribuidos en las diferentes sedes de la UNAM en la República Mexicana.
Los académicos reportaron estar atendiendo 106 proyectos de investigación en suelo. Tratan temas sobre la biodiversidad y servicios ecosistémicos del suelo, contaminación y monitoreo de los suelos, suelo y desarrollo urbano, seguridad alimentaria, adaptación y mitigación al cambio climático, manejo integral de cuencas, el suelo de comunidades rurales, suelo y salud y gobernanza del suelo.
Las áreas de estudio abarcan ciencias biológicas y químicas, ciencias fisicoquímicas y ciencias de la tierra, ciencias agropecuarias y biotecnología, ciencias sociales y económicas, humanidades y ciencias de la conducta, ingeniería y tecnología, medicina y ciencias de la salud.
La investigación que se realiza en la Universidad, contribuye a la comprensión de la problemática de los suelos, información relevante para la recuperación, manejo y preservación del recurso.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM