Caminos de la Memoria

Huellas de la memoria

De cómo El Ejército desaparece a uno de los suyos

I

El relato de Reyna Flores Romero demuestra cómo el Ejército Mexicano desapareció a su hijo Horacio Cruz Flores, un militar con 23 años de servicio, es decir, el Ejército desapareció a uno de los suyos en su propia casa, en sus propios cuarteles. Y no, no es una historia de los años en que se suele ubicar la llamada “Guerra Sucia” o terrorismo de estado en los ya lejanos años 70’s, no. La desaparición forzada de Horacio fue el 24 de febrero de 2020 y el responsable directo es el teniente César Malpica Maltes.

II

Reyna es una señora humilde del municipio de Naucalpan, Estado de México, que no ha parado en la búsqueda. Es bajita y muy delgada desde que se le declaró la diabetes. Un poco antes de la desaparición de su hijo sufrió un grave accidente en el pie derecho, por lo que fue necesario incrustarle una placa y varios clavos que le duelen, le molestan y con frecuencia provocan que se le hinche el tobillo al caminar. Sin embargo, a pesar del dolor y la angustia, no se detiene. Ella y tres de sus compañeras mantienen un plantón frente a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) desde enero. Hace unos días se vieron en la necesidad de trasladar su exigencia frente a las mismas puertas donde despacha el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ella y sus compañeras se encuentran a las orillas de la Plancha del Zócalo, encadenadas a las vallas desde la noche del 31 de agosto. Han aguantado el frío, el calor, la lluvia y la indiferencia del presidente, de los militares y de la gente que transita frente a ellas sin mirarlas. Nadie las ve ni las oye.

Desde hace meses Reyna va de una oficina a otra y nadie le hace caso y, cuando la atienden, es para mandarla a otra dependencia que le da el mismo trato. Ella no tiene ni siquiera el reconocimiento de la CEAV, hasta la condición de víctima le han negado.

La lluvia en el centro de la ciudad es constante y permanente. El agua se filtra por debajo de la pequeña casa de campaña que tiene y le moja las cobijas y las carpetas. Allí, en esos papeles mojados está toda su historia reciente. De su hijo no hay nada, nada, sólo estos papeles que ella separa y esparce en una silla para que se sequen, pero es de noche y el ambiente está húmedo. La llovizna no para. Ella y sus compañeras encadenan sus carpas y van a guarecerse a los arcos del edificio del Gobierno de la Ciudad de México. Con sus gestos dicen que pasarán una mala noche. La peor de los 5 días que llevan encadenadas. Mientras acomoda plásticos y otras cobijas, Reyna nos cuenta:

III

“A mi hijo le gustaba mucho ser militar. Siempre cumplía con su trabajo y no tenía problemas con nadie. En el Campo Militar Nº1, él era zapador y estaba en un batallón que se dedicaba a la construcción. Después ese batallón se deshizo y a mi hijo lo traían para arriba y para abajo. Lo mandaban a dejar documentación o lo mandaban a otros estados como comisionado. Y ya de ahí lo mandaron a la 25 Zona Militar de Puebla, hasta que me lo desaparecieron”.

Dos días antes que me lo desaparecieran fue a visitarme, le ofrecí de comer, pero estaba malo y como que se desvaneció, mi hija y mi yerno, que estaban ahí, le dieron los primeros auxilios. De allí lo llevamos a una clínica que atiende a los soldados en el Campo Militar Nº 1. Estuvo todo el día y la noche del 23 de febrero de 2020 en observación y ya el 24 lo dieron de alta. Salió estable, recuperado y ya entonces lo fuimos a llevar a su trabajo en un Uber. Yo misma lo entregué a su superior, el teniente César Malpica Maltes del batallón en la 17 Compañía de Mantenimiento de la 25 Zona Militar ubicada en Puebla. Al día 25 le hablamos al teniente preguntándole por la salud de mi hijo y él me dijo que no sabía nada, porque a los 25 minutos después de que lo habíamos dejado , y él dice que él se fue y salieron a buscarlo y ya no lo encontraron. Pero militares de la misma Zona dicen que ese día lo vieron dentro del cuartel. Pasaron los días, seguimos en contacto llamándolo y seguimos insistiendo por mi hijo; el teniente nos dijo que no nos preocupáramos, que mi hijo iba a llegar allá a nuestra casa. Y yo le contesté: “Ah, entonces usted sabe algo. ¿Por qué dice que va a llegar a México?” Yo así le dije.

Cuatro días después la hija de doña Reyna fue a levantar una denuncia a la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ésta, a su vez, transfirió el caso a la Fiscalía de Puebla, donde comenzaron las averiguaciones, los citatorios y, ahí en la Fiscalía, el teniente da otra versión frente a Doña Reyna: dice que el cabo Horacio Cruz se robó un celular de otro militar del que sólo refiere el apellido Picasso y señala que los hechos ocurrieron el día 27 de febrero del 2020.

El caso trasciende al aparato de justicia interna,y una jueza de la Zona Militar ordena un rastreo con perros en junio, dentro de la zona pero habiendo pasado ya cinco meses, no se obtuvo ningún resultado. A partir del rastreo canino el teniente se alejó y las bloqueó de los teléfonos y del Whatsapp. Cuando van a buscarlo no les da la cara.

Así, el teniente suelta entre sus subalternos una tercera versión de los hechos: les dice que al hijo de doña Reyna lo habían visto tirado, totalmente borracho, en la Zona Militar del Campo Marte. Ante lo cual, doña Reyna comenta: “le mandé decir que me lo comprobara porque ahí sí hay cámaras. Quise confrontarlo pero se nos esconde”.

Otro hecho de impunidad, nos dice la señora Reyna, es que el teniente César Malpica fue a la Fiscalía de Puebla y solicitó el expediente del caso y se lo llevó y lo escondió. Ahora en la Fiscalía no hay nada de documentos y el caso, por decirlo así, no existe.

Doña Reyna tiene derecho al servicio médico porque la dio de alta su hijo y es un derecho de los militares, pero la SEDENA se lo retiró desde hace meses. Así como tampoco le llega con regularidad la pensión a la esposa de Horacio e, incluso al inicio de su desaparición forzada, lo acusaron de deserción pero no pudieron demostrarlo.

Doña Reyna sigue sin creer que su hijo haya desaparecido dentro del mismo cuartel, su segunda casa. Por mucho tiempo y cuando su salud se lo permite lo busca también afuera: en cárceles, en hospitales, en Semefos. Incluso en las calles donde hay gente indigente, ella ha estado preguntando con la foto de su hijo entre los muchachos que viven en la calle.

El reto que se ha planteado a doña Reyna,es que la Fiscalía General de la República atraiga el caso y se le reconozca su condición de víctima.

Mientras eso sucede, Reyna tiene que sortear desmayos y malestares de la diabetes que luego de tantos días a la intemperie comienzan a manifestarse cada vez con mayor intensidad, deteriorando su salud.

A ratos hace rosarios y los vende, con eso a veces se ayuda para su transporte. Lleva días encadenada frente a las puertas de Palacio Nacional, con la esperanza de que a ella y a sus compañeras las vea el presidente, las escuche para que entienda que se les tiene que hacer justicia a ellas y a las miles de víctimas de desaparición forzada, así como a las víctimas de las violencias cometidas por su propio Ejército.

Mientras la justicia llega, Doña Reyna lo tiene claro: “A mí no me quitan la idea de la cabeza de que mi hijo fue desaparecido por el teniente César Malpica Maltes. Él sabe dónde está y tiene que entregármelo con vida.”

Colectivo Huellas de la Memoria

Colectivo que registra las historias de personas desaparecidas y los procesos de búsqueda de sus familiares en México y América Latina. La propuesta es grabar mensajes de lucha y esperanza en las suelas de los zapatos, usados por los familiares durante la búsqueda y denuncia de las desapariciones, y convertirlos en objetos de memoria viva.

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