Foto: Cátedra Gloria Contreras.
¿Qué lugar tiene un arte del cuerpo en un país de cuerpos desaparecidos? Esta pregunta, brutal, constituyó el primer “performance de cuerpo ausente” del artista peruano Emilio Santisteban (Arequipa, 1966), en 2008.
Él imprimió la frase en vinil y la pegó en el muro de una escuela limeña de arte donde fue profesor, en espera de una reacción de la comunidad de estudiantes y maestros de arte.
La pregunta, brutal, pretendía dar un revolcón al entonces incipiente mundo del arte performático de la capital peruana.
La respuesta no llegó.
Con el tiempo se cargó aún más de sentido. Un sentido oscuro que se extiende no sólo por América Latina, sino por el mundo; y en esa escala global, lo hace más que nunca en México, donde la pieza-pregunta ha sido activada en espacios institucionales y también fue apropiada en 2016 por familiares de personas desaparecidas.
“Los performances en Lima eran, salvo honrosas excepciones, absolutamente celebratorios del hedonismo del cuerpo”, contó Santisteban durante su participación en el Coloquio Filosofía del Cuerpo. Danzar en las Calles, Encarnar el Espacio, organizado por Danza UNAM y la Cátedra Extraordinaria Gloria Contreras en colaboración con el Museo Universitario del Chopo.
“Me di cuenta que teníamos que romper violentamente con el cuerpo escenificado, presente en el performance, en un contexto en el que se cargaba el peso de la mochila del conflicto armado, de las desapariciones, de las familias que habían perdido a sus seres queridos en la violencia política. Me parecía que, dado el contexto, esa no debía ser la idea central en torno al arte del performance.”
Durante la época del terrorismo en Perú, entre la década de los años 80 y el inicio del nuevo siglo, se contaron más de 20 mil desaparecidos, según un estudio presentado en 2018 por la peruana Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas.
Pieza de acción
La pregunta, brutal, titulada Performance, era una pieza de acción: esta ocurriría en la mente del espectador. Se presentó por primera vez de manera simultánea con el Encuentro de Performance Mochileros 2008, en el que realizó otra pieza relacionada: Responda. Mientras en la primera la corporalidad era absolutamente desaparecida, ausente, como una forma negativa de cuestionamiento, la segunda contaba con el cuerpo mediador del artista, quien vendaba los ojos a los participantes, sin mayor instrucción.
“Después de una hora, simplemente desaparezco. La gente, vendada, deja de sentir mi presencia”. Al cabo de un tiempo, al ver que no pasa nada, cada participante se iría quitando la venda de los ojos, para encontrar en ella la palabra Responda.
Ambas piezas dieron inicio al ciclo Performance, al que se sumaron otras obras, algunas de ellas consistentes en piezas de vinil, activadas en espacios institucionales del arte, como derivaciones del primer performance de cuerpo ausente: “¿Y qué lugar tomará tu cuerpo entre los desaparecidos?” (Secuestro, 2016), e “¿Y qué lugar tomará mi cuerpo entre los desaparecidos?” (Héroe, 2016).
“Una performer me dijo que la pregunta era muy abstracta y la mareaba; otro, que mi pregunta era un trabalenguas”, compartió Santibáñez.
El ciclo Performance es parte del trabajo reflexivo en torno a la corporalidad, la violencia y la desaparición con que el artista ha desarrollado la noción de “cuerpo disuelto”, y que lo ha llevado a realizar una acción política que nunca podrá completar: la adición oficial, a su identidad, del nombre de pila de personas desaparecidas (más de 800). Acción legal que en Perú supone no sólo trámites de muy largo plazo, sino una argumentación clave: para cambiarse el nombre, el solicitante debe demostrar que se siente ofendido por él, como sería el caso –real, asegura el artista– de personas que fueron nombradas Hitler.
“Sobre esta idea, establecí una querella con el Estado peruano para reclamar mi derecho a extender mi nombre, pues en tanto ciudadano, estoy ofendido por el Estado, que no ejerce su deber con respecto a las personas desaparecidas y la única manera de hacerlo es tomar ese papel”, agregó sobre su acto de reivindicación y memoria. Esta acción, que inició en 2017, será inacabable. Pelear por cada uno de los 800 nombres y fracción le llevará entre tres y 10 años. Más ahora que el artista ha mantenido en receso parte de su actividad performática de cara a la pandemia, que ha acentuado el tema de la desaparición de cuerpos y la ausencia de duelo no sólo por la muerte de cientos de miles de personas en el mundo a causa de la Covid-19, sino por las medidas sanitarias que impiden despedir los cuerpos de los enfermos fallecidos.
Llevado a cabo del 7 al 9 de diciembre, puede consultarse en la página de Facebook de la Cátedra Extraordinaria Gloria Contreras.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM