¿Cuánto verde tiene tu día en la ciudad?

Giovana Galfrascoli*

Los espacios verdes de la ciudad influyen directamente sobre nuestra salud y la del ecosistema urbano. El silvicultor urbano Cecil Konijnendijk propuso la regla 3-30-300 como una especie de umbral a partir del cual una ciudad comenzaría a mejorar su condición. En esta nota, la aficionada a las plantas e insectos, bióloga y becaria del CONICET, Giovana Galfrascoli, reflexiona sobre esa propuesta con Córdoba en la mira, en medio del cemento y la urbanización incesante, pero también de otros modos de habitar lo urbano que están cobrando forma y dando espacio a “la otra vida”. ¿Qué podemos hacer? Acá, un puñado de acciones concretas y algunos datos de colores. 

Recientemente, el silvicultor urbano Cecil Konijnendijk propuso un modo relativamente sencillo de diagnosticar a cuánto verde está expuesta una persona en su cotidiano y de crear ciudades más saludables. Conocida como la regla 3-30-300, establece una especie de umbral a partir del cual una ciudad comenzará a mejorar su condición e incluye tener a la vista desde el hogar, lugar de trabajo o escuela tres árboles, vivir en un barrio con un 30% de cobertura vegetal y vivir a menos de 300 metros de un parque o plaza.

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(Imagen: Giovana Galfrascoli)

Existe mucha evidencia de los efectos positivos que los espacios verdes tienen sobre la salud física y mental. Con esto en mente, surge casi automáticamente la pregunta: ¿cuán cerca o lejos estamos en Córdoba de esta propuesta?


 ¿Sabías que las ciudades son las responsables de emitir el 75% de los gases con efecto invernadero? También, suelen ser las más afectadas por el cambio climático a través del efecto isla de calor urbano. Con tanto cemento, la ciudad se vuelve cada vez más insoportable y el aire acondicionado no es la solución. Las casas y lugares por donde circulamos se calientan mucho si les pega el sol todo el día. La sombra, especialmente la de los árboles, es una opción superadora. 


Las ciudades se caracterizan por tener una (gran) cantidad de superficie construida entremezclada con espacios verdes que cobijan a la gran mayoría de la otra vida que habita la ciudad; los árboles, hierbas y pastos de los espacios verdes brindan refugio y alimento a una gran cantidad de hongos y animales. Estos espacios no se limitan a las plazas o parques, sino que también incluyen los árboles de las veredas, la vera de los ríos, las reservas o bosques urbanos, los jardines y otras infraestructuras verdes como los techos y paredes vegetadas. Estos sitios, si cuentan con suficiente vegetación, disminuyen los niveles de contaminación atmosférica y sonora, contribuyen en la regulación de la temperatura y la escorrentía, y sostienen gran parte de la biodiversidad urbana. Además, contribuyen en la captura de CO2 y, por lo tanto, ayudan a mitigar la crisis climática. Si tienen todos estos beneficios potenciales, ¿por qué no vemos sus resultados? 

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(Imagen: Silvina Fenoglio)

En la ciudad de Córdoba, se han realizado varios estudios durante las últimas décadas abordando diferentes aristas de los espacios verdes. Según el foco esté en las áreas verdes públicas en general, las áreas de permanencia o cercanía (es decir, las pequeñas plazas del barrio), las áreas verdes de jurisdicción municipal, etc., las conclusiones son diferentes. Así, por ejemplo, un estudio publicado en el año 2015 señala que la ciudad cuenta con 16,86 m2 de áreas verdes públicas por habitante, cifra que probablemente ha disminuido a la luz de los nuevos datos censales. Este índice ha sido ampliamente utilizado en ciudades de todo el mundo e, incluso, ha guiado decisiones políticas en el ámbito urbano. 

Sin embargo, su mayor limitación es que no refleja la distribución espacial de las áreas verdes y el acceso es sumamente importante. Si una ciudad es (muy) verde, pero una gran porción de la población no puede hacer un uso frecuente de estos espacios o gozar de beneficios locales que otorga la vegetación como el sombreado de las calles, beneficios ambientales y ecológicos más generales pueden ir en desmedro de otros aspectos importantes como el uso recreativo y social de estas áreas, acrecentando la inequidad entre ciudadanes.  


La ciudad de Córdoba ha experimentado un acelerado proceso de urbanización, caracterizado por un crecimiento difuso más allá de los bordes de la ciudad. Como consecuencia, se está produciendo una metropolización acelerada para contener a la creciente población. Lo que sucede en Córdoba no es un evento aislado, sino, más bien, una situación generalizada en el país (se estima que la población urbana argentina alcanzará el 94% en el 2030). 


Lo interesante de la regla 3-30-300 es que contempla diferentes escalas de análisis: tres árboles hacen más visible la vegetación y podrían actuar como un indicador indirecto de los espacios verdes observables; la cobertura arbórea del barrio proporciona beneficios para la salud y la refrigeración a escala local, actuando como un filtro para muchas partículas que circulan por el aire y disminuyendo la temperatura por medio de la sombra y la evapotranspiración de las hojas. Y contar con espacios verdes próximos al lugar de residencia, que sean de alta calidad y funcionen como lugares de encuentro, posibilita su fácil acceso y permite el desarrollo de actividades recreativas como el juego de niñes y adolescentes, el ejercicio físico, la contemplación, entre otras. En su conjunto, esta iniciativa promueve habitar lo verde, haciendo de la ciudad un escenario que nos acerque a los ritmos de la naturaleza.

Los procesos actuales de urbanización representan una oportunidad para contemplar desde un inicio ciertos aspectos que no fueron considerados en la constitución original de la ciudad o que se fueron desvaneciendo con el tiempo. La planificación, gestión y mantenimiento de los espacios verdes no es una tarea sencilla, y generalmente está sujeta a los vaivenes de decisiones políticas estructurales y ambientales. 

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(Imagen: Silvina Fenoglio)

Sin perder de vista lo central que son ese tipo de acciones, ¿qué podemos hacer quienes habitamos la ciudad y que implique un  impacto en el ecosistema urbano? Algunas ideas posibles:

Cuidar el árbol de la vereda: las tareas de cuidado pueden involucrar riego (especialmente cuando los árboles son pequeños o cuando hace mucho calor y no llueve), podas de formación (es decir, aquellas que van dando al árbol una apariencia de árbol y no de arbusto, permitiendo que crezca en altura y no obstaculice el tránsito peatonal) y reemplazo del árbol si se cae o muere (es decir, priorizar la reposición del árbol ausente y no la eliminación de las cazuelas vacías).

Amigarse con los yuyos: dejar que crezcan algunos yuyos en las cazuelas, canteros o macetas posibilita que muchas aves e insectos encuentren alimento y refugio. Una pequeña proporción pasa dentro de todo desapercibida para el ojo humano, pero es muy relevante para los animales más pequeños.

Los balcones también cuentan: no todes contamos con un pedacito de tierra en nuestro hogar donde puedan crecer árboles y arbustos. Sin embargo, los balcones y terrazas son sitios valiosos para agregar vegetación a la ciudad. Plantas con flores, aromáticas y otras hierbas nativas crecen bien en macetas y ayudan a sostener parte de la fauna urbana.

Las enredaderas pueden ponerse de moda: si vemos que alguna enredadera nativa está creciendo en la cazuela del árbol de la vereda o en algún rincón del patio, podemos guiar su crecimiento sobre el tronco o la pared en lugar de arrancarla. Sus hojas, flores y frutos brindan alimento a muchos animales.

Actores principales: los insectos

Dentro del ecosistema urbano, los insectos son protagonistas, ya que cumplen funciones sumamente importantes. Por ejemplo, las abejas, mariposas y, en menor medida, algunas moscas, escarabajos y otros insectos polinizan las flores de un gran número de plantas. La polinización es importante no solo para la producción de alimento (por ejemplo, para la producción de frutas y semillas en las huertas urbanas), sino también para la reproducción de las plantas en general, asegurando así la continuidad de los ecosistemas. Además, los frutos, junto con las hojas, tallos y raíces, alimentan a un número enorme de insectos que sostienen otros niveles tróficos, por ejemplo, a las aves que comen bichos, también llamadas aves insectívoras. Muchos otros insectos cumplen un papel clave en el ciclado de nutrientes y el control de plagas, y finalmente unos pocos (como los mosquitos y las cucarachas) no resultan tan agradables para las personas, pero, aun así, son importantes.

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(Imagen: Silvina Fenoglio)

La urbanización es una de las principales causas de la pérdida de diversidad de insectos a escala global y esto se debe, entre otras cosas, a que las construcciones modifican el paisaje a un punto tal que es incompatible con la vida de muchas especies. Generalmente, los lugares más edificados dentro de una ciudad no solo contienen menor proporción de verde, sino que la cantidad de plantas nativas y la conexión que existe entre estos espacios tiende a disminuir. La identidad de las plantas suele repercutir en la identidad de los animales, ya que entre estos se establecen relaciones con distintos grados de dependencia. Así, las plantas nativas favorecen la presencia de animales nativos, sobre todo, de aquellos con altos niveles de dependencia. 

Si los espacios verdes están más próximos entre sí, posibilitan que los animales más chiquitos o con menor capacidad de dispersión puedan moverse entre ambientes en función de sus necesidades. Por todo esto es que resulta importante fomentar no solo la presencia de espacios verdes, sino que su planificación contemple aspectos sociales y ecológicos. Dentro de estos últimos, priorizar la implantación de árboles nativos es una gran iniciativa, ya que estos no solo favorecen la presencia de animales nativos, sino que también se espera que respondan mejor al clima de la ciudad gracias a su historia evolutiva local. Sobre estas ideas y con la intención de aportar información que abone iniciativas que hagan de la ciudad un lugar más habitable para todes, varias personas del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV-CONICET-UNC) estamos desarrollando investigaciones en la ciudad. De a poco, otros modos de habitar lo urbano están cobrando forma, están dando espacio también a la otra vida.

Imagen de portada: Giovana Galfrascoli – Intervención: La tinta.


*Aficionada de las plantas e insectos. Bióloga, becaria doctoral de CONICET e integrante del grupo de interacciones ecológicas y conservación del IMBIV-CONICET-UNC. 

Publicado originalmente en La Tinta

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