Inédito sindicato de migrantes en Barcelona

Fran Richart

Fran Richart

Fotos: Espacio del Inmigrante

Una de las estampas que puede encontrar en la Barcelona turística de Ramblas, Barça y Sagrada Familia, es la de los vendedores ambulantes que trabajan en el centro de la ciudad. A menudo se les puede ver vendiendo bolsos, gafas o discos,  y sosteniendo a la vez con la mano, unas flacas cuerdas que están ligadas en los extremos de una manta en donde posan sus productos. Siempre preparados y a ojo avizor para jalar de esos hilos y recoger ávidamente su mercancía para evitar que los policías se la confisquen.

Hablamos de los manteros, como se les conoce coloquialmente en el estado español. El 90 por ciento de ellos vienen de África, tienen entre 25 y 35 años y ganan poco menos de 300 pesos al día. Hartos de la persecución policial que llevan sufriendo desde hace años, han decidido crear el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes para visibilizar su lucha y reivindicar sus derechos. Es el primero de estas características que se funda en el país y ya han despertado la solidaridad y expectación de sindicatos independientes y colectivos estudiantiles.

“El sindicato surgió para frenar la represión y la violencia, para romper la estigmatización y criminalización a estos trabajadores. También surge como un vocero para contestar y denunciar estas campañas mediáticas de la derecha o estos prejuicios permanentes sobre esta población”, explica César Ulises, quien trabaja en el Espacio del Inmigrante, situado en una casa abandonada que se convirtió con el tiempo en un centro social ocupado al servicio de los migrantes que necesitan clases de español o un mínimo de atención legal o sanitaria.

César es migrante latino y su lucha en Barcelona se centra en mejorar las condiciones de vida de sus compañeros migrantes. Por ello, creó una brigada callejera para acompañar a los manteros y registrar las detenciones y agresiones que reciben diariamente por parte de la policía. Explica que muchos de ellos sufren el acoso de los operativos, que se traduce en quitarles su dinero, sus artículos, dejarles un par de luxaciones y pasar la noche en comisaría. Eso, si no son enviados a una estación migratoria cuyo final es la deportación a sus países de origen, ya que la mayoría de los manteros son indocumentados a pesar de  llevar años trabajando en la calle.

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La mayoría de ellos, en un 80 por ciento, provienen del Senegal y Guinea, pero también hay un pequeño porcentaje de vendedores paquistaníes. “Los chicos migrantes no solo migran con sus maletas y dolores, sino con su pensamiento político. Son capaces de entender la realidad a donde llegan y también quieren actuar”, dice César.

Los ambulantes que han conformado este sindicato tienen muy claro sus directrices: es totalmente abierto, independiente y creado por migrantes para migrantes. Declaran que no es requisito tener pasaporte o papeles para entrar, no hay jefes ni dirigentes, se toman las decisiones por asamblea y el objetivo es organizarse para resistir los embates de la persecución y  la criminalización. Aseguran que el zapatismo es una inspiración en su lucha, y no tienen reparo en afirmar que es un “antisindicato”, que desafía el modo de funcionamiento y esencia de las organizaciones gremiales tradicionales.

Y es que poder trabajar tranquilamente, sin represión, es una reivindicación que se une a la denuncia de precariedad que padecen los manteros. La mayoría de ellos viven en pequeños pisos, con 10 o más personas, trabajan una media de 12 horas al día y guardan una parte de lo que ganan para enviárselo a sus familiares. En esta situación están unos 250 ambulantes que pueblan por varias calles de Barcelona, muchos de ellos, de religión musulmana.

César, quien ha seguido de primera mano el proceso de formación del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, – que se presentará el próximo 10 de octubre en el barrio barcelonés de Sants-,  ve también como un desafío romper la lógica generalista y estigmatizadora de que sus ventas afectan al comercio local. “Los que presionan para echarlos del espacio público son precisamente las multinacionales como Nike y Adidas. Construyen el argumento que los ambulantes venden productos ilegales, no pagan impuestos y que practican la competencia desleal. La realidad es que no hay estudios que demuestren que sus ventas bajen por los manteros. Lo que precisamente quieren las grandes empresas es apropiarse del espacio público que ellos ocupan”, explica el activista.

Los medios de comunicación en España han intentado en reiteradas ocasiones asociar la imagen de migrante vendedor ambulante, como víctima de las mafias o grupos delictivos que les obligan y someten a vender su mercancía. Cuando hablas con ellos, se puede averiguar que todos sus artículos los compran en almacenes “Made In China”, establecidos legalmente en Barcelona, en calles tan céntricas como Trafalgar. “¿Si esos productos llegan sin problemas con el conocimiento de las autoridades portuarias o aduaneras españolas, por qué dicen que su actividad es ilegal?”, se preguntan con frecuencia los defensores de los ambulantes.

Esa cuestión se podría formular a los policías catalanes que el pasado agosto provocaron indirectamente la muerte del mantero Mor Sylla, durante un registro y persecución a este en la localidad costera de Salou, Tarragona. Mor, senegalés de 50 años, corrió perseguido por varios agentes y acabó cayendo misteriosamente desde una ventana provocándole la muerte. Los hechos provocaron la rabia de sus compañeros de trabajo que acabaron marchando por las calles de Salou y expresando su rabia contra los mismos policías que día a día los persiguen por buscarse la vida. Precisamente, el lema “sobrevivir no es un delito”, es una de las consignas que entonan los ambulantes en sus movilizaciones.

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¿Pero, no que en Barcelona habían ganado las verdaderas izquierdas en los pasados comicios de este año?

En las pasadas elecciones del 24 de mayo, la activista contra los desahucios Ada Colau, se convirtió en alcaldesa de Barcelona. Es probablemente el cabildo más progresista que administra la capital catalana desde que el dictador Franco derrocara la República española en 1939. Sin embargo, a pesar de que ella sea la nueva presidenta municipal, los operativos policiales contra estos trabajadores no han cesado y se han llegado agudizar.

Colau tiene el bastón de mando de la ciudad, pero para los activistas que cubren esta problemática con los manteros, son los viejos estamentos policiales los que siguen mandando en la calle. Aseguran que en este aspecto la ciudad no ha cambiado ni un ápice, y que la policía, especialmente la municipal, es una estructura anquilosada que camina por sí sola. Es más, algunos piensan que en esta coyuntura, estos operativos son interesados y potenciados para dar la imagen de una ciudad caótica.

Sin embargo, la temida unidad de granaderos de la policía local de Barcelona conocida como UPAS, quienes han registrado casos de tortura, montajes policiales y actuaciones desproporcionadas, continua en acción y patrullando por las calles.

Pero en la propia configuración del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes encontramos la solución y respuesta a esta contradicción entre una alcaldía progresista y una policía represora. Ellos, no buscan una alianza con instituciones ni dádivas oficialistas, sino en construir desde abajo la solidaridad entre los más vulnerables para tejer una resistencia que les dé la posibilidad de dignificar y organizar su trabajo, su vida, su futuro inmediato.

Y lo más expectante, que esta nueva organización única en el estado español, que de momento ya cuenta con 100 afiliados,  puede abrir un nuevo proceso de luchas de resistencia de migrantes por toda la península.

No por nada, nació este proyecto en esa cuna del anarcosindicalismo, que algunos llaman Barcelona y otros, la Rosa del Fuego.

Nunca, tirar de la manta había tenido tanto sentido.

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