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Covid-19, actividad al aire libre y urbanocentrismo

Xavier Campillo Pesses

Imagen: Rafael López-Monné

Mientras escribo esta reflexión sobre movilidad no motorizada y ejercicio al aire libre en tiempos de covid-19, España es el país más afectado del mundo por coronavirus en términos relativos (4.447 casos por millón), seguido en Europa por Bélgica, Suiza, Italia, Reino Unido, Francia y Alemania. En este contexto, el Gobierno español ha hecho gala de haber adoptado las medidas de confinamiento más drásticas de Europa.

Algunas iniciativas ciudadanas han pedido suavizar las medidas de confinamiento en relación con colectivos vulnerables, como personas con autismo o los niños en general. Menos eco ha tenido la crítica hecha desde el medio rural, cuestionando que fuera necesario aplicar un confinamiento con la misma intensidad en las zonas urbanas densamente pobladas que en las zonas rurales menos densamente pobladas o incluso despobladas. Hay que recordar en este sentido que España es, de entre los países con más población de Europa, el Estado que muestra una distribución territorial más desigual, con extensas zonas casi desiertas como subraya el conocido lema de “la España vaciada”.

En El Salto han entrado en el debate desde el inicio, dando voz a reflexiones hechas desde Extremadura, desde el campo gallego o desde Castilla-La Mancha, y haciéndose eco también de la polémica en torno el acceso a la huerta de autoconsumo, que ha obtenido una cierta visibilidad en los medios de comunicación además de cosechar algunos éxitos políticos, y algunos fracasos como la pérdida de 9.000 huertos solo en Mallorca. En este debate ha aflorado el término urbanocentrismo para calificar la aplicación al campo de políticas diseñadas para la ciudad.

A la hora de analizar las medidas que restringen la movilidad para evitar la difusión de la pandemia, hay que subrayar que, según los datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por el propio Gobierno, el virus del covid-19 no se transmite a través del aire, sino a través del contacto con secreciones respiratorias de una persona infectada, siendo poco probable la transmisión a distancias superiores a uno o dos metros. Por consiguiente, las medidas aprobadas por los diferentes países tienden a reducir los contactos entre personas al mínimo imprescindible y manteniendo una distancia de seguridad de, al menos, un metro y medio y dos metros.

Dicho esto, la comparación de las restricciones aprobadas y publicadas en las webs oficiales de diferentes gobiernos europeos revela que España ha sido el único país que durante la crisis no ha autorizado para el conjunto de la población la salida al espacio público para llevar a cabo una actividad física no productiva o no vinculada directamente con los supuestos previstos en art. 7 del RD 463/2020, de 14 de marzo.

La criminalización de prácticas sociales al aire libre que se llevan a cabo en espacios abiertos, en solitario o en compañía de miembros de la propia vivienda, sin riesgo para la salud pública, ha desembocado en hostilidad social hacia toda persona que rompiera el confinamiento

El enfoque restrictivo adoptado por el Gobierno ha situado a España en una posición de excepcionalidad que contrasta con la de los países de su entorno, sin que por otra parte se haya constatado un mejor resultado o desarrollo de la pandemia. Por ejemplo, Bélgica es el país más afectado por la pandemia después de España y, sin embargo,  ha incluido dentro de las excepciones por razones de necesidad o urgencia, específicamente: “Las actividades físicas al aire libre, respetando la distancia social (marcha, jogging, bicicleta)”, en solitario o en compañía de miembros del mismo hogar.

En Suiza se han prohibido solamente los agrupamientos en el espacio público de más de cinco personas (que han de guardar una distancia de seguridad de dos metros). Estos espacios públicos incluyen específicamente los caminos. Al respecto, Suisse Rando recomienda el uso de la red equipada de 65.000 kilómetros de caminos para desplazarse a pie cerca de casa para no tener que utilizar el transporte colectivo.

En Italia, epicentro de la pandemia, se ha permitido la actividad motriz al aire libre a pie o en bicicleta, en solitario o en compañía de miembros del núcleo familiar, niños inclusive. En Francia están permitidos los desplazamientos, solo a pie, de carácter breve, de una hora máxima de duración, y dentro de un radio de un kilómetro desde el lugar de residencia, individualmente, con animales de compañía o con otros miembros del mismo domicilio. Por este motivo la FFRP ha habilitado una aplicación que permite a los usuarios delimitar su zona de confinamiento.  

Andorra ha adoptado un modelo similar. El Reino Unido ha sido de los últimos países en decretar el confinamiento, pero dentro de los motivos very limited que contempla para salir de casa hay específicamente la de hacer “una forma de ejercicio al día, por ejemplo, una carrera, paseo o salida en bicicleta, en solitario o con miembros de la familia”. Este ejercicio se puede llevar a cabo en parques urbanos y espacios rurales de proximidad a la vivienda. En Alemania, se puede permanecer en el exterior en solitario o con otros miembros del círculo íntimo, pero también está autorizado el deporte individual y el ejercicio motriz al aire libre. De hecho, en Alemania se ha estado promoviendo el transporte en bicicleta como alternativa al transporte colectivo con el fin específico de combatir la expansión del coronavirus.

Excepto España, todos han hecho compatible el lema compartido “Quédate en casa con alguna forma de ejercicio al aire libre”, controlada y ordenadamente, durante un periodo limitado de tiempo, sin hacer distinciones por edades, ni entre áreas rurales y urbanas, contemplando la actividad motriz (incluso deportiva) en el exterior, con los beneficios físicos y psicológicos asociados, como una necesidad social básica que la ciudadanía podía ejercer responsablemente dentro de unos parámetros de seguridad.

En el medio rural, y en las zonas periurbanas, el uso de los caminos y los senderos, vías verdes, circuitos de salud, etc., se podría haber visto no como una amenaza a la salud pública sino como una oportunidad

Contrariamente, España ha proscrito toda actividad motriz en el exterior y desde las administraciones y los medios de comunicación se ha transmitido a la ciudadanía el mensaje de que cualquier ciudadano que rompía el estricto confinamiento establecido estaba teniendo un comportamiento incívico e insolidario, y atentando contra la salud pública. La criminalizando de prácticas sociales al aire libre que se llevaban a cabo en espacios abiertos, en solitario o en compañía de miembros de la propia vivienda, sin riesgo alguno para la salud pública, ha desembocado en hostilidad social hacia toda persona que rompiera el confinamiento, ya fuera un miembro de un colectivo vulnerable con necesidades específicas, un usuario de la bicicleta llevando a cabo un desplazamiento lícito, o un abuelo que se trasladaba al huerto en una zona rural, así como en la aparición de delatores de barrio y de pueblo, y en los ya denominados “jueces de balcón”. Huelga decir que esta situación ha propiciado igualmente un montón de abusos por parte de las fuerzas de seguridad pública.

Sobre la estrategia española se ha pronunciado críticamente elManifiesto por un confinamiento acorde con la realidad socioterritorial, impulsado por personas y entidades vinculadas a la ordenación del territorio, la gestión del medio ambiente, el urbanismo, el desarrollo comunitario y la movilidad sostenible. El punto de partida del manifiesto era la constatación de que el Estado español no estaba ponderado las medidas de confinamiento, atendiendo a la diversidad territorial o a las situaciones de riesgo sanitario objetivo desde una perspectiva espacial, dado que las circunstancias no eran las mismas en un medio urbano compacto, en un medio urbano de baja densidad, en un núcleo rural o en un diseminado rural, y que se debería de haber facilitado a la población la realización de actividades motrices al aire libre conforme a esa realidad.

Los gobiernos estatal y autonómicos, al aplicar un confinamiento rígido y extensivo, han renunciado a gestionar el espacio público y a aprovechar las oportunidades que brindaba la situación, haciendo frente a la emergencia sanitaria sin vulnerar o perjudicar a los ciudadanos más de lo necesario. Sin embargo, en las ciudades, la pacificación del tráfico como resultado de la paralización de la actividad económica y social ponía al servicio de los residentes un espacio libre mucho más amplio en el que poder desarrollar actividad motriz a pie o en bicicleta con seguridad.

El medio rural y en las zonas periurbanas, el uso de los caminos y los senderos, vías verdes, circuitos de salud, etcétera, se podría haber visto no como una amenaza a la salud pública sino como una oportunidad para que los ciudadanos realizaran actividad motriz al aire libre cerca de su zona de residencia de forma controlada y responsable, manteniendo la distancia de seguridad. Además, en las zonas escasamente pobladas, en las que el contacto físico era solo esporádico y mediando siempre una amplia distancia de seguridad, no había ningún motivo real para que las personas residentes no pudieran continuar normalmente con su actividad cotidiana adoptando las medidas básicas de prevención que recomendaba la OMS. En ese sentido, las autoridades deberían haber perseguido únicamente los comportamientos que objetivamente atentaban contra la salud pública.

En resumen, la acción política contra la pandemia del coronavirus ha sido ciertamente draconiana, también centralista y autoritaria, pero según parece no más efectiva que la de los países de nuestro entorno, y no parece que haya ponderado justamente los factores de riesgo objetivos, tampoco los beneficios y los perjuicios para la salud pública de un confinamiento prolongado de la población. Posiblemente tras este episodio vendrán otros, más o menos graves, y todos tendremos la oportunidad de hacerlo mejor.

Este material se comparte con autorización de El Salto

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