“Imaginemos que cada parque o plaza cercana a nuestra casa puede convertirse en un captador y almacenador de lluvia, en una gran cisterna a nivel barrial”, plantea Loreta Castro Reguera, de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM.
La arquitecta ha instrumentado estrategias para transformar el espacio público en un sitio que ayude a hacer frente a la escasez de agua en México a consecuencia de factores como las pocas lluvias, sequía en la mayor parte del territorio y la sobreexplotación de acuíferos y su escasa recarga.
Escasez de agua en México
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó, a través del Monitor de Sequía de México, que hasta la segunda quincena de febrero de 2024, 29 estados del país presentaban algún grado de sequía derivada de la falta de lluvia. Esto juega un factor importante en la situación de insuficiencia hídrica que se vive en el territorio.
“La mayor parte del país es árido o semiárido. Históricamente nos abastecemos de agua a través de las lluvias, escurrimientos o cuerpos de agua, pero siempre con una ligera escasez, porque el nuestro no es un país donde abunde el líquido”, explica Loreta Castro.
Además, en el caso de la Ciudad de México, el crecimiento urbano indiscriminado en una zona no ideal para expandirse (por ser un lago) ha dejado como consecuencias falta de agua potable e inundaciones.
“A partir de la industrialización el humano ha creído que puede controlarlo todo y lo hace, pero no al 100 por ciento. Eso tiene consecuencias graves, como pasa hoy, que por usar más agua de la que recibimos hemos puesto a la mayoría de las presas que abastecen a las grandes urbes en condición crítica”.
Según el Monitoreo de las principales presas de México, el nivel de aguas máximas ordinarias (NAMO) total –nivel máximo con que se puede operar una presa para satisfacer las demandas– es de 119 mil 727.295 hm3. Para el 11 de marzo de 2024 el almacenamiento de todas esas presas era de 53 mil 823.722 hm3, es decir, del 44.96 por ciento.
El agua dulce es la que se utiliza como potable y proviene de la lluvia que llena lagos, ríos y presas, a la vez que se escurre al subsuelo y abastece los mantos acuíferos. Sin embargo, la sobreexplotación de aguas subterráneas y las construcciones sobre zonas de infiltración forman parte de la problemática que hoy está generando escasez de este líquido, pues la Conagua reporta que, de los 653 acuíferos en México, hasta noviembre de 2023 144 se encontraban sobreexplotados.
“Es importante saber dónde hay infiltración si queremos llegar al subsuelo y recargar los acuíferos. En las laderas ese proceso suele darse de forma natural, pero en la mayoría de las que rodean a la CDMX no se puede porque están tapadas por construcciones”.
La profesora de la FA remarca la relevancia de no talar ni ocupar bosques para que estos sigan siendo lugares de recuperación de dichos cuerpos subterráneos de agua; sin embargo, esto no ocurrirá de forma inmediata, sino paulatina.
Espacios públicos, lugares hídricos
El interés de Loreta Castro por la situación hídrica del país la llevó a dedicar gran parte de su vida profesional a trabajar con una perspectiva que tome en cuenta las condiciones de cada lugar.
“Mi meta es entender de qué forma, desde la arquitectura, el diseño urbano y de paisaje podemos abordar la condición lacustre e hídrica de nuestra cuenca y crear una relación armónica entre quienes la habitamos y el agua”.
Partiendo de las discusiones sobre si la lluvia captada en los hogares ayudaría a resolver el problema o si se requieren cisternas enormes que atrapen la precipitación pluvial, una de las conclusiones a la que llegó la académica es que el espacio público podría ser una solución, ya que se encuentra en un punto intermedio. Por ello, ha instrumentado estrategias a escala barrial para la recarga de acuíferos.
“Se trata de estrategias paralelas a las actuales que ayudan al sistema hídrico del país y consisten en transformar el espacio público en lugares que ayuden a dar agua a la población”. Para lograr esto es necesario determinar en qué lugar geográfico de la cuenca se ubican dichos sitios para tratarlos de manera correcta.
Si se ubican en alguna ladera, por ejemplo, el lugar serviría para infiltrar agua pluvial, pero si están en la zona del lago, donde el suelo es impermeable, lo mejor sería captar el líquido y almacenarlo e implementar estrategias de tratamiento de aguas residuales.
“Además de funcionar como lugares de recreación, cultura, deporte, estos espacios públicos tienen infraestructura determinante para el tema hídrico, porque nuestros grandes sistemas de drenaje y de agua tienen sus límites y hoy estamos viéndolos”.
Un primer proyecto, trabajado desde la UNAM y coordinado por Loreta Castro y el profesor Manuel Perló, del Instituto de Investigaciones Sociales, es el Parque Hídrico La Quebradora, ahora Utopía Atzintli, ubicado en Iztapalapa, en la sierra Santa Catarina.
“El lugar captaba e infiltraba escurrimiento de agua en época de lluvias de forma natural, llevándolo a dos oquedades ubicadas en un predio de cuatro hectáreas, en las faldas de la sierra. Cuando visitamos el sitio por primera vez era un terreno baldío, inseguro y usado como basurero”.
Ahí, se propusieron entender la función de infiltración y mejorarla, y también crear un espacio que además de generar cultura hídrica ofrezca áreas recreativas para la comunidad.
El parque, inaugurado en 2021 (el primero de su tipo en la CDMX), continúa funcionando como captador de escurrimientos, pero ahora cuenta con filtros que retienen sólidos. Con un sistema de rejillas en las calles paralelas al parque, la escorrentía se conduce hacia una tubería debajo de las banquetas y sale a un canal de piedra que llega a las dos oquedades con capacidad de infiltrar agua muy rápido.
“Los laterales y el fondo tienen roca volcánica muy permeable, que por lo general es por donde mejor se infiltra el agua en la cuenca. Por ello fue importante conservar la cualidad del suelo y mejorarla a fin de retener más lluvia –desazolvando el espacio porque había mucha basura– y mitigar inundaciones”.
En el parque (que infiltra 68 mil metros cúbicos al año) también se trabaja en una estrategia de tratamiento de aguas residuales. Con una tubería de un colector de este líquido, que pasa a lo largo de una de las avenidas, se destinará un litro por segundo a un sistema de planta de tratamiento tradicional de lodos activados a fin de obtener agua con una calidad llamada norma 001, útil para regar.
Después pasará a un sistema de pulimiento a través de humedales con plantas acuáticas que en sus raíces retienen metales pesados, dándole un segundo tratamiento para aprovecharla en los escusados. No se puede tomar, ni bañarse en ella, pero si se toca no hace daño.
El parque cuenta con 52 sanitarios y, como en ocasiones no llega el agua a la sierra, este espacio ofrece el servicio de baños para la gente que toma el transporte público en Ermita. “El proyecto se vuelve casi autosuficiente en agua porque sólo usa potable para lavarse las manos y residual tratada para sanitarios y riego”.
El norte también existe
Al norte de la cuenca de México se creó el Parque Bicentenario de Ecatepec, en una zona de ladera en la sierra de Guadalupe con una extensión de 20 hectáreas.
“Aquí, a través de Taller Capital, el arquitecto José Ambrosi y yo implementamos una estrategia de transformación del paisaje. De inicio era un área de cultivo agrícola terraceada donde el escurrimiento pluvial irrigaba. Después se convirtió en un basurero y luego se tapó con tierra para crear un parque. Esto causó una fuerte erosión y que la lluvia no se retuviera, inundando las partes bajas de la colonia”.
La estrategia adoptada consistió en terracear de nuevo el suelo de ladera que es roca quebrada, además de crear un espacio deportivo. En las terrazas colocaron tezontle (piedra volcánica porosa) que permite la retención e infiltración de agua pluvial. También se mantuvieron y colocaron más árboles de porte alto y vegetación local como yuca o siemprevivas, plantas endémicas que se dan de forma natural, necesitan poca agua y ayudan a captar la lluvia cuando cae.
El estadio de beisbol profesional del parque también permite la recarga del acuífero, pues la franja que está en el perímetro del espacio de juego es una zanja de retención. Debajo de la tierra hay diferentes tamaños de gravas para que el agua se infiltre de manera natural.
En la zona también se aumentó la capacidad del vaso regulador ya existente y ahora tiene capacidad de llenado equivalente a 20 albercas olímpicas, es decir, 50 mil m3. “Como el proyecto se acaba de terminar el suelo es muy permeable y la lluvia se infiltra rápido, pero con el tiempo se azolvará y será un cuerpo de agua permanente”.
La arquitecta enfatiza que en este espacio la gestión del agua no necesita de administración, se hace de forma natural, por lo que es económico y fácil de mantener, pero se requiere que la comunidad no tire basura y lo cuide.
“Estas estrategias empiezan a sentar precedentes de que el espacio abierto, disponible en las laderas, debe usarse para infiltrar agua. Debemos entender que la lluvia que se va al sistema de drenaje se puede retener y reutilizar”.
La arquitecta del agua
Desde hace 18 años Loreta Castro imparte clases en la FA. En 2011, junto con Ivonne Labiaga, formó el Taller Hídrico Urbano, seminario de titulación dedicado a estudiar el tema del manejo de agua en la Cuenca de México a través del diseño urbano, arquitectónico y de paisaje.
Actualmente, y desde 2017, junto con la arquitecta Gabriela Carrillo, imparte Estudio RX, seminario de diseño que aborda las vulnerabilidades de México, tomando en cuenta temas geológicos, sociales, urbanos y ambientales.
“Es fundamental acceder a la comunidad universitaria y trabajar para llevar a cabo propuestas que ayudan a reimaginar relaciones, pensar otros futuros y maneras de entablar conexiones entre habitantes, espacio y agua”. Las estrategias que ha puesto en marcha son una solución disponible, pero requieren presupuesto para mejorar la relación de las personas con el agua, puntualiza.
“Si ves que ese parque almacena lluvia útil para todos, qué mejor razón para cuidarlo y hacernos conscientes de que esos espacios posibilitan nuestra vida en la ciudad. Comprendamos que hay otras maneras de usar el agua, no es sólo para consumo, contaminación y desecho”. Al respecto, la académica subraya que, de no instrumentarse acciones para que el agua siga disponible, la supervivencia de la humanidad está en riesgo. “La naturaleza y las personas deben restablecer la relación que tuvieron durante miles de años y que se fracturó con la llegada de la industrialización, la cual nos condujo a situaciones como el cambio climático, la contaminación y el extraccionismo, que anuncian la muerte de la humanidad en el planeta”.
Este material se comparte con autorización de UNAM Global