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Contaminantes hacen resistente a rayos UV al virus de la Covid-19

Fernando Guzmán Aguilar

Transportado en el aire dentro de partículas PM 2.5, podría ser inhalado e infectar más fácilmente a personas con males respiratorios

En una metrópoli como la Ciudad de México, el Sol le hace los mandados al SARS-CoV2, coronavirus que por la pandemia del Covid-19 podría estar también en el aire.

Para inactivarlo por calor se necesitaría en la capital del país una temperatura tan alta como la que producen los rayos solares en el desierto.

Un estudio publicado en The New England Journal of Medicine reporta que el coronavirus que causa la actual pandemia de Covid-19 puede estar estable hasta 3 horas en un aerosol atmosférico.

El SAR-CoV2 es sensible a la radiación ultravioleta. Por eso se usan rayos UV de onda corta para sanitizar espacios, dice el doctor Óscar Augusto Peralta Rosales, especialista en aerosoles atmosféricos de la UNAM.

Sin embargo, agrega el investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera, este coronavirus puede encontrar un escudo protector en el material particulado que contamina la CDMX.

La formación del material particulado, en especial las partículas PM 2.5, es propiciado por las emisiones de los autos, calderas, incendios forestales, y por otras emisiones derivadas de la súper densificación de la ciudad.

Los edificios de grandes dimensiones, con 400 departamentos, concentran 10 veces más gente que la que originalmente vivía en ese espacio, antes de que ahí se construyeran esos edificios.

Tal densificación, asegura el investigador del CCA, produce más contaminación por metro cuadrado en esas áreas, ya que hay 10 veces más estufas y calentadores que queman ahí combustible.

Un espacio seguro

Un coronavirus, como todos los virus, mide, más o menos  200 nanómetros de diámetro. Una partícula que emite un coche, una PM 2.5 es decenas de veces más grande: mide dos mil 500 nonámetros.

La radiación ultravioleta debería inactivar “con facilidad” a un virus “tan chiquito”; sin embargo, una partícula es un espacio seguro para que permanezca más tiempo estable.

Si el SARS-CoV2 se topa con una partícula que contiene un poco de agua, mejor para el virus porque queda “recubierto, a salvo de la radiación solar y “a una temperatura que no lo destruye tan fácilmente”.

Transportada en un medio dispersante como el aire por partículas que la llevan dentro, una carga viral de SARS-CoV2 puede ser inhalada por una persona que sea más sensible “al ataque del virus”, si no usa tapabocas y tiene irritación de garganta y nariz o asma u otro padecimiento crónico respiratorio, acentuados por la contaminación.

Frío y virus

—¿Hay algún estudio donde se haya podido ver a este coronavirus resguardado en una partícula?

No recuerdo algún estudio en específico sobre cuánto puede vivir el SARS-CoV2 en una PM 2.5, pero si hay varios artículos científicos (basados en estudios hechos en EU, Madrid, Milán y Wuhan) que asocian la concentración de partículas en el aire con la incidencia de Covid-19. Muestran “una relación cercana” entre aumento de contaminación (la gente está más resentida) con un incremento de incidencia de la pandemia (el virus se activa con más facilidad).

—¿La época de fin de año propicia que el coronavirus se mantenga activo?

Justo cuando hace más frío. Como no hay tanta radiación  solar, las capas de la atmósfera se ‘achaparran’ o estratifican, parecen “rebanadas de hot cakes, unas sobre otras”. Eso impide que se dispersen los contaminantes y propicia que haya más probabilidad de contacto entre material particulado, humedad, virus y personas.

Durante esta época de bajas temperaturas, cuando también está más activo el virus de la influenza, es probable que aumente un poco el “índice de contagio” por el SARS-CoV2.

Finalmente, para estos días de pandemia, Peralta Rosales recomienda ponderar como política pública el uso generalizado de cubrebocas y el establecimiento de ciclovías, porque la bicicleta es un transporte no contaminante, personal y desalienta el uso de vehículos en tramos relativamente cortos o seguros.

Sin embargo, las ciclovías deben mantener cierta distancia de las vías de los autobuses que son los más contaminantes, como el metrobús en Insurgentes donde dos carriles los separan. Porque si los ciclistas  circulan cerca de camiones (Avenida Revolución) o comparten la misma vía (Avenida Félix Cuevas) se exponen  a concentraciones de contaminantes diez veces más altas que las reportadas por estaciones de monitoreo de calidad del aire. Y entonces “los estarías matando de otra cosa”.

Este material se comparte con autorización de UNAM Global

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