Oaxaca, Oaxaca. Imaginar, existir, resistir y persistir en la lucha por los derechos humanos y colectivos de las mujeres y las infancias durante dos décadas, siete mil trescientos días y mil cuarenta semanas, ha sido toda una vida y representa un reto en el futuro, dice Ana María Hernández, fundadora de la colectiva feminista Consorcio Oaxaca.
Serena y agradecida, la defensora feminista y fundadora de esta agrupación oaxaqueña habla en entrevista para Desinformémonos sobre los veinte años que han significado para ella desde el acompañar, escuchar y defender con acciones integrales que mejoren la vida en Oaxaca.
Las Consorcias Oaxaca, como también las conocen, es un equipo conformado por 35 mujeres, de las cuales el 60 por ciento tiene menos de 35 años de edad, que representan un grupo diverso y comprometido.
Nacer hace dos décadas y persistir ha sido la tarea dura para esta colectiva, que se ha enfrentado a los gobiernos en la búsqueda de la verdad, los derechos humanos y una mejor vida para las mujeres y sus familias.
Antropóloga social de profesión con conocimiento en psicoterapia gestalt y salud holística, Ana María recuerda que Consorcio Oaxaca surgió en la Ciudad de México en el marco del Movimiento de Transformación Social, y a ella le marcó el feminismo en la práctica política.
“En el 2003 llegamos a Oaxaca y Consorcio se estableció acá, con la intención de brindar atención integral a las mujeres y trabajar por ampliar sus derechos. A este trabajo se unieron Yésica Sánchez Maya y Pilar Muriendas”, relató.
Ana María, como fundadora, narra cada paso que ha dado esta colectiva, que además de brindar un acompañamiento legal y emocional a las mujeres, así como promover su participación política y comunitaria, también organiza acciones colectivas. La Plataforma sobre la Violencia contra las mujeres y la protección integral feminista, donde brinda acompañamiento a las mujeres, defensoras y periodistas, son sus ejes rectores.
Las consorcias también actúan desde los programas de fortalecimiento del bienestar y de juventudes, que han logrado ser un precepto de vida para quienes acuden a ellas y lo necesitan.
El espacio denominado “La Serena”, explica Ana María, “ha significado una reconstrucción de vida para quienes la conocen y encuentran el camino para continuar defendiendo, escribiendo y viviendo”.
Pero Consorcio no sería esta agrupación feminista si no tejiera redes, y lo ha hecho desde lo nacional como integrante del Observatorio Nacional Ciudadano de Feminicidio, e internacional a través de la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras.
“Veinte años han significado un tejido local importante de las organizaciones, donde el compromiso con las comunidades indígenas, la constancia y las víctimas de la violencia es lo prioritario, y vamos por más”, recalcó Hernández.
Abrazo, compromiso, amor, equipo solidario, tejido, pacto, solidaridad, transgresor, multicultural y diverso son algunos calificativos que definen a Consorcio, que también ha tenido que defenderse de los ataques y criminalización contra sus integrantes, y que nada les trunca el sueño de estar vivas y luchar en colectivo.
Echamos raíz para florecer
De cabellera gris, sonrisa fresca y ruda, Yésica Sánchez Maya, co-directora de Consorcio, también habla de estos veinte años de vida y del objetivo primordial: “ser interlocutores, porque la sociedad civil que exige, habla y denuncia no son antisistémicos, sino entes de cambio”.
La defensora recalcó que la esencia de Consorcio es que “nos definimos como una actora feminista, de izquierda parte del Movimiento Social Mixto, que le apuesta a la construcción colectiva”.
Alegre por celebrar estas dos décadas de existencia, la mujer y defensora reafirma la importancia de que los gobiernos y funcionarios de Oaxaca “les cumplan a las mujeres y las infancias, porque no hay acción, y eso se transforma en impunidad, corrupción e injusticia”.
Añadió que Consorcio ha desarrollo labor en formación, sistematización y litigio nacional e internacional, que permite visibilizar, analizar y denunciar las arbitrariedades e injusticias.
Finalmente, Yésica está consciente que la defensa de los derechos humanos no es fácil: “Ser defensora implica caminar con pasos firmes, claridad y desafíos”, dice, al recalcar que ella, como todas las consorcias, reconoce que resistir es el paso para seguir tejiendo redes de mujeres.