Con danzas ancestrales, ikoots piden la lluvia en San Mateo del Mar

Diana Manzo

Fotos: Aldo Hinojosa

San Mateo del Mar, Oaxaca. La lluvia es sagrada y dadora de vida y en San Mateo del Mar, los ikoots danzan como un acto de resistencia con los Maliünts en el atrio de la iglesia y Omal ndiük en la explanada central, para pedirle a sus ancestros que cada año el mar les dé comida y sus cosechas sean abundantes.

La danza de los Maliünts es una de las varias danzas ceremoniales que aún se preservan en San Mateo del Mar, y también Omal ndiük, o la danza de la Serpientes, que es ejecutada con flauta de carrizo y tambores de doble parche.

Los Maliünts están conformados por los “Monteok”, quienes son seres que se transforman en rayos y relámpagos, cuya vestimenta es una camisa blanca, un penacho de plumas negras, monedas que significan el ciclo lunar y también un espejo como agradecimiento al Dios Sol.

Antes de comenzar a danzar y a tocar los instrumentos musicales, los danzantes que representan a los Monteok invocan con plegarias y bebida frente al barco de los músicos a los que ya no están, a los músicos y danzantes que se fueron del espacio terrenal, pero saben que su espíritu sigue acompañándolos, y ellos bajan para pedir permiso a la tierra y ofrecer la música y la danza.

Hugo Alberto Hidalgo Buenavista, músico y defensor comunitario, explica que la danza de los Maliünts se realiza en las principales festividades de la comunidad, el 2 de febrero en honor a la Virgen de la Candelaria, en Jueves de Corpus Christi y también el 21 de septiembre, en la fiesta en honor a San Mateo Apóstol, patrono de la comunidad.

“El santísimo sacramento del altar Corpus Christi es ahora un sincretismo donde desde la religión católica se lleva la devoción del cuerpo de Cristo, aunque desde la religión prehispánica se representa al padre Sol, astro que es fundamental para la vida de los seres humanos”, explica el cronista comunitario.

Hidalgo Buenavista cuenta que “la música ejecutada por un violín de 4/4, el bombo y la tarola dirige el ritual de la danza. Existen varios sones que llevan nombres místicos de jalnüx, ‘Sirena’, haciendo alusión a la deidad prehispánica müm nijmior kang, ‘Señora de piedra negra’, así como nombres de animales marinos y terrestres como Trabil, ‘ave taravilla’, wear, ‘alcaraván ‘, künch, ‘jaiba’. Son las piezas musicales que se recrean, para realizar la petición, bienestar y equilibrio con los elementos del viento, agua, fuego y aire”.

Los músicos y danzantes explican en colectivo que “Maliünts” es «asistir y dar nuestros servicios comunitarios. Es una promesa que retomamos todos los años, vamos con mucha devoción y respeto para realizar sobre todo la petición de lluvias y pedir con la Música y la Danza el bienestar comunitario».

Las danzas son identidad y resistencia, reafirma Hugo Alberto Hidalgo Buenavista, y la Omal ndiük, o la danza de la Serpientes, tiene su origen prehispánico, donde se representa a los teat monteok, ‘señores rayo’, con vestimenta en la que se puede ver varios símbolos cosmogónicos de los ancestros.

Hidalgo describe paso a paso cómo es vestir y danzar este conjunto de ritmos que atraen la lluvia: “El penacho cónico de plumas de fragata marina y hoces de gallo en su punta representan el grupo de los sacerdotes ikoots, y las monedas que ondulan en la orilla del penacho y un espejo en su frente representan las fases lunares y los rayos, importantes para activar la marina, actividad principal de la comunidad”.

Además señala que una pañoleta triangular con flecos de estambres de colores es amarrada a espaldas de los danzantes, donde se ven bordados animales marinos y terrestres, símbolos de los naguales, así como unos listones de diferentes colores que ondulan al ritmo de su música.

El xoob, ‘sonaja’, en la mano izquierda, representa a la tierra, el nimeajmeay, ‘soplador’, pluma de guacamaya, ahora se ha sustituido por una madera en forma de dicha pluma y simboliza el poder que los monteok tienen para proteger y velar con los vientos.

Las mujeres ya danzan

El cronista comunitario reconoce que aunque los tiempos han cambiado, en torno a la vida escolar y la migración, ya son pocos los que danzan. En la actualidad son aproximadamente unos 18 danzantes, entre señores y jóvenes, y hay dos mujeres, que aunque por normas internas de los señores principales todavía no pueden danzar en el atrio de la iglesia, sí lo hacen en otros espacios, por lo que eso lo celebra, y lo llama “romper estereotipos e inclusión”.

“Estas danzas siguen resistiendo, y ahora con la inclusión de las mujeres. Ellas también pueden y deben danzar, ya dimos un paso muy grande y seguramente pronto lo harán en los espacios en los que aún no se les permite, ellas son grandes”, concluyó.

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