Ciudad de México | Desinformémonos. La resolución sobre las doce hectáreas invadidas por el empresario Guillermo Moreno en la isla de Mezcala será emitida este jueves por los magistrados del Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa en el Estado de Jalisco, quienes decidirán si las tierras son restituidas a la comunidad coca o si el empresario es comunero y el arrebato de las hectáreas se considera legal.
Desde hace 19 años, el pueblo indígena coca lucha por la recuperación de las doce hectáreas en el Cerro de El Pandillo, en Poncitlán, Jalisco, las cuales fueron adquiridas Moreno a través de un prestanombres y ahora son custodiadas por grupos armados.
La comunidad ya ha ganado dos juicios agrarios para que las tierras les sean restituidas, pero, de acuerdo con la representante coca Rocío Moreno, las relaciones políticas y económicas del empresario no han permitido que se haga justicia e incluso lograron que doce comuneros fueran procesados por delitos fabricados.
Si los magistrados no resuelven en favor de la comunidad, los 19 años invertidos en el juicio “en automático quedaría en nada, se irían a la basura”, señaló el abogado que defiende a los comuneros, Rubén Ávila Tena.
La defensa de la comunidad es por las 3 mil 600 hectáreas que le corresponden, codiciadas por caciques y empresarios. Mezcala se encuentra en una región turística que se ha convertido en el ombligo de la región. A unos kilómetros, siempre sobre la ribera del lago de Chapala, se encuentra la comunidad de Ajijic, ejemplo y modelo de la invasión y colonización actual. Es el lugar con mayor número de residentes estadunidenses en México, que a su vez es el país con más estadunidenses fuera de su país en el mundo. Aquí el segundo idioma es el inglés. El pueblo, por supuesto, ha cambiado su apariencia y cultura en los últimos 30 años. En otro Ajijic esperan convertir a Mezcala, la única que conserva el bosque. En los cerros de alrededor se levantan fraccionamientos residenciales de gente de México y de otros países que llega aquí a construir sus residencias de descanso. Mezcala sigue siendo un freno a ese desarrollo inmobiliario.
Hace 19 años, el empresario Guillermo Moreno Ibarra, socio de otros fraccionamientos en Chapala, llegó a la comunidad con un prestanombres y se posesionó de manera ilegal de alrededor de diez hectáreas de tierra comunal y boscosa. “El invasor cercó el paraje de El Pandillo, por lo que la asamblea lo citó en la oficina de bienes comunales, pero no acudió. Los comuneros interpusieron un juicio por restitución de tierras comunales contra el empresario, y el prestanombres, que era de la comunidad, se posesionó en la parte boscosa, faltando a todos los reglamentos”, relata Rocío Moreno, representante de la comunidad indígena coca.
Ahí inició el juicio agrario, que se convirtió en un juicio emblemático para los comuneros de Mezcala, pues “si entra él, entran todos. Y si sale él también se van a tener que salir todos”. El juicio inició en 1999 y en el 2009 se hizo el último peritaje. En el 2014 se dio la primera sentencia a favor de la comunidad, pero el empresario interpuso un recurso para que se volviera a revisar el caso. Una segunda sentencia volvió a dar la razón a la comunidad. “Esto es simple, no puede existir la propiedad privada en las tierras comunales”. Pero nada de simple ha sido la resistencia: intimidación, presos, burlas, división y conflicto son el saldo.
Actualmente, un grupo paramilitar del empresario hace guardia en las tierras invadidas. Son alrededor de 16 personas con el rostro cubierto con un paliacate o pasamontañas y fuertemente armados que impiden que alguien se acerque. “Buscan intimidar a la comunidad, pero hemos decidido no caer en su provocación. Han sido muchos años de estar en la lucha. Mucha gente a la mejor ha perdido la esperanza de recuperar esa tierra, porque dicen que no se puede ganar al rico y que el gobierno está de su lado. Después de 19 años algunos se han agotado, pero la asamblea de comuneros y muchísimos jóvenes que se han integrado desde los talleres de historia, las caminatas y los campamentos, están relevando a los que se cansan”, explica Moreno. Lo que se juega, insiste, no es sólo la tierra, sino además “la vida comunitaria y los lazos que se han construido por muchos años. No hay otra manera de ser autónomos que conservar el territorio”.
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