Hablar de comunalidad es aludir al concepto planteado por Filoberto Díaz Gómez y Jaime Martínez Luna, antropólogos oaxaqueños, para dar cuenta de la realidad viva de los pueblos originarios de Oaxaca: de su manera de ser, existir y luchar.
Esta “palabra mágica” que nació hace unos 30 años hoy puede ser un símbolo paraguas que inspire y unifique muchos otros empeños de lucha en torno a lo común, asevera Gustavo Esteva, fundador de la Universidad de la Tierra.
En el marco del Primer Congreso de Comunalidad celebrado la semana pasada en las instalaciones de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, detalla que la palabra comunalidad tiene hoy una amplia resonancia entre la gente que ha encontrado que esa forma individual de ser –construcción artificial e ilusoria del capitalismo– es una camisa de fuerza y, en tanto, se la está desgarrando y retejiéndose con otras y otros.
“El capitalismo se ha dedicado a fragmentarnos. Esa es su manera de existir. Nos construye como individuos y nos trata de convertir en trabajadores y consumidores para mantener la operación que acumula ganancias para unos cuantos. Pero esta construcción es algo artificial e ilusorio. En la medida es que sigamos siendo humanos, somos nudos de redes y relaciones. Tenemos una condición comunal fundamental. No podemos hablar sino es en un lenguaje común. Vivimos en interacción con otros. Somos un tejido de relaciones”.
Ante el violento y atroz despojo por parte del capitalismo, su “agobio destructor de la realidad natural y del tejido social”, las luchas por lo común se han fortalecido. Las experiencias son múltiples y diversas. Desde las que han germinado recientemente como impulsos de sobrevivencia, hasta los viejos empeños de emancipación, como los es, por ejemplo, feminismo comunitario.
Las luchas sociales que se cobijan bajo la palabra comunalidad tienen el signo común de desafiar al régimen dominante, enfrentarse con entereza al horror que produce, y estar creando las semillas del mundo nuevo. Se trata, precisa Gustavo Esteva, de empeños que no apuntan a constituirse en un partido político, una entidad orgánica o una estructura burocrática, sino en un nuevo tejido de tejidos que celebre la diversidad en lugar de destruirla.
«Estamos convencidos de que en estos empeños están las semillas, los gérmenes de un mundo nuevo, que no es una utopía ni tierra prometida, sino algo que ya nació entre nosotros”, sentencia el también columnista en el diario La Jornada.
Respecto del Primer Congreso de Comunalidad, Gustavo Esteva, uno de los organizadores, precisa que éste responde a la invitación que hace un año les hicieron los zapatistas para reflexionar sobre la “tormenta” actual: organizarse en seminarios dislocados para descubrir nuevos conceptos y teorías –los que existen ya son obsoletos e insuficientes– que les permitan entender mejor lo que pasa y, así, construir el mundo nuevo.
“Lo que podemos decir con claridad es que estamos en un cambio de época. Esto significa que la anterior, las racionalidades, conceptos, ideas y herramientas del pasado ya no son útiles ni para entender lo que está pasando y mucho menos para construir lo nuevo. Los zapatistas nos urgieron a forjar nuevos conceptos; a fabricar nuevas hipótesis; a pensar y tener prácticas que estén iluminando estas nuevas formas de pensar. El Congreso responde a esa inspiración. Se trata de pensar todo de nuevo”.
En este sentido, dice, es que también se prepara Tejiendo Voces por la Casa Común, coloquio internacional a realizarse del 12 al 20 de noviembre próximos en cinco entidades del territorio mexicano: Morelos, Distrito Federal, Puebla, Oaxaca y Guadalajara. Aquí, aclara, el formato no será académico, sino de reflexión entre los actores sociales (dirigentes sociales e indígenas) y los pensadores internacionales.