El desconocimiento de nuestra historia y las narrativas viciadas con la que nos la enseñaron nos han llevado a venerar a quienes en otrora fueron nuestros verdugos.
En el año 1500 Cristóbal Colón fue destituido de sus títulos, expulsado de las islas del Caribe y arrestado por la Corona de Castilla por infringir las órdenes de Isabel I de tratar a las comunidades indígenas «muy bien y con cariño, y abstenerse de hacerles ningún daño» [1]. Este, desobedeciendo por completo tal disposición, los trató con extrema crueldad y los sometió a tratos inhumanos. Lo que es acreditado por diversos estudios e historiadores.
Un documento descubierto en 2005 en el que reposan los testimonios de 23 testigos y que fue utilizado como prueba en el juicio que se llevó a cabo en su contra en 1500, da cuenta de lo anterior. Los testimonios son aterradores. Uno de ellos relata que «a una mujer se le ocurrió decir que Cristóbal Colón era de baja clase», y uno de sus hermanos ordenó que la pasearan desnuda por las calles y que le cortaran la lengua y las orejas. ¿Cuál fue la reacción de Cristóbal Colón? Felicitar a su hermano por «haber actuado en defensa del honor familiar» [2].
Colón trató con extrema violencia a los nativos que encontró en sus viajes de «descubrimiento» a América. Los obligó a trabajar para extraer oro, envió a miles de indígenas a Europa para ser vendidos como esclavos, mató a todos los que se atrevieron a levantar la voz e hizo desfilar sus cadáveres por las calles para imponer miedo [3].
Ese era el talante de la persona a la que nos enseñaron a venerar y respetar en las clases de historia, en honor a la que se erigieron miles de estatuas en todo el continente americano y, sin ser suficiente, bautizaron con su nombre incontables instituciones públicas.
Nos hablaron tan bien de él y nos repitieron tanto su nombre que cuando el pasado 28 de junio un grupo de manifestantes derribó un monumento suyo, ubicado en Barranquilla, miles de personas en redes sociales rechazaron el hecho y la «acción vandálica» sin detenerse a considerar lo representativo que es ver caer un monumento en honor a quien en otrora fuera nuestro verdugo. Hasta el alcalde salió a rechazarlo sin mencionar quién era Colón ni cuestionar por qué en la ciudad había una estatua en su honor.
Lo mismo pasó cuando en medio del paro nacional, en septiembre de 2020, los indígenas de la etnia misak derribaron una estatua de Sebastián de Belalcázar en Popayán[4]. A pesar de que historiadores como Alberto Ramos Garbiras reseñan que, en su paso por nuestro continente, y en su afán por atribuirse el descubrimiento y la conquista de los territorios, «arrasó con aldeas, asesinó, rancheó, torturó y aperreó a los indígenas con su jauría de perros lebreles» [5], las redes sociales se inundaron de mensajes de lamento por el derribo del monumento que le rendía tributo.
Y la misma «lloratón» ha suscitado el derribo de cada una de las estatuas que han caído en medio del paro nacional.
No podemos cambiar el hecho de que a través de las cátedras de historia nos divinizaron a quienes vinieron de Europa a «descubrir» y «conquistar», con extrema violencia, los territorios que durante siglos habitaron las diversas etnias a las que pertenecieron nuestros ancestros. Pero sí podemos cuestionar y derribar dichos dogmas.
La oportunidad que nos brindan la investigación científica y el auge de las tecnologías de la información y las comunicaciones nos permite reconstruir nuestra historia, conocerla y darle el lugar que merecen los distintos actores que hacen parte de ella.
No son héroes los que violentaron, saquearon, explotaron y extinguieron a quienes legítimamente son dueños de nuestros territorios. No descubrieron nada porque aquí ya cohabitan un sinnúmero de etnias y comunidades indígenas. Ni mucho menos los conquistaron porque lo que hicieron fue imponerles con violencia sus creencias, lenguas y costumbres.
Por lo tanto, seguirán cayendo, en Colombia y en todo el mundo, los monumentos y todo tipo de homenaje a quienes mancharon de sangre nuestros ríos e hicieron de nuestros territorios una fosa común. No porque queramos borrar o desconocer nuestra historia sino porque hoy, ya que la conocemos, sabemos con total certeza quiénes fueron los héroes y quiénes fueron los villanos.
P. D.: Ni siquiera cuando el pasado 30 de mayo, en Barranquilla, una estatua del Sagrado Corazón cayó encima de una niña de 5 años y le causó la muerte, «lloraron» tanto como cuando tumbaron la estatua de Cristóbal Colón también en Barranquilla. Nadie dijo nada en redes sociales y ni el alcalde salió a dar declaraciones.
Fuentes:
- El castigo de una furiosa Isabel La Católica a Cristóbal Colón por esclavizar a 1600 indios.https://www.abc.es/historia/abci-humillacion-furiosa-isabel-catolica-cristobal-colon-esclavizar-1600-indios-201811300326_noticia.html
- Un documento revela la crueldad de Colón en su gobierno de Américahttps://elpais.com/diario/2006/07/14/cultura/1152828004_850215.html
- ¿Por qué Cristóbal Colón no fue el héroe del que aprendimos en la escuela?https://cnnespanol.cnn.com/2020/06/12/por-que-cristobal-colon-no-fue-el-heroe-del-que-aprendimos-en-la-escuela/.
- Indígenas tumbaron la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar.https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/sebastian-de-belalcazar-indigenas-misak-tumbaron-la-estatua-del-conquistador-espanol-popayan-538221.
- Belalcázar: conquistador y arrasador. https://occidente.co/opinion/columnistas/belalcazar-conquistador-y-arrasador/.
Publicado originalmente en La Oreja Roja