Colombia: 500 años luchando en la Primera Línea por la defensa de la dignidad humana

Harrinson Cuero y Esther Yemisi Ojulari

Más de 200 años después que los hombres y mujeres negros pelearan en Primera Línea por la libertad las guerras independentistas, sus descendientes siguen en la primera línea por la defensa de la dignidad.

Hace 170 años los hombres y mujeres negros lograron a través de la confrontación organizada generar crisis en el sistema esclavista, medular al proyecto económico colonial, haciendo imposible su continuación y obligando a su abolición legal.

La “abolición” de la esclavitud a través de la Ley 2 del 21 de mayo del 1851, impactó en el momento las relaciones sociales y económicas del país, pero no transformó su estructura económica y política, sino que mantuvo la negación de la humanidad de los colonizados, así como la explotación económica racializada en una sociedad aun regida por jerarquías de raza.

En esta deriva, los criollos que décadas atrás habían promovido la independencia tan solo pretendían ser reconocidos como españoles de pleno derecho y alejarse de la deshonra que significaba el ser asociado con los nativos de América o los negros africanos.  Gracias a esa clase política moldeada en el siglo XVII y que se ha empeñada en perfeccionar lo peor de los elementos constitutivos de su génesis, los colombianos hoy vivimos en un constante conflicto interno fruto de la negación de nuestra identidad colectiva. Desesperados por intentar ser como nos han dicho debemos, simplemente dejamos de ser.

Así nos despertamos frecuentemente alarmados de nuestra realidad al ser incluidos como el cuarto país más desigual del mundo y el primero en Latinoamérica, y luego por estar entre los primeros en corrupción. Igualmente, nos despertamos otro día aterrados por la cifra de las víctimas del desplazamiento forzado y asesinatos de líderes sociales, fenómenos en los que nos disputamos el primer lugar mundial, y así sucesivamente despertar tras despertar.

El turno en este ciclo constante de despertares le corresponde en la actualidad a los jóvenes; quienes han pasado a ser noticia nacional por las preocupantes cifras sobre las limitaciones de acceso a educación superior y de calidad, de empleo precario y de violencias sufridas. Lo anterior gracias a la alta presencia de jóvenes en las actuales protestas del Paro Nacional, especialmente en lo que se ha denominado como “La Primera Línea.”  Pero, mientras todos los sectores comentan preocupados en la actualidad por el tema de los jóvenes, no se atreven a especificar que se trata de los jóvenes racializados y más excluidos conscientemente de la sociedad.

La Primera Línea

En el contexto del paro se conoce como La Primera Línea al grupo de personas, mayoritariamente jóvenes, que por los intereses en juego y las dinámicas propias de la movilización, terminaron al frente de puntos de bloqueos y manifestación recibiendo la mayor represión y brutalidad policial. Son la primera línea en la defensa y protección de los derechos; tanto los derechos económicos y sociales de la población en general como los derechos civiles a la vida, libertad e integridad de los manifestantes.

Es en la primera línea que se ubican los jóvenes, los excluidos, los invisibilizados, los marginados, los racializados o en palabras de Eduardo Galeano, “los nadies”; aquellos que, para los dirigentes del proyecto económico extractivista valen menos que la bala que los mata. Aquellos descendientes de los esclavizados cuyas vidas y libertad se median por el capital que producían para la clase esclavista. Estos jóvenes, herederos de cimarrones, al ocupar la primera línea de defensa de los derechos sociales, han logrado despertar la conciencia nacional sobre su realidad. Una realidad no invisible, sino invisibilizada.

Pocos han detallado en el hecho de que muchos de los jóvenes de la primera línea son los que han tenido que pelearse todos los días su reconocimiento social. Aquellos que ponen de manifiesto la perversidad de un modelo económico que al tiempo que depende de su explotación económica, normaliza su exclusión en la distribución de los beneficios del desarrollo generados por ellos mismos.

Jóvenes que se han visto obligados a padecer las privaciones propias de los pueblos oprimidos, a lidiar con la violencia estructural y cotidiana de un país en conflicto, a la que se suma el abuso constante de la policía que, bajo la complicidad social, les criminaliza y les convierte en el enemigo interno. Estos jóvenes, hoy son los héroes de los excluidos de siempre e incluso de la clase media, que ve amenazadas sus aspiraciones con el proyecto de ley de reforma tributaria. A pesar de este protagonismo y liderazgo, los y las jóvenes más marginados aún no son considerados como interlocutores válidos en las mesas de negociaciones del paro.

Lo anterior nos trae a la memoria el rol jugado por los hombre y mujeres negras en la primera línea de las luchas independentistas y la carta de Simón Bolívar a Santander en la que se evidencia la perversa estrategia de usar las aspiraciones de libertada del pueblo negro para convertirlos en mártires invisibles de la causa la independentista:

Las razones militares que he tenido para ordenar la leva de los esclavos son obvias. Necesitamos de hombres robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia y a las fatigas, de hombres que abracen la causa y la carrera con entusiasmo, de hombres que vean identificada su causa con la causa pública y en quienes el valor de la muerte sea poco menos que el valor de su vida.(Bolívar, 1820, San Cristóbal).”

Bolívar entendía, y así también Santander, que no hay nada más dignificante que el reconocimiento social de la humanidad por parte del otro en un ser tan sociable como el humano. Ser tratado con dignidad y una vida con propósito, da una fuerza interior tal a su portador que le permite hacer frente a cualquier situación por más difícil que parezca. Esta es la fuerza que sostiene a La Primera Línea.

Esta misma comprensión del poder de la aspiración humana a la dignidad se mantiene en las instituciones militares del Estado, en los grupos armados guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y demás. De ahí que todos se alimenten de los cuerpos de jóvenes de los sectores excluidos, marginados y racializados a los que le venden un falso tiquete a la libertad.

El uso militar de los hombres y mujeres negras, tanto en las guerras del pasado como en la actualidad, se basa en la racialización, deshumanización y mercantilización del cuerpo negro, cuyo valor está determinado por su utilidad económica y militar; y que se convierte en desechable cuando se presente como un obstáculo para el proyecto económico extractivista.  La carta de Bolívar revela las pretensiones genocidas detrás de estas estrategias militares “libertarias”:

Nada acerca tanto a la condición de bestias como ver siempre hombres libres y no serlo. Tales gentes son enemigos de la sociedad, y su número sería peligroso. No se debe admirar que, en los gobiernos moderados, el Estado haya sido turbado por la rebelión de los esclavos, y que esto haya sucedido tan rara vez en los Estados despóticos…No será útil que éstos adquieran sus derechos en el campo de batalla y que se disminuya su peligroso número por un medio nece­sario y legítimo?” (Bolívar, 1820, San Cristóbal).”

La historia de la independencia y de la guerra contemporánea nos enseña que no son solamente los dirigentes del proyecto económico colonial, la derecha, la elite, sino también muchos de aquellos que dicen que luchan por la libertad del pueblo y los derechos los excluidos, quienes utilizan a estos mismos como carne de cañón en sus luchas “libertarias”.  Esta parte de nuestra de historia es una advertencia para los movimientos sociales, en especial en el contexto del actual Paro Nacional, para que semejante escenario no se repita.

Jose Prudencio Padilla y Manuel Piar, dos militares negros del más alto rango en el ejército independentista fueron asesinados junto a muchos de sus compañeros por la elite criolla bajo falsos cargos de traición por el hecho de defender el derecho a la libertad del pueblo negro.  De igual manera en el contexto del conflicto armado interno y más recientemente en el marco de la protesta social, el estado, con la complicidad de los medios de comunicación, señala y criminaliza a los jóvenes negros de contextos urbanos y rurales con el fin de legitimar la represión violenta y macabra que ejerce sobre quienes se resisten de cualquiera manera al sistema económico opresor.  El ejemplo más reciente se presenta en el Paro Nacional actual, y en particular en Cali donde los agentes del estado hacen uso excesivo y diferencial de violencia contra los jóvenes negros de La Primera Lina.

El presente del país le corresponde a la juventud, indistintamente de su sexo, color de piel y credo; ellos tienen la responsabilidad de construirle un futuro a las próximas generaciones y nos corresponde a los mayores acompañarles en este proceso. Los sectores políticos deberían duidarse de cometer el mismo error de Bolivar y Santander, ellos estaban equivocados; la población negra no  es una amenaza para la nación, somos parte fuendamental en la reconstrucción del país!

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