Cine para ver

Alberto Cortés

El cine y el derecho a la cultura

Recientemente se promulgó una Ley de Cultura que se hizo al margen de la comunidad cinematográfica y sin atender a lo más urgente que necesita nuestro cine, recuperar a su público. Hoy día padecemos un circuito comercial de exhibición dominado por Cinepolis y Cinemex donde el cine norteamericano es el rey y las otras cinematografías, incluyendo la mexicana, tienen una presencia marginal.

México es el cuarto mercado más fuerte en taquilla a nivel mundial, pero sólo accede a esas salas el 35 % por ciento de la población, menos del 7% de los municipios del país tienen salas de cine. Actualmente se producen más de 150 películas cada año, pero más de la mitad no llega a tener una distribución y exhibición en dicho circuito de salas. Más películas, menos espectadores y pocas pantallas.

Estamos hablando de los derechos que tiene todo ciudadano a acceder a los bienes culturales, entendidos estos como las manifestaciones artísticas y culturales que se crean y generan en nuestro país. El Estado tiene la obligación de generar políticas públicas para garantizar ese derecho de todo ciudadano.

Por supuesto que el cine forma parte de nuestra cultura. También, se trata de arte, ya que muchas de nuestras películas son eso, obras de arte, y como tal deben ser tratadas.

Pero, no todas las películas se pueden catalogar de la misma forma, la mayoría de los títulos producidos año con año no son obras artísticas, gran parte de la oferta en las pantallas cabe dentro de lo que podemos llamar cine comercial, es decir productos que están centrados en el negocio y eso es lo que rige su forma y contenido, en cambio el cine que tiene una intención artística y cultural se define de otra forma, su interés no es primordialmente comercial, puede serlo, pero no solamente, esas películas pretenden una comunicación con el espectador de forma racional, ludica, intelectual, emocional, cultural, libertaria, diversa.

Hay un tipo de cine que quiere ganar dinero, viendo al espectador como consumidor, pero también existe otro cine que se propone crear espacios de comunicación y diálogo con un espectador que al mismo tiempo es creador del fenómeno mismo del cine dentro de una sala oscura. Por lo tanto hay un tipo de cine que es parte de nuestra cultura y que debe ser promovido y protegido por políticas públicas, porque la exhibición de películas en México está dominada por el cine comercial, sobre todo por el que nos llega de los Estados Unidos.

¿La no exhibición es censura? ¿El Estado coarta la libertad de expresión?

México cuenta con diversas instituciones encargadas de proteger y estimular la actividad cinematográfica, la principal de ellas es el IMCINE, que se propone producir películas de calidad y promover nuestro cine como manifestación artística en México y el mundo.

También contamos con instituciones que conciben el cine como manifestación y expresión de artistas; la Cineteca Nacional, Filmoteca de la UNAM, AMACC, TV-UNAM, Canal 11 y Canal 22,  Cinetecas y Festivales de cine regionales.

Sin embargo no hay una clara intención del Estado de garantizar a la ciudadanía el acceso a toda la producción de películas, tanto mexicanas como extranjeras, que pueden tener un interés artístico y cultural para el público mexicano. El derecho a la cultura se enmarca dentro de los Derechos Humanos.

Alguna vez la entrada al cine estuvo bajo el resguardo de la Canasta Popular, que funcionaba como un conjunto de productos básicos que no podían ser sujetos de alza de precio de forma arbitraria, tenían que ser negociados. Eran tiempos más democráticos para los cinéfilos.

El cine y los cines democratizaban las pantallas y a los espectadores. El cine mexicano tenía su público y éste sabía gozar de las funciones de cine. El espacio donde sucedía todo esto era un Territorio Cinematográfico nuestro, propio de nuestra cultura.

Ahora la norma es diferente, ya no hay cines, ahora son conjuntos de salas  controladas por dos grandes distribuidoras con miles de pantallas cada una y con una visión muy clara de lo que exhiben, con una marcada preferencia por el cine estadounidense. Cuenta con un público mayoritariamente urbano y de clase media o alta, que se siente muy cómodo con esa oferta de películas. El TLC ha favorecido este status quo durante los últimos años.

Ir al cine en México es una cuestión de clase, ver una película con todos sus atributos técnicos y artísticos en salas comerciales tiene un costo alto, boleto, dulcería y  estacionamiento elevan el pago y lo hacen inaccesible para muchos.

Si se carece de los medios se puede acceder a las películas a través del DVD pirata o a la memoria con archivo pero la calidad baja muchísimo, además ya no se trata de ir al cine, tan sólo es ver películas en pantalla casera de televisión.

La mayoría de nuestras películas circulan poco o nada en salas y de regular a mucho en sistema pirata o redes de internet.

No podemos atenernos a que el estado benefactor venga a resolver la encrucijada.

La forma de distribución y exhibición del cine estadounidense en México y el mundo es una cuestión de Estado, es una poítica cultural imperialista que se nos impone. Es excluyente de la diversidad cultural, a partir de esa estrategia del entretenimiento es muy dificil imaginar y cultivar el florecimiento y desarrollo de otras cinematografías, nacionales, pluriculturales, diferentes, diversas.

El éxito de la Cineteca Nacional en la ciudad de México tiene que ver no sólo con el tipo de películas que se exhiben, también con el trato que se le da al público, no como consumidor sino como un visitante que se adentra a un territorio cultural, a los terrenos del arte, a la convicencia y tolerancia ante la diversidad. Ver películas en un espacio así, se convierte hoy en día en un acto de resistencia cultural, incluso los puestos piratas al exterior de la Cineteca se especializan en cine y contracultura, cine de autor y películas de culto.

Acaso se podrá extrapolar la experiencia de la Cineteca Nacional a otros lugares y crear nuevos territorios cinematográficos en donde poder recuperar o mejor dicho lograr interesar a grupos diversos en nuestro cine que de por si es diverso.

Un ejemplo de este desastre es Tempestad, una película de interés nacional que debería mostrarse en cientos de cines, se estrenó apenas hace una semana, hoy día es dificil encontrarla en la cartelera comercial, mientras en la cineteca las funciones están a sala llena.

Trailer: https://youtu.be/ZcsTU8W_Bv8

Alberto Cortés

Director de cine ganador en tres ocasiones del premio Ariel. Egresado del Centro Universitario de Estudios Cinemátográficos, entre sus películas y documentales se encuentran Amor a la vuelta de la esquina, Ciudad de Ciegos, Corazón del Tiempo, La tierra de los Tepehuas, Resistencia…somos gente del maíz, entre otros.

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