Chile: “La revolución será feminista o no será”

Camila Ponce

Foto: Pancarta de protesta de toma feminista 2018 en el Instituto de Artes de la Universidad de Chile. Wikimedia Commons. Todos los derechos reservados.

El movimiento feminista universitario del 2018 en Chile emerge originalmente por denuncias de acoso a profesores en diferentes planteles del país. En un comienzo eran rumores aislados, casi un secreto a voces sobre tal o cual profesor que era conocido por sus malas prácticas con las estudiantes o que, haciendo uso de su posición de poder, intentaba generar con ellas algún tipo de relación sentimental y/o sexual.

Más tarde, fueron varias las estudiantes que empezaron a denunciar en la prensa ese tipo de acciones. El escándalo de la Escuela de Historia de la Universidad de Chile, fue lo que comenzó la bola de nieve de acusaciones: un reportaje denunciando el acoso de un académico en la prensa fue el detonante para que se generaran decenas de asambleas y otros académicos fueran develados.

Así es como el movimiento fue haciéndose más fuerte y más explícito en el país, con marchas de más de 150 mil asistentes, numerosas performances -mostrado calzones ensangrentados, senos descubiertos o mostrando las nalgas con colas de caballo haciendo referencia a las performances de lasYeguas del Apocalipsis de Lemebel– y velatones en el espacio público.

En mayo del 2018, las denuncias y las exigencias por protocolos contra el acoso se instalaron en las principales universidades, como también en varios liceos y colegios.

Estas demandas se cristalizaron en tomas y paros en más de 20 instituciones de educación superior en todo Chile, y estudiantes de instituciones de educación superior del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo (otra congregación católica muy conservadora) también se han movilizado. Los lienzos feministas de las universidades han abordado distintas temáticas: desde una reivindicación del lugar de las mujeres en la ciencia y el conocimiento, hasta imágenes de vaginas y clítoris coloridos.

Las estudiantes universitarias sacaron los “trapos sucios” de sus escuelas. Difundieron frases machistas y xenófobas que sus profesores decían sin descaro frente al resto de sus compañeros.

Las estudiantes universitarias sacaron los “trapos sucios” de sus escuelas. Difundieron frases machistas y xenófobas que sus profesores decían sin descaro frente al resto de sus compañeros. 127 estudiantes recopilaron las frases más llamativas en el periódico universitario Puclítico, de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile: “Señorita qué hace con ese escote, ¿usted vino a dar una prueba oral o a que la ordeñen?”; “Señorita, hágame un favor y mejor agarre los 4 millones de la carrera y váyase al mall”; o “Cuándo el hombre ve a una mujer y siente ganas de violarla, no es más que un desorden de sus inclinaciones naturales”.

Así es como la toma en la Casa Central de la conservadora Universidad Católica se transformó en un momento histórico para el movimiento feminista chileno, que no tenía esta forma de acción colectiva desde 1986. Paradójicamente esta ocurriendo en la misma universidad donde 51 años atrás, Jaime Guzmán, el ideólogo la dictadura chilena fundaba el movimiento gremialista ultra-conservador.

Previamente a estas demandas, el movimiento feminista ya estaba levantando con fuerza sus banderas contra el patriarcado y la violencia machista. Primero, con el hasthtag de la #NiUnaMenos -surgido en Argentina en 2015- se buscaba dar cuenta del rechazo a los constantes femicidios y la violencia contra las mujeres. De esta manera, este movimiento transversal en edades y niveles socioeconómicos, se expandió en distintas ciudades de Latinoamérica exigiendo sociedades más conscientes y reflexivas frente a esta problemática tan anclada en nuestros países.

El movimiento universitario feminista que se levanta en Chile no busca ignorar problemáticas que van más allá de las murallas de sus instituciones, razón por la cual, a mediados de junio se realizaron velatones frente a la Moneda y en distintas universidades, en rechazo a la seguidilla de femicidios acontecidos todos ellos en menos de 36 horas.

Manifestación feminista, Chile 2018. Camila Ponce. Todos los derechos reservados.

Consecuentemente, en los últimos años han surgido numerosas organizaciones, fundaciones y ONGs que buscan eliminar las brechas de género desde distintas dimensiones, algunas de estas son: la OCAC, que se concentra en eliminar el acoso callejero; Miles Chile, que lucha por los derechos sexuales y reproductivos; La Rebelión del Cuerpo, que busca educar sobre los efectos negativos que tienen los estereotipos de género.

También han emergido coordinadoras o colectivas más desestructuradas y horizontales, como por ejemplo, El Frente Feminista la Trenza, que se define como antipatrialcal, feminista, anticapitalista y clasista; o Escuelas feministas como la denominada Joane Florvil, que busca educar y generar solidaridades con mujeres haitianas, un colectivo migrante especialmente afectado por procesos de estigmatización y marginación social.

En las regiones chilenas también han emergido organizaciones feministas, tal es el caso de Rebrote feminista en Concepción, que se define como una organización autónoma y horizontal; o la cooperativa La Huacha Feminista en Valparaíso, quienes realizan mensualmente caminatas de silencio contra la violencia hacia las mujeres.

Es un movimiento identitario que no solo toma la causa de la participación, de la democracia y la identidad como derechos, sino que va al meollo de una sociedad patriarcal de clase.

Algunas investigadoras han señalado en estos últimos meses, que estaríamos frente a una nueva ola del feminismo que lucha por las identidades. Tal es el caso de Kemy Oyarzún -académica experta en feminismo- quien señala que este “es un movimiento identitario que no solo toma la causa de la participación, de la democracia y la identidad como derechos, sino que va al meollo de una sociedad patriarcal de clase”.

A su vez, en la noción de participación y democracia, el movimiento concibe la educación –mercantilizada en el modelo neoliberal instalado en dictadura– como un derecho de vital importancia. Las estudiantes feministas están cuestionando el patriarcado y cómo se está formando a las y los jóvenes en las instituciones de educación básica, secundaria y superior.

Ello es central, porque, desde allí, el movimiento feminista retoma, luego de siete años, las demandas del movimiento estudiantil de 2011 (que, hasta el día de hoy, continúa exigiendo la condonación de la deuda de los estudiantes en situación de morosidad, el fin del lucro en la educación y la gratuidad universal). Las retoma, pero las enriquece: ya no se trata sólo de la demanda por educación gratuita, de calidad y sin lucro; sino también, es crítico a las desigualdades de género.

Es así como las marchas de abril y mayo del movimiento estudiantil se tiñeron de violeta, el color del feminismo; decantando en las tomas y paros de los establecimientos en mayo.

Sin duda, la victoria electoral del empresario millonario Sebastián Piñera y de su coalición conservadora en las elecciones presidenciales de noviembre 2017, es un elemento crucial para entender el proceso in crecente de este movimiento. Pues, el descontento feminista se escucha con mayor fuerza frente a un gobierno conservador que ha puesto continuas trabas a la aplicación de la “ley de aborto en tres causales” aprobada por la ex Presidenta Michelle Bachelet.

Manifestación feminista, Chile 2018. Camila Ponce. Todos los derechos reservados.

Tanto es su conservadurismo que la titular del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, Isabel Plá -en línea con los más retrógrados argumentos vistos en el reciente debate argentino sobre el derecho a abortar- ha llegado a sugerir que es más importante la libertad y los derechos “de quien se prepara silenciosamente para comenzar a respirar por sus propios pulmones” que aquellos de las mujeres que “puede[n] sostenerse sobre sus pies”; y que luego, sin ningún escrúpulo ni reconocimiento de contradicción, reivindica el momento histórico que vive el país, “donde ya no se tolera la discriminación”.

Como señala la destacada antropóloga y académica de la Universidad de Chile,Sonia Montecinos, la importancia de este movimiento va más allá de una discusión sobre el financiamiento en la educación, en tanto “cuestiona los cimientos sociales de la cultura machista en la cual nos insertamos”.

Inscribiéndose en aquella discusión clave del feminismo histórico, este movimiento insiste en reconfigurar los esquemas de separación entre el espacio privado y público, buscando con ello generar cambios a nivel micro y macro.

Por una parte, se concentra en generar transformaciones en las interacciones que existen en la sala de clases, donde muchas estudiantes se sienten a disgusto con prácticas machistas de sus profesores; y generar cambios en las relaciones de pareja y la violencia que puede existir en el noviazgo. Por otra parte, exige un cambio de paradigma y un replanteamiento sobre el modo de enseñanza y de segregación por género que aún se mantiene en los mejores liceos públicos del país.

La demanda por el aborto libre sigue estando presente en las manifestaciones y es un debate de larga data que presenta fuertes resistencias en los sectores más conservadores del país.

Frente a un gobierno que no recoge las demandas de la calle, la oposición instala el debate y el Partido Liberal anuncia un proyecto de ley similar al transandino para acoger las demandas del movimiento feminista, días antes de la aprobación del aborto libre en la Cámara de Diputados de Argentina luego de masivas protestas.

La demanda por el aborto libre sigue estando presente en las manifestaciones y es un debate de larga data que presenta fuertes resistencias en los sectores más conservadores del país y que dividió en su momento a la Nueva Mayoría en torno a la ley de aborto en tres causales.

Sin embargo, aunque esta ley no encuentre resonancia en el Congreso, la transformación cultural está en proceso y hoy vemos como los hombres de distintas edades están enfrentados a cuestionarse sus prácticas machistas, y las jóvenes están constantemente reconstruyéndose y criticando las representaciones patriarcales en sus prácticas cotidianas y privadas como son el amor romántico cargado de estereotipos que impiden un cambio real en nuestra sociedad.

Hoy las jóvenes estudiantes que están en las tomas señalan que “buscan ser libres, ya no creen en las formas de amor tradicional y buscan deconstruirse*”cuando al mismo tiempo procuran enseñarle a sus padres y hermanos qué significa ser mujer hoy, sacando los trapos sucios a la calle porque se cansaron se ser tratadas como seres inferiores.

 

Publicado originalmente en openDemocracy

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