Chicomuselo: resistencia contra las minería desde los caminos de la fe

Herminia Rodríguez

Chiapas. Campesinos sin tierra, ejidatarios, mujeres trabajadoras, niños y niñas, agrupados en Comunidades Eclesiales de Base, convocan a una mega-peregrinación en el municipio de Chicomuselo, Chiapas, en contra de la minería. Esta se realizará el día 2 de octubre (fecha en que se conmemora 49 años de la masacre estudiantil de Tlatelolco), saliendo del ejido Flores Magón a las 8:00 de la mañana (hora de Dios). Los chicomultecos denuncian que en los últimos meses comenzaron a intensificarse las incursiones, interferencias y trabajos de las empresas mineras en su territorio. Si bien, la minera canadiense Blackfire Exploration Ltd fue expulsada en 2009 por la fuerza de la movilización campesina, tras el asesinato de Mariano Abarca, activista anitiminero, actualmente las prácticas extractivas han reiniciado.

La manifestación político-religiosa es convocada por la parroquia de San Pedro y San Pablo y del Comité para la Promoción y Defensa de la Vida “Samuel Ruiz”, instancias seguidoras de la “iglesia liberadora”, un proyecto diocesano que busca construir la paz, la reconciliación, la justicia social y que mantiene la opción preferencial por los pobres. Es de señalar que la resistencia de las Comunidades Eclesiales de Base es resultado de las reflexiones que sobre la realidad social construye un sector campesino adepto a un catolicismo crítico del sistema actual, iniciado por el obispo Samuel Ruiz en su momento. Aunque éste proceso eclesial abarca varios pueblos chiapanecos, principalmente indígenas, en cada espacio las demandas se diversifican a partir de sus particulares necesidades y urgencias. En Chicomuselo las preocupaciones giran en torno a la defensa del territorio y por la conservación del ecosistema, ya que se trata de un sitio estratégico para el capitalismo extractivo, y al ser una puerta de entrada la sierra de Motozintla, rica en minerales, es común el ingreso de empresarios que buscan apropiarse de sus recursos.

Chicomuselo es un pueblo de la región fronteriza, ubicado a escasos kilómetros de la frontera con Guatemala, es una de tantas poblaciones vulnerabilizadas por el sistema político mexicano, a través de su deliberado empobrecimiento: el 36.19% de la población está en un grado de marginación “alto” y el 24.76% en un “grado de marginación muy alto”, lo cual significa que la mayor parte de las familias no alcanzan a cubrir lo más rudimentario de la canasta básica, es decir se encuentran en situación de “hambre extrema”; aun cuando cuenta con tierras fructíferas y pastizales aptos para la cría de ganado, los campesinos no tienen acceso a créditos, y están sujetos a intermediarios que rebajan los precios de sus productos. Se suma las plagas de roya que han acabado en los últimos años con las cosechas de café (principal cultivo de la región) y el encarecimiento de los “almácigos sanos”, vendidos por el propio gobierno estatal. El empobrecimiento ha provocado ya desde hace tiempo la migración de sus pobladores, iniciando así una etapa de desterritorialización que provoca la desvinculación de los campesinos con la tierra, ésta se ha incrementado con la llegada de las mineras, que incentivan la parcelación y privatización de los ejidos.

La estrategia de las mineras ha sido pretender asumir “responsabilidades de Estado”, pues promete cubrir las necesidades que el gobierno ha abandonado: construir escuelas, pavimentar calles, mejorar el sistema de transporte, instalar clínicas, ampliar el sistema de drenaje y de luz eléctrica. Las promesas son olvidadas una vez que los ejidatarios acceden a vender sus tierras.

Además del proceso de desterritorialización que se vive en Chicomuselo, las secuelas se observan a nivel de la identidad social y del tejido comunitario, ya que quienes acceden a vender sus tierras, pasan de ser campesinos a ser “mineros” o “desempleados” y de ser ejidatarios a ser simples “avecinados” (sin voz ni voto en las asambleas ejidales); las familias se dividen por distintos posicionamientos frente a la minería y surgen querellas entre las comunidades por las mismas causas. Actualmente en el ejido Grecia, por ejemplo, se ha aceptado la instalación de la maquinaria extractiva y muchos “campesinos” se han sumado a las labores, pero en el ejido Morelia, por donde pasan los camiones de carga, hay oposición; esto ha generado enfrentamientos entre comunidades avecinadas. Por su parte la minera alienta estos conflictos para ahondar más las diferencias y “legitimar su solidaridad” con el sector que le “apoya”.

Los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base de las zonas planada, cofre, centro y sierra,  de Chicomuselo se encuentran preocupados por estas interferencias en su territorio, en su organización social y en su identidad social, por ello, convocan a sus homólogos católicos de todo el estado, reconocidos a nivel diocesano como Pueblo Creyente, para que los respalden en su lucha contra la minería y sus secuelas.

El Pueblo Creyente es un actor social, político-religioso, que reivindica la organización pacífica, la lucha por la defensa de la tierra, por el respeto de los derechos humanos, por la impartición de justicia, por la liberad de los presos políticos, por la equidad social y por la dignidad de los pobres. Es una agrupación adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y que conjunta a católicos comprometidos por construir un mundo mejor.

21439342_10156075859480628_2079700896_o

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de méxico  

Dejar una Respuesta