La situación en Cataluña preocupa a los españoles, moviliza al conjunto de Europa y despierta interés en el resto del mundo. ¿Qué puede pasar? Imposible decirlo con certeza, los escenarios son cambiantes y cada movimiento es parte de una fina jugada de ajedrez, haciendo equilibrio en un contexto que parece estar destinado a la violencia civil.
Más allá del desenlace de la crisis en Cataluña y la posibilidad o no de constituirse como República independiente, el objetivo del presente análisis es ubicar la situación particular en un contexto general.
Cataluña no es otra cosa que una rajadura más de un contexto global que desde la crisis global que estalló en 2011 en el viejo continente viene sumando problemas en todo el bloque occidental.
“La situación en Cataluña demuestra la crisis de los Estados Nacionales en Europa”, dijo el analista internacional y Máster en Historia contemporánea Universidad de Toulouse de Francia, Florent Sardou en una entrevista a este medio.
Este razonamiento es la punta de iceberg que pone en vilo a la institucionalidad global. ¿De qué hablamos cuando hablamos de institucionalidad global? Del proyecto global que las trasnacionales financieras y de servicios pretenden consolidar a través de grandes acuerdos comerciales. Ese proyecto impulsado por el entonces presidente norteamericano Barack Obama y su base globalista (y acompañado por la Unión Europea) tuvo, tiene y tendrá contratiempos.
El primero, en 2016, con la inesperada victoria del Brexit en el referéndum en el Reino Unido.
Los británicos votaron por la salida de la Unión Europea fracturando la relación entre el sistema de integración política y económica más importante del mundo y una de las principales economías del planeta. Lo que significó una victoria táctica del Primer Ministro David Cameron para derrotar a la ultraderecha y consolidar la mayoría absoluta en el parlamento, terminó siendo una dura derrota estratégica que aún hoy su sucesora Theresa May sigue padeciendo.
El segundo revés para la globalización neoliberal fue la inesperada derrota de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Donald Trump, empresario de altísimo perfil y sin experiencia pública, se convirtió en el Jefe de Estado de la primera potencia mundial con un programa menos global y más americanista sustentado en el proceso de acumulación hacia adentro y el fortalecimiento de la industria militar. Con la decisión de Trump de abandonar el Tratado Trans Pacífico y el Tratado Trans Atlántico, el proyecto global quedó huérfano en términos políticos. Así, el bloque anglo-americano ingresó en un espiral de transición que aún parece estar lejos de resolverse.
El tercer escollo del proyecto global tiene a la Unión Europea en el centro de la escena. Del 2011 a la actualidad, el sistema de integración europeo se enfrentó al avance de la ultraderecha, la crisis de refugiados, los ataques terroristas y los riesgos secesionistas. En este cuadro de situación aparece Cataluña, como región rica de España con fuerte impronta independentista y tensiones históricas con el gobierno central. La agudización de la crisis entre catalanes y españoles se produce cuando el gobierno de central reformó el estatuto de Cataluña en plena crisis política, económica y social con el objetivo de recortar servicios públicos como parte de la política de austeridad con el que Zapatero y Rajoy buscaron encarar la crisis. En el medio pasaron momentos de acuerdos y desacuerdos hasta llegar a la realidad incierta de hoy.
El tema es que el problema no acaba en Cataluña. La Unión Europea mira con preocupación no solo la posibilidad de una independencia, sino lo que pueda emerger de una dinámica de enfrentamientos. Cataluña, Navarra, Andalucía o el País Vasco son territorios diferentes en cuanto a la coyuntura, pero parecidos en cuanto a tensiones y pueden sumarse las ricas regiones de Lombardía y Véneto, en el norte de Italia u otros casos similares en Francia, Bélgica, Alemania o muchas otras regiones de Europa. Cuando la crisis golpea, el temblor se siente en diferentes puntos que, parecen estar separados pero en realidad se conectan. Con esto no quiero decir que todos los casos son similares ni que Europa esté al borde del desmembramiento, pero sí es claro que el sistema de integración europeo sufre las heridas de un vidrio que se astilla, heridas de baja intensidad pero que requieren reformas para procesar tensiones y garantizar un sistema de integración plural que contemple pluralidades.
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Por el momento, tres de los dos bloques dominantes del mundo han sufrido los resultados de un orden global en crisis. El tercero es China con sus posibles aliados circunstanciales como Rusia. China no se casa con nadie y está dispuesto a avanzar frente al terreno que dejan vacío tanto el bloque anglosajón como Europa con posibilidad cierta jugar de aliado de este último.
La faceta económica de esta crisis es clave. La globalización progresista por ahora solo es la consigna de la próxima Cumbre del G20. Mientras menos PBI expresen las potencias occidentales más domestica y menos global sean las decisiones de países importantes como Francia, quien por ejemplo ya puso en duda el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, más terreno ocupa China y más estancado queda el proyecto global neoliberal.
Cataluña es un párrafo más de la crisis global, un diagnóstico que la Unión Europea deberá hacer para preservar a los Estados Nacional de un sistema de integración que supo ser ejemplo. Por ahora son daños menores, solo por ahora.
Artículo publicado originalmente en Resumen del Sur
La crisis global empezó en 2008 con la todavía irresuelta crisis financiera. En 2011 empezó el lado político de la crisis global con la Primavera Árabe, los Indignados y Occupy. A propósito que pasó con los Indignados en esta crisis catalana? Podemos parece ser un observador impotente. Realmente Europa y el mundo necesita otro estado rico y pequeño que no quiere compartir su riqueza?