Brasil en Rojo

Spensy Pimentel

Carteristas de la política

La política del golpe en curso en Brasil sigue aplicando el truco del carterista. Mientras hace la atención de la víctima volverse a un foco que está de un lado, la roba por el otro.

La última jugada involucra a Venezuela y el más reciente intento de golpe en curso por allá. Las manifestaciones de apoyo y solidaridad a los venezolanos que partidos y personalidades de izquierda lanzaron en las últimas semanas fueron el mote para una intensa campaña por parte de la derecha. La ironía, como no pocos notaron, es que muchos de los problemas que la derecha apunta en el país vecino están ocurriendo en Brasil, de forma general, y en algunos estados, particularmente – sobre todo en Río de Janeiro.

En el estado de Río, la situación es de «calamidad pública» – por cierto, aprobada por decreto, hace más de un año, aún antes de la celebración de los Juegos Olímpicos: funcionarios públicos están con salarios atrasados y diversos servicios públicos están en colapso, mientras que las privatizaciones, despidos y cortes se aplican como soluciones para superar la crisis, construida a partir de mucha corrupción que, entre otras cosas, aceitaba la concesión de beneficios fiscales a grandes empresas.

Uno de los efectos colaterales del colapso del Estado en un lugar como Río es, ciertamente, el aumento del número de crímenes, pero, vale recordar, hace varios años la policía fluminense ya es conocida como una de las más violentas del planeta. Según datos publicados por la prensa brasileña en 2016, la policía de Río (estado con 16.6 millones de habitantes) mató, entre 2006 y 2015, casi el doble que las policías de 50 estados estadounidenses reunidos – 8 mil 52 personas muertas en Río, contra 4526 en los Estados Unidos.

Pues bien, con todo ese cuadro, todavía hay brasileños increíblemente indignados con la situación en Venezuela, pero que no dicen «pío» para actuar por el derribo de los muchos regímenes dictatoriales impuestos por aquí. ¿Dos pesos y dos medidas? Probablemente no, en muchos casos. Una parte significativa de la clase media brasileña – generalmente la más conservadora políticamente – asocia raza y clase social a las condiciones que justifican violencia policial. El problema, en Venezuela, es que se vea gente blanca de clase media sufriendo con la represión. Los negros favelados muertos por el brazo armado del Estado simplemente no son algo digno de mención, porque es «natural» que esas personas sean blancos.

En fin, nada de eso es de espantar. El procedimiento es el mismo que viene siendo aplicado desde hace varios años con gran éxito. Para decir la verdad, la elite brasileña está especializada en ese ilusionismo de los pungas. Los partidos, por ejemplo, cambian de nombre periódicamente. El golpe de turno es un partido dicho «ecológico» que deberá pasar a llamarse, según consta, de «patriota» para, en 2018, albergar a un candidato que es militar de la reserva. Otras jugadas increíbles en estas transformaciones: el actual “Demócratas” desciende del partido que sostenía la dictadura militar, el cual, a su vez, también dio origen a otro partido, dicho «progresista». El partido «de los trabajadores» tiene empresarios entre sus principales nombres, en ciertas regiones. Y los «socialdemócratas» promueven el liberalismo. El país está siempre en crisis, entonces siempre hay que cambiar. Ningún partido se atreve a proclamarse «conservador» – tal vez, ahora, “cristiano”. La mayor parte de la población, la mayor parte del (poco) tiempo en que hubo elecciones, seguía excluida, empobrecida. Ningún partido se atreve a decirse «elitista» o «de los empresarios».

Nuestra grandes empresas de comunicación cultivan su buena imagen ante parte de la sociedad cuidadosamente introduciendo elementos ligados a un «marketing social» en sus principales productos – personajes negros o gays en las telenovelas, por ejemplo. Al mismo tiempo, cuando es de su interés, como sucedió varias veces desde 2013, determinados objetivos pueden ser atacados masivamente en los principales telediarios o incluso en programas no periodísticos, con argumentos de la empresa siendo expresados por presentadores o actores como si fueran opiniones propias y espontáneas.

A decir verdad, la idea misma de democracia es parte de ese juego. ¿Qué define una democracia? ¿Cuáles son los factores fundamentales para establecer dónde termina y comienza una dictadura? De verdad, realmente, es como si fuera un gran juego de truco, otro rincón privilegiado para la prestidigitación. Lleva la ventaja quien puede gritar más, y de forma más convincente. Pues si hasta hoy, en Brasil, una parte significativa de la sociedad piensa que el golpe de 1964 fue una “revolución”…

Punguistas da política

A política do golpe em curso no Brasil segue aplicando o truque do batedor de carteiras. Enquanto faz a atenção da vítima se voltar a um foco que está de um lado, rouba-a pelo outro.

O último lance do jogo envolve a Venezuela e a mais nova tentativa de golpe ora em curso por lá. As manifestações de apoio e solidariedade aos venezuelanos que partidos e personalidades de esquerda lançaram nas últimas semanas foram o mote para uma intensa campanha por parte da direita. A ironia, como não poucos notaram, é que muitos dos problemas que a direita aponta no país vizinho estão ocorrendo no Brasil, de forma geral, e em alguns estados, particularmente – sobretudo no Rio de Janeiro.

No estado, a situação é de “calamidade pública” – por sinal, aprovada por decreto, há mais de um ano, ainda antes da realização da Olimpíada ali: funcionários públicos estão com salários atrasados e diversos serviços públicos estão em colapso, enquanto privatizações, demissões e cortes são aplicados como receita para superar a crise, construída a partir de muita corrupção que, entre outras coisas, azeitava a concessão de benefícios fiscais a grandes empresas.

Um dos efeitos colaterais do colapso do Estado em um lugar como o Rio é, certamente, o aumento do número de crimes, mas, vale lembrar, há vários anos, a polícia fluminense já é conhecida como uma das mais violentas do planeta. Segundo dados publicados pela imprensa brasileira em 2016, a polícia do Rio (estado com 16,6 milhões de habitantes) matou, entre 2006 e 2015, quase o dobro do que as polícias de 50 estados americanos reunidos – 8052 pessoas mortas no Rio, contra 4526 nos EUA.

Pois bem, com todo esse quadro, ainda há brasileiros incrivelmente indignados com a situação na Venezuela, mas que não dão um pio para agir pela derrubada dos muitos regimes ditatoriais impostos por aqui. Dois pesos e duas medidas? Provavelmente não, em muitos casos. Uma parte significativa da classe média brasileira – geralmente a mais conservadora politicamente – associa raça e classe social às condições que justificam violência policial. O problema, na Venezuela, é que se veja gente branca de classe média sofrendo com a repressão. Negros favelados mortos pelo braço armado do Estado simplesmente não são algo digno de nota, porque é “natural” que essas pessoas sejam alvos.

Enfim, nada disso é de espantar. O procedimento é o mesmo que vem sendo aplicado há vários anos, com grande êxito. Para dizer a verdade, a elite brasileira é especializada nesse ilusionismo dos punguistas. Os partidos, por exemplo, mudam de nome, periodicamente. O golpe da vez é um partido dito “ecológico” que deverá passar a se chamar, segundo consta, de “patriota”, para, em 2018, abrigar um candidato que é militar da reserva. Outros lances incríveis nessas transformações: o atual Democratas descende do partido que sustentava a ditadura militar – o qual, por sua vez, também deu origem a outro partido, dito “progressista”. O partido “dos trabalhadores” tem empresários entre seus principais nomes, em certas regiões. E os “social-democratas” promovem o liberalismo. O país está sempre em crise, então é sempre preciso mudar. Nenhum partido ousa proclamar-se “conservador”. A maior parte da população, a maior parte do (pouco) tempo em que houve eleições, seguia excluída, empobrecida. Nenhum partido ousa proclamar-se “elitista” ou “dos empresários”.

Nossas grandes empresas de comunicação cultivam sua boa imagem perante parte da sociedade cuidadosamente introduzindo elementos ligados a um “marketing social” em seus principais produtos – personagens negros ou gays nas novelas, por exemplo. Ao mesmo tempo, quando é de seu interesse, como aconteceu várias vezes desde 2013, determinados alvos podem ser atacados maciçamente nos principais telejornais ou mesmo em programas não jornalísticos, com argumentos da empresa sendo expressados por apresentadores ou atores como se fossem opiniões próprias e espontâneas.

A bem da verdade, a própria ideia de democracia é parte desse jogo. Pois, o que define uma democracia? Quais são os fatores fundamentais para estabelecer onde ela termina e começa uma ditadura? É como se fosse um grande jogo de truco – outro lugar privilegiado para os prestidigitadores. Leva a vantagem quem grita mais, e de forma mais convincente. Pois, se até hoje, no Brasil, uma parte significativa da sociedade pensa que o golpe de 1964 foi uma “revolução”…

Spensy Pimentel

Periodista y Antropólogo brasileño. Ha Colaborado con publicaciones independientes de Brasil como Caros Amigos, Brasil de Fato, Carta Capital, Retrato do Brasil, entre otras. Acompaña a los Guarani Kaiowa, de Mato Grosso do Sul, divulga su problemática y su proceso autónomo.

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