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Carta al Estado: La crisis de desaparición y la fiesta de la democracia

Por Marina Alamo Bryan / Universidad de Columbia / columnista invitada por el GIASF*

Luz María Dávila, La reclamante, como la llamó Cristina Rivera Garza en el poema que lleva ese nombre, forma parte de la genealogía de madres que en México se han enfrentado al poder para resistir ante la violencia, muerte y desaparición que se ha impuesto sobre los cuerpos de sus hijos, y de las cuales el Estado es cómplice en acción u omisión. En el ahora lejano 2010, ella se convirtió en un símbolo al negarle la mano y la bienvenida al entonces presidente, Felipe Calderón, durante una visita a Ciudad Juárez. 

Hacía poco tiempo del asesinato de los dos hijos de Luz María. Marcos y José Luis, de 19 y 17 años de edad, fueron asesinados junto con otros trece jóvenes en la colonia Villas de Salvarcar, durante una fiesta de cumpleaños el 31 de enero de 2010. “Discúlpeme, señor Presidente”, le dijo Luz María Dávila a Calderón. “Yo no le puedo decir ‘bienvenido’ porque para mí no lo es… Yo no puedo darle la mano y decirle ‘bienvenido’, porque para mí no es bienvenido… Yo quiero que se haga justicia, no nada más para mis dos niños, sino para todos los demás niños”. Luz María salió del salón de conferencias, dejando a Calderón en la (ojalá) incómoda humillación del soberano que no cumple. Este podría ser uno de múltiples encuentros a través de los cuales podríamos narrar la historia de la desaparición y la búsqueda de personas desaparecidas. Nuestra historia reciente está repleta de escenas reiteradas donde hay un encuentro entre familiares, principalmente madres, con un rosario infinito de autoridades indolentes que al escuchar, pareciera que sólo simulan. Luz María Dávila sería una figura central de dicha genealogía de madres que confrontan al poder de esta forma: interrumpiéndoles. 

Como la intervención de Dávila, hay otras escenas donde el foro público, la plaza, el espacio colectivo, se convierte en el escenario donde se transforma el dolor íntimo en dolor público. Porque pareciera que sólo en el espacio público tiene el soberano la obligación de escuchar el dolor. Escribirle una carta al rey, una misiva al soberano, esperar audiencia afuera del palacio. Todas son imágenes reiteradas de la genealogía histórica del poder. Rechazar la mano del soberano, negarse a recibirle, es subvertir esta imagen de la petición y la plegaria. 

Como éstas, han surgido otras formas de protesta que buscan interrumpir el flujo de la normalidad y de los procedimientos cotidianos del estado, recientemente, la huelga de hambre de Raúl Tercero, quien se ató al asta bandera del Zócalo capitalino, impidiendo el ritual diurno y nocturno del izado y retiro de la bandera. Las protestas a las afueras de oficinas han dado paso a la toma de edificios, los plantones se han vuelto velatorios; y más recientemente, la protesta ha tomado la forma de una pregunta que se logra plantear durante “la mañanera”, esa conferencia de prensa que el presidente actual preside diariamente y se ha vuelto la tribuna del acceso al poder. 

Foto de la jornada electoral en México del 6 de junio de 2021, tomada de twitter*

El pasado 6 de junio de 2021, una nueva forma de protesta irrumpió durante las elecciones intermedias de este sexenio, donde se eligieron legisladores, representantes locales y algunas gubernaturas. Múltiples imágenes comenzaron a circular en redes sociales, documentando cómo familiares, miembros de colectivos de búsqueda y personas solidarias con su lucha, acudieron a votar e intervinieron sus boletas electorales, y en ocasiones anularon su voto, para transmitir mensajes como: “Mi voto x tu ayuda”, “¿Dónde están los desaparecidos de Guanajuato?”, “Mi voto x mis hermanas víctimas de feminicidio”. En el recuadro de “candidatos sin registro” quedaron plasmados nombres de personas desaparecidas: “Alicia de los Ríos Merino”, “¿En dónde está Wendy?”, “Roy Rivera Hidalgo”, “Ana María Sierra Barragán y su hija Estrella Isabel Flores Sierra, desaparecidas desde Mayo 11 de 2021”. 

Anular el voto funciona aquí como una forma de rechazo de la propuesta política en turno. Ejercer el voto y agregar un mensaje de intercambio, de condicionamiento, a ese voto, es recordarle al soberano el pacto bajo el cual se supone que adquiere la autoridad en caso de que las elecciones le hagan ganar. 

Uno de los mensajes incluidos en las urnas, fue enunciado desde la voz de las personas desaparecidas: “Esperando que los partidos políticos que ganen nos volteen a ver, somos muchos los desaparecidos aún, por favor, faltamos nosotros”. Ahí, el rechazo, en voz de las y los desaparecidos, implica resistir a la desaparición de la desaparición misma. Otorga agencia a las personas desaparecidas al hacerlas visibles: Aquí estamos, seguimos faltando, por favor no nos olviden, búsquennos, merecemos ser encontrados. 

Foto de la jornada electoral en México del 6 de junio de 2021, tomada de twitter*

Hubo quienes no anularon su voto. Votaron, pero adjuntaron una carta a su boleta electoral, condicionando su voto: te doy mi voto, pero a cambio adquieres la obligación de buscarles. “Te doy mi voto a cambio de que busques a mi hermana y a las miles de personas que siguen desaparecidas”, decía una boleta. Intervenir las urnas fue una forma de mandarle un mensaje a un Estado sordo. 

Surge entonces la pregunta: ¿Sabrá leer el Estado? Y si lee, ¿a través de quién lo hace? ¿Se habrán anulado los votos que contenían mensajes adjuntos? ¿Cómo habrá sido el debate para esos funcionarios de casilla? Técnicamente no estaba intervenida la boleta, el voto era válido. Pero venía con mensaje adjunto. ¿Qué le habrán hecho a esos papelitos? ¿Su presencia en las urnas habrá derivado en algún protocolo burocrático? 

Estos mensajes no piden necesariamente la atención del gobernante en turno. No piden favores. Plantean un intercambio sustentado en la exigencia. El voto se vuelve un objeto de trueque. No se vende, se intercambia bajo la premisa del contrato social al que se apela: “Te cambio un voto por mi hermana asesinada”, decía un mensaje. “Te cambio mi voto por mi hermana desaparecida”, decía otro. Bienvenida sería una magia tal, donde pudiéramos traer de vuelta a las que nos han arrebatado, a cambio de un voto. 

Entre todas estas cartas al Estado, las de petición, las de negociación, las de denuncia, una destaca: la boleta intervenida con las palabras “Weimaktekawa awale. Nume’xiko nonantlale a’mo niknewe”. Un fragmento en náhuatl del poema Alta Traición de José Emilio Pacheco. En los versos de aquel poema existe también una forma de rechazo acompañado de una propuesta de intercambio: “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / -y tres o cuatro ríos”. Aunque suene mal, hoy día muchos darían, no sé si la vida que ofrecía el poeta, pero definitivamente algo igualmente preciado. No por tres o cuatro ríos, sino simplemente por encontrar e identificar a todas las personas desaparecidas que nos faltan. 

*Imágenes obtenidas de redes sociales y colectivos de búsqueda.


*El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org)

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.


Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos.

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