Cuando la caravana El Sur Resiste recibió la noticia del desalojo violento por la Marina del bloqueo del tren transístmico, en Mogoñé Viejo, hubo rabia pero no sorpresa. Desde el arranque la caravana ha sido acosada de muy diversas formas por las autoridades estatales.
La primera fue la sistemática obstrucción a través de más de diez controles, la mayoría en la costa de Chiapas y Oaxaca, en particular en el entorno de la carretera internacional que bordea la costa y por la que caminan miles de migrantes desde Tapachula. Luego se supo que un coche sin matrícula seguía de cerca de los vehículos. Finalmente, en cada parada miembros de la policía o del ejército rodean y filman los actos, con evidente fin intimidatorio.
La noticia de la represión al campamento Tierra y Libertad se conoció cuando los miembros de la caravana marchaban por las calles de Oteapan, “río del camino” en náhuatl. La comunidad lucha para que sean respetados los límites territoriales que pretenden ser avasallados para obras extractivistas vinculadas al Corredor Transístimico y los parques industriales vinculados al mismo.
Los miembros de la caravana y de organizaciones locales (colectivo Son Altepee, Movimiento Regional Indígena en Defensa y Respeto por la Vida, Proceso de Articulación de la Sierra de Santa Marta y Centro de Derechos Humanos de los Pueblos de Sur de Veracruz Bety Cariño) marcharon durante más de dos horas, realizaron un acto frente a la sede municipal y terminaron frente a la carretera Transístmico. Al conocer la noticia, decidieron bloquear la carretera durante más de dos hora en señal de solidaridad con el bloqueo avasallado.
Se leyeron varios comunicados, destacando el de UCIZONI, organizadora del bloqueo, del CNI y del EZLN. En ellos resulta cada vez más evidente la acción represiva orquestada por las grandes empresas multinacionales y los aparatos policiales y militares de los gobiernos, porque la militarización es la única posibilidad de que los megaproyectos sean concluidos.
En la ciudad de Villahermosa la caravana fue recibida por un conjunto de colectivos: Colectivo Cultural Corazón de Piedra Verde, Movimiento de Comunidades de la Zona Isla en Defensa del Agua, Comité de derechos Humanos de Tabasco, la Parroquia San José donde pernoctó la caravana, la CNTE, Fuerza Planetaria y personas solidarias. Se realizó un acto presentado por Julio Garduño, en el que además de la oratoria se escucharon artistas locales.
Que nazcan muchas ceibas
José Suárez Cuevas, sacerdote jesuita de la parroquia Nuestra Señora de los Remedios, intervino en el acto saludando la caravana. En un aparte dijo: “Estoy aquí por el contagio de voces que existen dentro de la parroquia que quieren resistir, que están buscando una vida distinta. Estoy aquí también para animar el camino, porque creo que hace falta levantar la voz para decir que no estamos bien, que se necesita cambiar lo que está lastimando la vida de los más pobres”.
Consultado sobre la aparente apatía que se vive en estas regiones, dijo: “Este es un sistema que calla voces, que nos hace perder la fuerza, que nos impide concentrarnos en el cambio que necesitamos”. Se despidió deseando que “lleguen con bien a destino y que el encuentro de San Cristóbal sea fructífero, para que estas semillas que van botando en distintas partes hagan nacer muchas ceibas”.
La siguiente parada fue El Bosque, un ejemplo vivo de la destrucción ambiental y social que provoca el capitalismo. Desde 2019 la comunidad se vio prácticamente destruida por el avance de las aguas del mar, ya que en apenas tres meses fueron derribadas tres hileras de casas con un avance de más de 500 metros del frente marítimo.
No tienen luz ni agua, la escuela fue literalmente desintegrada por el agua, y la cotidianeidad se ha reducido a un puñado de viviendas precarias sin la posibilidad de seguir viviendo de la pesca. Como señaló una de las personas que recibió a la caravana, “aquí no se trata de luchar contra alguien concreto”, porque la tragedia que viven es consecuencia del cambio climático que se origina en el conjunto del sistema y no en una de sus manifestaciones particulares.
A largo plazo, la única salida es la reubicación, pero reclaman hacerla en condiciones que les permita seguir siendo comunidad y no un conjunto de familias sin raíces ni vínculos. En el corto plazo, las urgencias se acumulan, sobre todo en la salud y en la calidad de la vivienda. Ya ni siquiera tienen el muelle desde el que pescaban, dominado ahora por las olas.
¿Qué va a suceder cuando ya no sean un puñado las familias que necesitan ser reubicadas por el cambio climático, sino los millones que inevitablemente serán afectados?
¿Sabían que el 60 por ciento de las niñas y niños de Brasil, 40 millones, ya están expuestos a más de un riesgo climático y ambiental? Se trata de desbordes de ríos, ondas de calor y falta de agua.
Según ACNUR (Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas), los desastres naturales obligan a un promedio de 21,5 millones de personas a abandonar sus viviendas en todo el mundo. Algunas proyecciones estiman que se verán obligadas a desplazarse por el cambio climático hasta mil millones de personas para el año 2050.
Lo que la caravana pudo apreciar en El Bosque, es apenas el comienzo de algo mucho mayor, una tormenta ambiental, sumada a la crisis del sistema-mundo, los desastres económicos y sociales. Ante esta situación, los gobiernos sólo ofrecen más militarización.