Campesinas e indígenas de Argentina denunciaron en Europa el impacto del extractivismo

Carolina Llorens*

Foto: Michael Sean Staniszewski

El Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra, el Parlamento Mapuche de Río Negro y el Serpaj llegaron hasta Suiza para denunciar el rol de entidades financiaras y países europeos en el extractivismo que arrasa territorios de Argentina. «Los campesinos y las campesinas sabemos que somos la alternativa a la crisis climática», afirmaron desde la comitiva.

El Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST) visitó Suiza, Italia y Bélgica junto a Orlando Carriqueo, werken del Parlamento Mapuche de Río Negro, y Mariana Katz, abogada del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj). Quienes participamos de esta gira relatamos las luchas que estamos llevando a cabo contra el extractivismo en Argentina y fortalecimos lazos de cooperación internacional. La invitación fue hecha por el colectivo ambiental suizo BreakFree.

En este viaje buscamos visibilizar que las democracias cada vez más frágiles que estamos viviendo, por ejemplo en Argentina, tienen un objetivo hecho a la medida del capital financiero. El saqueo de nuestros bienes naturales requiere normativas y modificaciones legislativas que les permitan un mayor avance. Por eso apuntamos a reflexionar junto a organizaciones sociales, jóvenes, activistas y representantes gubernamentales sobre la transición energética, la soberanía alimentaria y los derechos campesinos e indígenas.

Realizamos varias actividades. Una de ellas fue llevar ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Ginebra, la gravedad de la crisis alimentaria que vivimos y de las violaciones a los derechos humanos, específicamente de los pueblos indígenas y campesinos. Mantuvimos una reunión con ese organismo y nos comprometimos a entregar un informe que brinde elementos acerca de cómo se está afectando el derecho al alimento en nuestro país.

Por otro lado, denunciamos ante el Banco Suizo el impacto del fracking, actividad financiada por esa entidad. También en Suiza participamos de la Huelga por el Clima. Allí analizamos cómo la crisis climática afecta a los pueblos del sur. Mantuvimos varias reuniones con representantes del gobierno suizo y del gobierno local de Ginebra con los que discutimos sobre políticas públicas agrarias y sobre las alternativas que protegen los derechos campesinos y el derecho a un alimento sano y a precio justo. 

En Europa, organizaciones campesinas e indígenas denunciaron el impacto del extractivismo en el sur.
Foto: Michael Sean Staniszewski

En Italia expusimos las vulneraciones que genera la explotación del litio en Jujuy, ante el encuentro de ministros de Energía del G7 (Grupo de los 7). En Bélgica mantuvimos reuniones con parlamentarios europeos, parlamentarios belgas y una reunión con organizaciones de la Vía Campesina europea en la que expusimos nuestros argumentos contra el Tratado Mercosur-Unión Europea, acuerdo de libre comercio pensado a favor del modelo de producción agroalimentaria industrial.

Durante la visita estrechamos lazos con las organizaciones socioambientales y campesinas, fortaleciendo esta resistencia que sabemos que tiene que ser global, que nos una desde nuestras identidades diversas y que, frente a las falsas soluciones que nos proponen los poderosos del mundo, podamos generar espacios de encuentro y articulación. 

La lucha por la justicia climática, las luchas campesinas, las luchas de los pueblos indígenas y las luchas feministas pueden ser mucho más poderosas contra este sistema si podemos tejernos juntos y organizarnos tanto en lo local, en lo nacional y en lo global para enfrentar este proyecto de muerte que quieren imponernos. Y que hoy, en nuestro país, está teniendo una dimensión de una gravedad y una crueldad inconmensurables. Hoy más que nunca necesitamos fortalecer esta cooperación y esta articulación para sostener la resistencia.

En Europa, organizaciones campesinas e indígenas denunciaron el impacto del extractivismo en el sur.
Foto: Michael Sean Staniszewski

Un tratado que sólo beneficia a las corporaciones

Durante la gira encontramos muchos acuerdos en relación a las posiciones que tenemos desde el MNCI-ST en tanto organización campesina e indígena. También fortalecimos los lazos de cooperación internacional y la posibilidad de construir posicionamientos conjuntos, por ejemplo en relación a cómo afecta el Tratado Mercosur-Unión Europea a los campesinos europeos y a los campesinos de Argentina y del Mercosur.

En el encuentro realizado en Bruselas con La Vía Campesina europea partimos de un acuerdo común: que este tratado viola los derechos campesinos y amenaza la naturaleza, porque está pensado para beneficiar a las corporaciones transnacionales, responsables de las crisis climática y alimentaria actual.

Además, piensa los alimentos como mercancías y no tiene en cuenta derechos humanos. Tampoco establece caracterizaciones de las diversas realidades económicas y sociales que forman parte de los sistemas alimentarios en cada país y en cada región. Por eso, pese a que tenemos diferentes realidades, afecta los derechos campesinos tanto en Europa como en el Mercosur.

En un contexto donde el precio de los alimentos está desvinculado de los costos reales de la producción, este tratado nos pone a competir unos con otros, a pesar de que nuestras condiciones de producción varían enormemente. Vale decir que el empobrecimiento de la población rural se repite también entre los campesinos europeos, y que a eso se debe la fuerza de las protestas del último tiempo. A su vez, el acuerdo profundiza la destrucción de los sistemas alimentarios campesinos, que son los que abastecen de alimentos a los pueblos. 

El convenio pretende establecerse en un momento histórico en el que las corporaciones progresivamente van tomando el control de los sistemas alimentarios. Estas empresas son competitivas porque están fuertemente subvencionadas con dinero público, pero no se les exige que paguen los costos sanitarios y ambientales del actual modelo de producción.

En Argentina, donde más del 20 por ciento de los hogares tiene signos de inseguridad alimentaria, sabemos que el modelo agroindustrial de producción de alimentos solamente trae hambre y destrucción. Más aún en el contexto argentino actual, donde las políticas para sostener la producción campesina son nulas y donde hay una criminalización de la protesta y de las organizaciones campesinas que nos pone en una situación de vulnerabilidad.

Con las organizaciones europeas coincidimos en la necesidad de defender la soberanía alimentaria. Solamente desde la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y de los derechos campesinos podemos garantizar formas de producción sustentables y revertir el proceso de destrucción de la naturaleza y de contaminación de las aguas.

En Europa, organizaciones campesinas e indígenas denunciaron el impacto del extractivismo en el sur.
Foto: Carolina Llorens

Denuncia al fracking y xenofobia en Suiza

Un eje central de nuestra gira fue visibilizar ante el Banco Nacional Suizo y ante la comunidad local la responsabilidad financiera de esa entidad bancaria, que financia a las empresas que están realizando explotación de fracking en Vaca Muerta. 

Pudimos tener una reunión con representantes del banco, en la que explicamos cómo el fracking afecta a las poblaciones campesinas e indígenas que viven en la zona. Pudimos denunciar los 473 movimientos sísmicos que hubo en las distintas áreas de Vaca Muerta. También denunciamos cómo las cosechas disminuyen, cómo las familias que cultivaban sus tierras para autoconsumo y comercialización no lo están pudiendo sostener o lo están haciendo con graves consecuencias para su salud. Contamos, además, que lo mismo ocurre con las familias crianceras de ganado caprino y ovino.

Logramos que los representantes del banco asumieran el compromiso de investigar la situación, ya que la legislación suiza les impediría seguir financiando estas empresas en el caso de haber contaminación o vulneración de los derechos humanos.

Sin embargo, cuando Carriqueo y Katz, en tanto integrantes de nuestra comitiva, intentaron participar de la Asamblea de la Banca Suiza para denunciar estos hechos, el acceso les fue denegado. Esta acción por parte de la banca nacional Suiza, que es una institución pública que se jacta de sus valores democráticos, demostró la xenofobia y la discriminación que ejerce cuando se trata de escuchar las voces de los pueblos indígenas, campesinos y comunidades locales.

Esta respuesta por parte del banco terminó visibilizando aún más nuestros reclamos, ya que fue cubierta por diversos medios suizos y tuvo una gran repercusión. Incluso fue visibilizada por la activista ambiental Greta Thunberg, lo que llevó a que se organizara desde representantes del Parlamento suizo una acción de apoyo y una demanda a la Banca Nacional Suiza por la acción de discriminación y xenofobia.

Encuentro con el ministro del gobierno canton de Ginebra. En Europa, organizaciones campesinas e indígenas denunciaron el impacto del extractivismo en el sur.
Foto: Carolina Llorens

Desde Jujuy a la reunión del G7 en Turín

A Turín, en Italia, llegamos con los reclamos de las comunidades de Jujuy contra la extracción de litio, que solamente se lleva el agua y el mineral y deja pérdidas de nuestros territorios y contaminación. Participamos en la protesta que se realizó contra la reunión de los ministros de Energía y Medioambiente del G7. 

En ese marco denunciamos el colonialismo extractivista que genera en nuestros territorios zonas de sacrificio y que, en nombre de una transición energética que está solamente pensada para el consumo de las sociedades ricas europeas, justifican el saqueo y la expropiación de los bienes naturales.

Además, compartimos luchas locales, como la que lleva el pueblo de Susa contra el tren de alta velocidad. También pudimos encontrarnos con otros compañeros de lucha, como los compañeros de la Vía Campesina Italia. 

Fue central compartir la resistencia que venimos teniendo como pueblos, la fuerza de la construcción colectiva que sabemos sostener en Argentina y desde el sur. La construcción colectiva que aprendemos de nuestros ancestros y que desde los feminismos profundizamos es fundamental para desarmar la presión de los sistemas patriarcales, racistas y coloniales.

Los campesinos y las campesinas sabemos que somos la alternativa a la crisis climática. Sabemos que nuestra producción de alimentos es la única que puede generarse sin un impacto al ambiente que promueva un mayor cambio climático. 

*Coordinadora nacional del equipo de Feminismo y Diversidad del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST).

Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva

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