Foto: Yucatán
La principal amenaza para los ecosistemas naturales, incluyendo a los bosques, es la actividad humana y en especial, el cambio de uso de suelo, afirma el director del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES), Diego Pérez Salicrup.
En nuestro país, entre 2001 y 2018 se perdieron 212,070 hectáreas forestales en promedio al año: 94 por ciento fue para convertirlas en espacios para usos agropecuarios, seguida de la conversión a agricultura, de acuerdo con la Comisión Nacional Forestal.
Las zonas más críticas de deforestación se localizan principalmente en la península de Yucatán –Campeche, Quintana Roo y Yucatán–, así como en los estados de Chiapas, Michoacán y Jalisco, agrega el organismo.
“Cuando modificamos un suelo cubierto de vegetación natural a otro con fines de aprovechamiento humano, hay un detrimento de la cobertura natural”, agrega el especialista en Ecología y Manejo de Recursos Forestales.
Con motivo del Día Internacional de los Bosques –que se conmemoró el 21 de marzo– señala que por el bien de la humanidad se tienen que conservar los bosques y los demás ecosistemas, pues son fuentes de recursos y sitios para la existencia del resto de las especies cuya presencia es fundamental para nuestro propio bienestar.
“Por ejemplo, los bosques que están en el Estado de México y Michoacán son espacios de recarga de acuíferos que surten al Sistema Cutzamala, que provee más de 10 por ciento del agua que se consume en Ciudad de México, la más poblada del país.”
Su relación con la salud
Este año, el lema de esta efeméride –establecida por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2012– fue “Bosques y Salud”.
Ante ello, el universitario explica que, en la medida en que las urbes y las zonas agrícolas se expanden y se reduce la cobertura vegetal natural, se pueden generar problemas de salud importantes.
“Las especies que viven en los ecosistemas forestales tienen menos espacio, reducen sus poblaciones y pueden aumentar las enfermedades que experimentan. Muchos son vertebrados y los padecimientos que los afectan, eventualmente pueden mutar y convertirse en males para Homo sapiens o las especies que aprovechamos”, expone.
Por ejemplo, la gripe aviar que empieza en alguna especie puede mutar, afectar a aves silvestres y luego a las de corral y otros vertebrados, como se presume que está pasando con los lobos marinos en la costa de Perú.
“Tenemos que ser conscientes que la actividad humana, causante de una pérdida de cobertura natural de forma irreversible, tarde o temprano se refleja en un aumento de la cantidad potencial de enfermedades que nos afectan como especie”, subraya.
Agricultura sustentable
El también integrante del Sistema Nacional de Investigadores indica que otro gran reto para mantener los bosques y demás ecosistemas es impulsar una agricultura sustentable, aprender a producir respetando la integridad de la vegetación natural.
Hoy en día los bosques de coníferas y encinos de Michoacán sufren una fuerte presión para ser sustituidos por plantaciones de aguacate, que desde el año 2000 comenzó su expansión.
Lo mismo pasa en las zonas áridas de Jalisco, donde el ecosistema natural de selva baja o bosque estacionalmente seco se ha cambiado por plantaciones de agave azul, a fin de satisfacer la demanda de tequila.
A nivel mundial, por ejemplo, los bosques tropicales del Amazonas se deforestan de manera brutal. Hace unos años era para impulsar la ganadería; hoy, por la siembra y aprovechamiento de una palma de origen africano, usada en las industrias de la alimentación, farmacéutica y cosmética.
Lo mismo pasa en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia donde hay grandes plantaciones de soya que tiene un mercado inmenso, sobre todo en China, y es un gran motor de la deforestación, añade.
En ese sentido, Pérez Salicrup señala que sería bueno, antes de adquirir determinados productos, reflexionar de dónde provienen y saber el potencial efecto que su producción tiene sobre los ecosistemas forestales.
Fuego controlado
El experto agrega que los incendios son una amenaza a los bosques, pero no hay que olvidar que el fuego forma parte de los procesos ecosistémicos en varios tipos de vegetación; por ello, es indispensable no suprimirlo ni eliminarlo, sino aprender a manejarlo. “Los bosques de coníferas por ejemplo, generalmente requieren de incendios de baja severidad, pero de alta frecuencia (cada cinco o 10 años), que favorecen la regeneración”.
Los problemas surgen “cuando dejamos que los combustibles se acumulen porque apagamos los incendios de manera reiterada, año con año, durante décadas –como sucedió en Estados Unidos–, modificamos la estructura del ecosistema, aumentamos la cantidad de combustibles ligeros y podemos generar incendios catastróficos, que se llevan los árboles por completo y pueden ocasionar que el lugar no se recupere en décadas porque se mueren los árboles adultos que proveen las semillas”, concluye.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM