Las conclusiones de un estudio del IPCC impactaron a la comunidad internacional por las consecuencias reales y agudizadas del cambio climático que se sentirán más temprano que tarde. ¿Y ahora qué?
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) reveló que la comunidad internacional está muy lejos de lograr contener el recalentamiento planetario y que el mundo tendrá 1,5 grados centígrados más para 2030, respecto de la era preindustrial, si no se toman medidas urgentes.
“Es bastante desalentador que te digan qué poco tiempo tenemos”, comentó la asesora de política de Amnistía Internacional, Chiara Liguori, en diálogo con IPS.
Por su parte, la directora de política del Programa de Clima y Energía de la Unión de Científicos Preocupados, Rachel Cleetus, coincidió: “Ese informe debería ser el impulso que necesitan los gobiernos. Pidieron esa información en 2015 y ahora la tenemos frente a nosotros, y es profundamente aleccionadora”.
Como las actividades humanas ya hicieron que aumentara un grado centígrado la temperatura actual, las consecuencias ya se sienten y se manifiestan en inundaciones, sequías y olas de calor.
Este año, hubo una ola de calor sin precedentes, desde el océano Ártico hasta Japón.
En Estados Unidos, el calor extremo dejó más personas muertas que los otros eventos climáticos extremos sumados. Mientras, en Japón, fallecieron 65 personas en una semana por la ola de calor, que se declaró como “desastre natural”.
El informe del IPCC, llamado Informe Especial sobre Recalentamiento Global de 1,5 grados, conocido como SR15, pronostica que los eventos climáticos extremos empeorarán si no se limita el aumento de temperatura a menos de 1,5 grados, en vez de los no más de dos grados centígrados acordados.
Por ejemplo, los 91 autores que participaron en la preparación del informe estimaron que habrá menos riesgos de morbilidad y mortalidad relacionadas al calor si la temperatura aumenta 1,5 grados, en vez dos.
El nivel del mar aumentará 0,1 metros menos con un aumento de temperatura global de 1,5 grados, es decir que 10 millones de personas menos se verán expuestas a riesgos derivados de inundaciones y de desplazamientos, en particular en los pequeños estados insulares.
También se pronostica que las consecuencias sobre la diversidad biológica y los ecosistemas, como la extinción de especies en los arrecifes de coral, será inferior con un aumento inferior a 1,5 grados.
“Aunque puede parecer una pequeña diferencia, hay una gran diferencia entre 1,5 y dos grados”, precisó Cleetus.
“Cada fracción de grado que podamos evitar es importante”, apuntó.
Mientras, los pequeños estados insulares en desarrollo defendieron con fuerza la necesidad de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados antes del Acuerdo de París, pero la comunidad internacional fijó el límite en dos grados centígrados.
Debido a la falta de compromisos climáticos, el mundo se encamina a un aumento de temperatura de más de tres grados.
“La viabilidad de 1,5 grados está ligada a las decisiones políticas que tomemos, a las opciones tecnológicas, sociales y económicas; no tenemos tiempo que perder”, subrayó Cleetus.
Cleetus y Liguori coincidieron en la necesidad de una transformación a gran escala en todos los sectores, incluido el de la energía.
El informe señala que las emisiones de dióxido de carbono deberán disminuir en 45 por ciento, respecto de las registradas en 2010, para 2030, para llegar al “cero neto” para 2050.
Es decir que habrá que sacar el dióxido de carbono que quede de la atmósfera.
Muchos se vuelven hacia la Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, un proceso que implica quemar biomasa, como plantas, para genera energía, recolectando el dióxido de carbono que emiten para luego almacenar los gases bajo tierra.
Pero Liguori señaló que la controvertida tecnología de generar Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono necesita de grandes cantidades de tierra para cultivar la biomasa, lo que podría desplazar a la producción agrícola y hasta a las comunidades asentadas.
“Ya hemos visto medidas de mitigación del cambio climático que, al mismo tiempo, no respetan los derechos humanos y generan graves consecuencias para las poblaciones”, explicó a IPS.
“Pueden poner una carga muy pesada sobre personas que ya están muy expuestas al cambio climático y tienen menos posibilidades de defender sus derechos”, explicó Liguori.
En mayo de 2018, Amnistía Internacional documentó cómo miembros de la comunidad indígena sengwer, del bosque de Embobut, en Kenia, fueron expulsados de sus casas y les quitaron las tierras tras una campaña del gobierno para reducir la deforestación.
Sin embargo, no están comprobadas las acusaciones de que ellos destruyen el bosque, apuntó Liguori.
“Todas esas medidas deben respetar los derechos humanos porque no se puede simplemente transferir un problema a otro. Tenemos que pasar a una economía de carbono cero, pero no podemos replicar las violaciones de derechos humanos que tenemos actualmente”, añadió.
“Los países deben ayudar a realizar la transición hacia las energías limpias, así como ayudar a invertir en resiliencia para mantener a sus comunidades a salvo”, indicó Cleetus.
El Fondo Verde para el Clima ha sido un instrumento crucial para hacer frente al cambio climático en los países en desarrollo y para apoyar los esfuerzos para limitar las emisiones de gases invernadero.
Pero de los 10.000 millones de dólares comprometidos para el fondo, solo se reunieron 3.000 millones. Y Australia y Estados Unidos se negaron a las solicitudes de realizar más aportes.
Los fondos para el clima han sido de los mayores escollos en muchas de las negociaciones internacionales, como las conferencias de las partes, y se prevé que la próxima de Polonia no será la excepción. Los representantes de los gobiernos se reunirán para finalizar la implementación de las normas del Acuerdo de París, aprobado en diciembre de 2015.
Las soluciones para hacer frente y responder al cambio climático existen, pero lo más preocupante es la falta de voluntad política y de participación.
“Hay mucho que podemos hacer para limitar las emisiones, y depende de las autoridades y de los gobiernos redoblar esfuerzos”, subrayó Cleetus.
Hace poco la Corte de Apelaciones de La Haya confirmó un dictamen de 2015, que ordenó al gobierno holandés reducir las emisiones de gases contaminantes en 25 por ciento para 2020, respecto de los niveles registrados en 1990.
El caso, presentado por la Fundación Urgenda y un grupo de unos casi 1.000 residentes, arguyó que de no actuar contra el cambio climático, equivale a una violación de los derechos de la población holandesa por parte del gobierno.
“No tenemos que plantear una falsa elección entre desarrollo sostenible, erradicación de la pobreza y nuestros objetivos climáticos. Pueden ir de la mano y, de hecho, deben ir de la mano si pretendemos superar los obstáculos políticos que se presentan a la acción climática”, observó Cleetus.
“Nuestras preferencias todavía importan; de hecho, importan más que antes”, apuntó.
“Está en nuestras manos el futuro climático de nuestro mundo y el tipo de clima que dejaremos a nuestros hijos y nietos”, concluyó.
—
Traducción: Verónica Firme
Publicado originalmente en IPSNoticias