Era como la ley de la vida que no se cuestionaba.La investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa también ha tenido interés en desmitificar la maternidad y abrir paso a una nueva visión cuyo inicio está marcado a partir de los años 60 y 70, época de cambios políticos y culturales que trastocaron las costumbres y el orden patriarcal reinante, comenta. En esos años aparecieron los métodos anticonceptivos, surgió la lucha feminista y en México se modificó el artículo cuarto constitucional para establecer el derecho de las personas a decidir el número y espaciamiento de sus hijos. Esto que además dio al género la posibilidad de estudiar, ir a la universidad e incorporarse al mercado de trabajo, modificó sus horizontes de manera radical, con la posibilidad incluida de no ser gestantes, señala. Ávila González realizó una investigación entre mujeres nacidas en la década de los 50, cuya juventud se dio precisamente en esos años, y aprovecharon lo que tenían disponible en el ámbito educativo principalmente, y también ejercieron su derecho a decidir no ser madres. Es como una generación pionera en este tema que ha debido enfrentar el reclamo y las presiones de una sociedad para la cual resulta incomprensible que existan mujeres que no les interesa tener hijos.
A diferencia de otras personas, las mujeres sin hijos estudiaron para tener algo que diera sentido e independencia y no sólo mientras me caso
, como ocurría antes, explica. Algunas de ellas nunca desearon ser madres, otras vieron a la maternidad y el maternazgo (cuidado de los hijos) como una atadura que les coartaría su libertad, mientras algunas más rechazaron procrear si tenían que enfrentar solas esa responsabilidad. Para la investigadora resulta imperativo que se deje de cuestionar a aquellas que no quieren tener hijos o de criticar con adjetivos como frívolas o insensibles, porque al revés sería como si a las que se embarazan les estuvieran preguntando por qué quieren tener hijos. Es simplemente otra opción de vida, y tampoco se debe antagonizar a las mujeres porque tienen o no tienen descendencia. ¿Cómo les va a ir en el futuro a unas y otras? Es algo que todavía está por verse. Algunas madres están en la creencia de que sus hijos verán por ellas cuando lo necesiten, en la vejez
. Y a las otras les advierten que no vas a tener ni quien te acerque un vaso de agua
. Ni lo uno ni lo otro, dice Yanina Ávila. Hoy es un gran reto para la sociedad la atención de los futuros ancianos y los discapacitados. No debiera ser una responsabilidad individual, sino colectiva. Y admite: ¿Qué nos perdemos?, tal vez el afecto, el apapacho, que en muchas ocasiones sustituye al de la pareja ausente. Eso puede ser, pero igual hay opciones; las que no son mamás son excelentes tías, y a cambio ganan esa posibilidad de desarrollar una vida profesional plena y actividades que con hijos serían imposibles o muy difíciles de realizar
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