Las brigadas de salud se mantienen en primera línea al costado de las bombas lacrimógenas, perdigones y golpes. Su única función es salvar a los heridos y evitar que mueran más peruanos durante las marchas en contra del régimen de Dina Boluarte. A pesar de su labor humanitaria, han sido víctimas de la represión policial.
Verónica Gaspar, brigadista voluntaria, estaba descansando el 24 de enero con sus compañeros en el parque Neptuno -ubicado al costado de Real Plaza en el centro de Lima- cuando un varazo de la policía le dejó sin movilidad el brazo izquierdo. A pesar de que se identificaba como personal de salud y no se encontraba en medio del enfrentamiento, un grupo de policías se acercaron para sacarlos violentamente a ella y a otros voluntarios de ese lugar.
Al principio, Verónica solo iba a las marchas a mirar, pero al ver tantos heridos decidió volver a ponerse la indumentaria que cada tarde a las cinco dejaba: su uniforme de enfermera. Se acercó a un grupo de voluntarios de salud a preguntar qué necesitaba para formar parte de su grupo, le dijeron que solo era necesario un requisito: ganas de apoyar.
El 4 de enero Verónica ingresó a la Brigada de Salud Ayni, una de las tantas que se crearon durante las protestas contra el gobierno de facto Manuel Merino en el 2020 y ahora se volvieron a conformar para atender a los ciudadanos heridos y tratar de salvar a las personas graves durante las protestas contra el régimen de Dina Boluarte. Esta brigada se encuentra formada por 30 profesionales de salud, entre ellos: estudiantes, médicos especialistas, enfermeros, psicólogos y bomberos, brindan servicio gratuito en las calles cercanas a las protestas en donde el aire se contamina con los gases lacrimógenos y el ruido constante de arengas y disparos. Mayoritariamente atienden a manifestantes heridos por perdigones, bombas lacrimógenas, shocks psicológicos, esguinces, contusiones en la cabeza o fracturas de tibia y peroné.
La noche del 24 de enero, las brigadas no atendieron solo a civiles, sino que atendieron a la propia Verónica y a una voluntaria más. El varazo del policía la tumbó al suelo, la dejó sin sensibilidad por varias horas y el brazo izquierdo rojo. “No estaba con ropa de calle para que me agredan, estaba con mi indumentaria de salud, aun así me golpearon. No solo a mí me agredieron, también a mis compañeros, los empujaron y los amenazaron. Algunos de ellos tuvieron miedo de volver. Vi que a mi compañera le tiraron el varazo en la cabeza, pero felizmente ella tenía el casco puesto”, narra Victoria.
Cada uno de ellos carga con un maletín de primeros auxilios implementado a través del autofinanciamiento o donaciones de civiles que se solidarizan con ellos. El alcohol desinfecta las heridas abiertas, las pinzas extraen elementos introducidos en la carne palpitante, la gasa cubre temporalmente la herida, el esparadrapo lo sella. Pero ellos también necesitan protección, escapan de los perdigones, se refugian de las piedras: están en la zona de represión. Atraviesan las calles de diversas partes del país buscando heridos. Sus cabezas son protegidas con cascos con una cruz en el centro y se visten con batas sanitarias blancas o azules.
Debido a su carácter transversal, su propósito es el bien y la salud de los enfermos, según el juramento hipocrático, por ello, también atienden al personal policiaco. “Voy por voluntaria, no voy para defender algo. También atendemos a la Policía. Recuerdo que en una de las marchas había uno herido en la cabeza por una piedra. En ese momento no piensas quién es de quién, solo tratas de ayudar”, cuenta Victoria. Sin embargo, durante esta última semana han sido víctimas de varazos, gaseadas, insultos e incluso amenazas por parte de miembros de la Policía Nacional del Perú.
“Al principio la fuerza de represión era en provincia, pero poco a poco se fueron incrementando en la capital. Durante las protestas del 2020 no hubo tanta represión a las brigadas de salud. Ahora, la fuerza policial, durante la tercera semana de enero, no solo ha reprimido a la ciudadanía de manera injusta y desproporcionada, sino también a las brigadas de salud”, narra Rodrigo Rojas médico voluntario
Uno de los días más álgidos fue el 24 de enero. Eran aproximadamente las seis de la tarde, descansaban en las puertas del Hotel Bolívar cuando en menos de un minuto la policía lanzó cerca de 30 bombas lacrimógenas. “Había una chica que entró en un estado de intoxicación por los gases y convulsionó. La jalamos al jirón Ocoña y cuando la estábamos trasladando, un policía me pateó la espalda”, narra Rodrigo.
Además de la atención física, también se cuenta con Nico Palomino, psicólogo capacitado para brindar primeros auxilios. Sus inicios como voluntario como personal de salud fueron en el 2020 y, al igual que sus compañeros, nota una diferencia ostensible: la represión policial se agudizó en las marchas iniciadas en diciembre del 2022.
“En las marchas contra Merino los heridos no fueron tantos. También hemos observado el trabajo sucio del grupo Terna. Nosotros hemos evidenciado cómo se infiltraron entre nosotros, llevaban piedras, llevaban cosas para incitar a los ciudadanos”, comenta Nico. Pero también fueron agredidos por ciudadanos. Cuando estaban camino hacia el Parque Kennedy, de Miraflores, ciudadanos los agredieron verbalmente y les lanzaron botellas y papas.
¿Solo hay personal de salud en las brigadas? No, también están presentes bomberos como José Huamaní, quien también es técnico en enfermería. “Ayudamos a socorrer al paciente sea civil o no. Nos sentimos incómodos y decepcionados de que nos agredan. Nosotros estamos con materiales para los primeros auxilios”.
A pesar de que José recién se convirtió en voluntario ya atendió a múltiples ciudadanos en las marchas contra el régimen de Dina Boluarte. Las manos con laceraciones son las más comunes en la línea que desactiva las bombas lacrimógenas y es José quien las cura. El gas de las bombas, en algunas personas causa escozor, en otras, vómitos y en unos cuantos, desmayos y, también, José es quien las cura.
Pero José no es el único, también se encuentra en su brigada Lizbeth Tarazona, tecnóloga médica. Lizbeth atendió las heridas causadas por perdigones en las piernas y los golpes en todo el cuerpo de los manifestantes. “Hemos visto a un chico que estaba caminando, un grupo de policías se acercó y lo golpearon. Nosotros al querer atenderlo, nos agredieron. Nos empujaron”. Y recalca que lo único que quiere el personal de salud es cumplir correctamente su labor, sin interrupciones ni amenazas. “Estábamos atendiendo a un chico que se ahogaba por el gas y nos tuvimos que arrodillar, le tuvimos que pedir por favor que no nos gaseen porque el gas estaba ahí”, narra Lizbeth.
El miedo rodea sus cuerpos, pero igual van. “Tenemos miedo, pero yo estoy yendo a ayudar a la gente, igual tengo ganas de ir, por más que mi familia no quiera”, narra Verónica. Nico coincide y agrega algo más: ”me motiva mucho que las personas estén bien, haciendo algo bueno y algo bueno es alzar su voz de protesta frente a todos estos abusos que se ven”. A pesar de que estos ciudadanos atienden gratuitamente a ciudadanos heridos en las manifestaciones, independientemente de su uniforme o de su postura, son agredidos. Todos hacen doble labor, salen de sus centros laborales y con la misma van a curar heridas en las calles de diversas ciudades que se levantan ante el régimen de Dina Boluarte y lo único que piden es poder realizar su labor con seguridad.
Publicado originalmente en Wayka