Brasil: Territorio indígena – Los Xokleng y el marco temporal

Raphael Sanz

Foto: Povo Xokleng. Autor: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil

Conoce el país más grande de Latinoamérica a partir de las masacres, los conflictos e el robo tierra de los pueblos; No son solo los Yanomami o los Guarani-Kayowá – hoy hablamos de geografía, historia y política.

A los que están afuera, cuando se habla de Brasil, de las preocupaciones con el medio ambiente, el clima y los pueblos indígenas, es lugar común que se piense en la floresta amazónica, en la masacre de los Yanomami o los recientes ataques al pueblo Guarani-Kayowá. La verdad es que todo el territorio controlado por el Estado brasileño está lleno de episodios como eses.

Antes mismo de contarlos, es necesario explicar un poco más qué es Brasil. Más allá de la Amazônia, este país de dimensiones continentales aún tiene otros cinco biomas en su territorio: Mata Atlântica, Caatinga, Cerrado, Pantanal y Pampas – todos debidamente acosados por el capitalismo de despojo, el extractivismo y aquello que los zapatistas llaman de “Cuarta Guerra Mundial”, la guerra contra los pueblos y la naturaleza.

Así como México y EEUU, Brasil está dividido políticamente por estados. São Paulo (SP), Rio de Janeiro (RJ), Minas Gerais (MG) y Espírito Santo (ES) componen la región Sudeste – Mata Atlântica.

Paraná (PR), Santa Catarina (SC) y Rio Grande do Sul (RS) componen la región Sul – Pampas y Mata Atlântica.

Goiás (GO), Mato Grosso (MT) y Mato Grosso do Sul (MS) son la región Centroeste – donde también están Brasilia, el Distrito Federal, todo el Pantanal, grande parte del bioma Cerrado y una parte pequeña del bioma amazónico.

Amazonas (AM), Pará (PA), Tocantins (TO), Acre (AC), Rondônia (RO), Roraima (RR) y Amapá (AP) son los estados de la región Norte y amazónica.

Por fin, Bahia (BA), Sergipe (SE), Alagoas (AL), Piauí (PI), Maranhão (MA), Ceará (CE), Paraíba (PB), Rio Grande do Norte (RN) y Pernambuco (PE) completan el mapa con la región Nordeste – que concentra toda la Caatinga e grandes partes de Cerrado y Mata Atlântica.

Todos esos biomas registran récords de deforestación los últimos años. El Pantanal – que es una planicie alagada – en 2020 vio el 15% de su área desaparecer bajo fuertes incendios, mientras el gobierno Bolsonaro desmontaba las agencias federales de medio ambiente. Volvió Lula, las quemadas disminuyeron, pero siguen. En 2024 ya quemaron más 5% del Pantanal.

El Cerrado, donde hay fuerte presencia del agronegocio, registro la devastación de 67% de su área total en 2022. Siguen destruyendo. Hay dos regiones ahí donde se vive una expansión del agronegocio y, consecuentemente, un aumento de los conflictos por tierras: el sur de Bahia y el Matopiba, región de frontera entre los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y norte de Bahia. Mata Atlántica ya tiene, históricamente, niveles de deforestación arriba de 90% y es él más amenazado. Caatinga tiene 40% devastados y el Pampa está en peligro por cuenta de la expansión del agronegocio depredador en el sur.

Pasando a la historia de Brasil, los lectores ya deben saber que, así como México, Cuba, Argentina, Perú, Bolivia, también es un país que fue colonizado a lo largo de la historia por potencias europeas. Portugal en el caso. Y el proceso de colonización naturalmente involucra las masacres y genocidios de pueblos enteros para la toma de sus tierras.

Tratase de un proceso histórico de formación del capitalismo. Eduardo Galeano lo recordó en Las Venas Abiertas de Latinoamérica, así como han recordado inúmeros analistas, expertos, periodistas y militantes en todo el mundo: fue el oro robado de México y Minas Gerais (Brasil), junto con la plata de Potosí (Bolivia), lo que pudo financiar las bases del principio del capitalismo, o la acumulación primitiva. Hoy día, el resultado es el mundo que hacemos parte, a punto de hervir. Como veremos a lo largo de esta serie de artículos, la fiebre del oro, que puede ser también de la madera, de las vacas, de la soya, y mucho más, sigue en alta en todo y cualquier territorio brasileño.

?Quién podría imaginar que un país con tantas tierras tendría el acceso a tierras como su principal problema a ser resuelto? Desde el boom de las commodities, durante los primeros gobiernos progresistas de Lula, el agronegocio se convirtió en el principal agente productivo de la economía brasileña. Financiado por el Estado brasileño, convirtió 66 millones de hectáreas – de los 80 y poco millones totales disponibles para la agricultura en el país – en soya y maíz. A ser exportados a China, EEUU y la Unión Europea. Lo que queda, se convierte en comida de vaca.

El agronegocio también se apropió de 150 millones de hectáreas de tierras para la creación de ganado. Grande parte es para exportación. 9 años atrás, en entrevista a Gilmar Mauro, líder del MST, descubrí que el cálculo del movimiento social más grande del continente era de que, por año, con ganado y soya, se exportaba el equivalente en agua para abastecer el país entero por una década.

Algunas de las más conocidas etnias indígenas. Wikimedia Commons

Y así, la máquina picadora de carne del capitalismo de despojo siempre estuvo avanzando sobre todo y cualquier territorio, incluso y sobretodo las tierras indígenas, supuestamente lugares que aun no se les extrajo las riquezas. El derecho a la tierra, o las demarcaciones de tierras indígenas, son la principal consigna de los pueblos en Brasil. No es un proceso simples conseguir una demarcación, pero una vez en manos, en teoría, este pueblo o comunidad estaría seguro.

Es por eso que causa tanto choque los ataques a los Guaraní-Kayowá, de Mato Grosso do Sul – fueron acosados dentro de su tierra indígena demarcada. En ese contexto, es importante demarcar que más allá de los brazos económico y paramilitar, el extracvismo en Brasil (que incluye el agronegocio) tiene también sus brazos religiosos, culturales y políticos. Hablemos de este último.

Hay tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado Federal algo que suele llamar “Bancada Ruralista” o “Bancada do Boi”. Son parlamentarios que tienen relación con el agronegocio, con los garimpeiros, madereros, entre otros jefes del extractivismo. Esos diputados y senadores sacaron el concepto de “marco temporal” para la reivindicación de tierras por parte de los pueblos indígenas.

Se trata de una normativa que ordena que para que un pueblo indígena pueda reivindicar un territorio, deberá comprobar que lo ocupaba en octubre de 1988, cuando la Constitución Federal fue promulgada. La Suprema Corte declaró la tesis del marco temporal como inconstitucional.

Pero los diputados ruralistas, luego de la decisión, aprobaron una ley que dice justamente en contrario. Y mientras las cosas se discuten en las instituciones, los territorios arden con ataques de grupos paramilitares, llamados ‘milicias’ en Brasil.

El pueblo Laklaño Xokleng y el Marco Temporal

La discusión acerca del marco temporal empezó en 2009 durante el juicio del caso Raposa Serra do Sol, en Roraima. En ese momento, al mismo tiempo en que se reconoció la demarcación de esa tierra indígena, impuso una serie de salvaguardas institucionales entre las cuales el marco temporal, que nunca había sido utilizado antes. La Raposa Serra del Sol está en lugar remoto y fue demarcada en su totalidad.

Pero con base en esa decisión, diversos instrumentos jurídicos fueron creados para dificultar la reivindicación territorial, anular demarcaciones y desalojar comunidades enteras, llevándolas a un proceso de proletarización en las periferias de las ciudades. En ese contexto, el gobierno estadual de Santa Catarina entró con un pedido de desalojo del pueblo Laklaño-Xokleng, que vive en las montañas catarinenses.

En 2013 un tribunal federal (TRF-4) aplicó el marco temporal y le pasó al gobierno catarinense los territorios de la Tierra Indígena Ibirama Laklaño-Xokleng y la Reserva Biológica do Sassafrás. Pero la Funai (Fundación Nacional de los Pueblos Indígens, una agencia federal) pidió la revisión del proceso, y así empezó un juzgado de casi diez años.

Nuno Nunes, indigenista en Santa Catarina, nos cuenta la historia de los Xokleng. Su colonización remonta a 1548 cuando las primeras normativas del Império Portugués reconocían los derechos de ocupación por los pueblos originarios en las áreas llamadas ‘devolutas’, o sea, las que la colonización aún no ocupaba. El objetivo era que quedarán allí, mientras las áreas supuestamente consideradas vacías serían destinadas a la explotación de los recursos y actividades económicas.

Tres siglos después, en 1850, cuando ya se vivían los tiempos del Imperio Brasileiro (independiente de Portugal), fue promulgada la Ley de Tierras de Brasl, que repasaba a las entonces provincias la autoridad para distribuir las tierras. Antes ese poder se concentraba en la figura del Imperador. La ley previa la institución de aldeamentos indígenas, que hoy serian las Tierras Indígenas. En los lugares donde supuestamente no habían pueblos originarios, se podían establecer colonias. Pero la ley nunca fue cumplida.

En Santa Catarina, en ese momento había tres grupos Xokleng. Uno al sur del Estado que resultó diezmado. Otro en la región de Águas Mornas y la Grande Florianópolis, que tuvo que huir a las montañas de José Boiteux, donde ya vivía el tercer grupo. Fueron expulsados por la Hamburgo, una empresa colonizadora que importaba trabajadores alemanes excluidos del proceso industrial europeo y armaba las colonias de producción rural donde iban trabajar en Brasil. Eran los tiempos de las políticas eugenistas del Estado brasileño, que buscaba el “blanqueamiento de la raza brasileña’.

Jóvenes del pueblo Xokleng protestan en Brasília en 2023. Autor: Leopoldo Silva/Agência Brasil

“Esa gente iba a la ciudad de Hamburgo, en el litoral de Alemania, y desde allí eran enviadas a los países que compraban la mano de obra europea. La compra era hecha con la promesa de que recibirían tierras, herramientas, animales y un mínimo de recursos. En cambio, entregarían una parte de la producción al gobierno. Así, esos colonos tendrían que poner abajo las florestas para producir y poblar la región – lo que probaría, incluso, su propiedad de estas tierras. En esa fiebre de la tierra, los Xokleng empezaron a ver sus territorios acosados y expulsaban a esos invasores europeos, y así se formó un conflicto por territorio. El gobierno de la provincia pagaba asesinos, conocidos como bugreiros1, para atacar a los Xokleng. Eran pagos para cada par de orejas que sustraían de sus víctimas”, dijo Nunes.

Los años fueron pasando, la violencia no disminuía y entonces fue negociado un consenso para destinar una área de 60 mil hectáreas a los Xokleng en las montañas, en zona que quedaría afuera de los límites de las colonias. Otras regiones de Brasil pasaban por procesos semejantes.

La demarcación de los 60 mil hectáreas, todavía, nunca ha sido hecha. En 1926, el Estado de Santa Catarina finalmente creó la Reserva Indígena delos Xokleng, pero con 30 mil hectáreas. El objetivo era de que las colonias parasen de avanzar y, una vez más, el acuerdo no fue cumplido desde arriba.

Fue solamente en 1957, que un área de 10 mil hectáreas finalmente fue demarcada y abarcaba el Platê y el Hercílio, importantes ríos de la región. En la primera década de este nuevo milenio, fue creado un Grupo de Trabalho Xokleng que conformaba representantes de este pueblo, expertos y servidores federales y estaduales. El GT llegó a la conclusión que los Xokleng tenían derecho a 37 mil hectáreas y fue creada la Tierra Indígena Ibirama Laklaño-Xokleng.

El território Xokleg en el siglo XX. Fonte: Nuno Nunes

“Así, nadie más ha hablado sobre las áreas ocupadas por los Xokleng en el sur de Santa Catarina y en la Grande Florianópolis, o en los valles de los ríos Itajaí y Itapocu, de donde fueron expulsados por los conductores de bugreiros pagos por el gobierno estatal. También no se mencionó más las promesas de un territorio con 60 mil hectáreas hecha por el gobernador de aquella época. Los Xokleng tubieron su territorios drásticamente reducidos a los largo de los siglos, con grande parte del área original completamente deforestada por las madereras y los colonos”, finaliza Nuno Nunes.

Los Xokleng hoy: sin paz ni descanso

Luego que la Suprema Corte anunció la derrota de la tesis del marco temporal en el juicio acerca de los Xokleng – y antes que los diputados aprobasen su ley en contrario – Caroline de Toni, una diputada del PL (Partido Liberal) de Jair Bolsonaro y representante del agronegocio en Santa Catarina, salió a los medios de incomunicación y a las redes antisociales a decir que, caso el marco temporal realmente fuera descartado, pasaría un “baño de sangre” en el campo brasileño. Dos semanas después, la Tierra Indígena Ibirama Laklaño-Xokleng era atacada por la Antidisturbios del Gobernador Jorginho Mello (PL) en 8 de octubre de 2023.

El propio gobernador dio el orden para invadir el territorio. Era un período de fuertes lluvias, y las inundaciones son un problema recurrente en la región, sobretodo porque la mayoría de las ciudades están construidas al lado de ríos. En este caso, es el Itajaí-Açu – “Açu”, en tupi-guarani, significa “grande”.

Dentro del territorio, la dictadura militar construyó un lago para contención de inundaciones, con enormes compuertas que pueden asegurar el agua en lo alto de las montañas, justamente donde viven los Xokleng. El problema es que, una vez accionadas, las compuertas simplemente ponen grande parte del territorio, incluso algunas villas, bajo el agua.

La Represa Norte de José Boiteux, con capacidad para 357 millones de metros cubos de agua solamente empezaría a funcionar en 1992, ya después del fin del régimen. Desde 2007 está abandonada.

Barra Norte de José Boiteus, dentro de la Tierra Indígena Ibirama Laklaño-Xokleng (SC). Autor: Renato Santana/Cimi

Así mismo, con enorme potencial para un desastre aún más grande, el gobernador Jorginho Mello envió sus tropas al territorio para que cerraran las compuertas, mismo con el pueblo Xokleng contrario a esa medida. La Oktober Fest, de Blumenau, una ciudad ahí cerca del Itajaí-Açu, había sido cancelada. Y esa era la prioridad. Los indígenas, incluso avisaron que cerrar la Barragem Norte de José Boiteux no resolvería en problema.

Afirmaron que cerrar las compuertas tendría el efecto práctico de inundar una serie de aldeas establecidas en las proximidades de la planta, lo que aún planteaba el riesgo de una brecha, con consecuencias mucho más catastróficas, tanto para los Xokleng como para los municipios construidos a orillas del río. Advirtieron que podría estar gestando una tragedia similar a la de Brumadinho [en Minas Gerais, donde se rompieron compuertas de la minera Vale en 2019].

En 7 de octubre de 2023, el Tribunal Federal de Blumenau autorizó la operación para cerrar las compuertas. La decisión, firmada por el juez Vitor Hugo Anderle, respondió a la solicitud de la Fiscalía del Estado y fue emitida poco antes de la medianoche. Sin embargo, en las primeras horas de la mañana una nueva orden solicitó una investigación técnica de la represa, la cual no se llevó a cabo.

Durante las primeras horas de la mañana, indígenas levantaron barricadas en las entradas del territorio. Con violencia, la policía antidisturbios rompió las barreras Xokleng, atacó a varias personas y ejecutó el orden del gobernador.

Dos indígenas resultaron heridos y fueron trasladados a un hospital cercano. Uno de ellos recibió un impacto de bala de goma en la cabeza. No perdió la visión por centímetros.

En ese momento, se había alcanzado un acuerdo entre los líderes del pueblo Xokleng, el alcalde de José Boiteux, Adair Antônio Stollmeier, la Defensa Civil, el Ministerio Público Federal y el gobierno estatal, representado por Jerry Comper, secretario de Infraestructura.

Indígena herido cerca de los ojos; invasió de antidisturbios y barricada Xokleng. Autor: Instagram/Juventude Xokleng

Los indígenas autorizaron las operaciones en las compuertas a través de una serie de indemnizaciones, como el despeje de caminos, atención las 24 horas en los centros de salud del territorio, la dotación de tres embarcaciones para el transporte en las zonas inundadas, dotación de canastas básicas de alimentos y agua potable. También pidieron barcos y autobuses para que pudieran acceder a las ciudades de la región. Además, se decidió que las casas inundadas por el cierre de las compuertas serían reconstruidas por el Estado en zonas seguras.

“La buena noticia que podemos darle a la población de Blumenau es que logramos cerrar las dos compuertas José Boiteux. Desde ayer (sábado 7) estamos peleando allí. Hay barreras humanas, madera en los caminos, quemaron los equipos. Reconstruimos el equipo y con la ayuda de Blumenau logramos cerrar la compuerta. Esto significará que Blumenau tendrá dos metros menos de agua. Hicimos soldar el acceso para que nadie pudiera ir allí y hacer vandalismo”, declaró Jorginho Mello en las redes antisociales poco después de la operación.

Ingrid Sateré Mawé, líder indígena, en entrevista para Revista Fórum en aquellos días, cuestionó: “¿Qué son los pueblos indígenas? La lucha es por la vida de todos. Es muy preocupante lo que estamos viviendo en el estado de Santa Catarina. Una vez más vemos el lucro por encima de la vida, y una vez más tenemos la posibilidad de atravesar una situación muy trágica, que hoy afectará no sólo a los pueblos indígenas, sino a toda la población aledaña. Esto nos entristece mucho. Se trata de un completo desprecio por la vida de los pueblos indígenas. Es algo que vemos claramente como racismo ambiental, a favor de una necropolítica con la que el Estado toma el control de una situación para elegir qué vidas son más importantes y sobrevivirán”.

A la noche del día 8 de octubre, los indígenas alertaban que la capacidad de la Barragem Norte sería superada por las lluvias, mientras la Justicia Federal ordenaba el gobernador Jorginho Mello a atender los pedidos del pueblo para mitigar los daños causados por el cierre de las comportas. El territorio de 27 mil hectáreas estaba casi completamente inundado.

Ingrid Sateré Mawé (Redes sociales) y Nuno Nunes (Archivo personal). Abajo: El gobernador Jorginho Mello (Rafa Neddermeyer/ Agência Brasil ) y la diputada Caroline de Toni (Redes Sociales)

Otros casos

Hay decenas de casos más para relatar, como el de los Guarani-Kaiowá de Douradina, Mato Grosso do Sul, que aún viviendo en una Tierra Indígena debidamente demarcada, sufrieron ataques de un grupo de pistoleros fuertemente armados y bancados por el extractivismo local. Los criminales llagaron en camioneta, tirando hacía los indígenas y al menos 10 personas quedaron gravemente heridas. Ese es un caso emblemático para mostrar el brazo paramilitar de los ruralistas y varones del agronegocio.

Mas allá de los Guarani-Kayowá, están los Avá-Guarani del oeste de Paraná, cerca de la frontera con Paraguay, que son acosados por el mismo tipo de pistoleros mientras luchan por la retomada de sus territorios. En el interior de Bahia son los Pataxó Hã-Hã-Hãe los que sufren con la violencia de una verdadera milicia organizada por los propietarios locales, llamada Invasión Zero. Articulase por medio del WhatsApp para promover desalojos al largo de la Ley y con las autoridades locales fingiendo dormir ante la situación. El grupo tiene su propia representación en el Congreso Nacional y una investigación en contra abierta en la Policía Federal de Brasil.

Hay también una serie de episodios en Bahia acerca del desplazamiento de comunidades indígenas en el litoral, en beneficio de la construcción de resorts turísticos. La Tierra Indígena Jaraguá, en las afueras de São Paulo, sufre hace décadas con el acoso de propietarios locales y del propio Estado de SP. Durante el gobierno Bolsonaro, uno de estos propietarios fue puesto en el cargo de Ministro de Medio Ambiente.

En Rio Grande do Sul, donde se hizo un verdadero colapso climático a partir del último mes de mayo, es posible notar que el Pampa está casi todo destruido por el agronegocio. Los Kaingang también ya sufrían una serie de acosos antes del colapso climático y durante las inundaciones fueron al menos 88 comunidades indígenas afectadas.

En Rondônia, está la enorme Tierra Indígena Uru-Eu-Wau-Wau, una isla de preservación de la floresta amazónica completamente cercada por soya. Este caso ilustra la simbiosis política entre el agro y el parlamento, con la figura de un diputado que promete a los propietarios locales que, en cambio de sus votos, va a reducir los límites del territorio indígena.

Hay, aún, los casos de los Yanomami en Roraima e de la Tierra Indígena Apiterewa [localizada en el Xingu que arde ahora mismo], que demuestran cómo funcionan los extractivismos minerales y madereros, instalándose verdades ciudades clandestinas en el medio de la floresta para extraer oro y otros minerales que van abastecer a grandes empresas, incluso las llamadas big tech de Silicon Valley.

Eses casos son importantes, también, porque exponen algunas realidades. La primera es que son los pueblos los que garantizan la preservación de la naturaleza. La segunda conclusión – y más allá hay otras posibles – es de que traen a la superficie tanto la política de muerte declarada de las derechas, como los límites de lo que conocemos como progresismos – e sus instituciones – en la resolución de estos problemas.

Son episodios, y más episodios, y más episodios. La idea es contar uno cada semana.

*Raphael Sanz es periodista brasileño. Conozca su trabajo: https://raphaelsanz16.wordpress.com/

1 Cazadores de indígenas.

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