Brasil: masacres, estudiantes secundarios y policías dentro de las escuelas

Silvia Adoue

Desde Araraquara

Una onda de ataques a escuelas se desató en las últimas semanas en varios estados de Brasil. Desde un estudiante armado con cuchillo, que llegó a herir a una profesora, hasta un joven adulto que saltó el muro de una guardería particular con un machado y mató a cuatro infantes de entre cuatro y siete años. La profesora murió de un ataque al corazón después de herida. Diría que murió de perplejidad. Además de esos y otros ataques frustrados, hay innumerables amenazas en las redes sociales que provocan pánico entre estudiantes y sus familias, y de los trabajadores de las escuelas. En muchos casos, los jóvenes directamente faltan a clase. Las investigaciones han llegado a muchos de ellos que portan armas blancas en sus mochilas. Algunos, con la finalidad de realizar ataques, pero otros tantos argumentan que quieren defenderse en caso de agresión.

Las redes en las sombras

Durante años, redes de internet que operan en las sombras, a veces, salen a la superficie de las redes abiertas para atraer adeptos. Lo hacen a través de “comunidades” de jugadores de games violentos, por ejemplo, pero no sólo allí. También en grupos de whatsapp de escolares, en grupos de vecinos que claman por seguridad, en páginas para descargar insatisfacciones diversas. En todos los casos, capturan la energía condensada en un resentimiento difuso, como un pájaro que no encuentra una rama en la cual posarse.

En las redes sombrías, instrumentalizan las pasiones tristes de infantes, adolescentes y adultos. Promueven una masculinidad asociada a la fuerza, a la violencia y al poder sobre los demás, como una compensación por las ofensas y humillaciones sufridas. Esas redes realizan un tipo específico de “formación sentimental”: subjetividades en las cuales la compasión está desactivada.

Esa “máquina de muerte” está siendo alimentada de adeptos y nutrida para alguna finalidad futura. Así como las redes se apropian gratuitamente de nuestros datos y los venden para empresas comercializadoras de variados productos, estas redes de la deep web poseen agentes disponibles para las prácticas de terror. O son “soldados disciplinados”. Actúan animándose mutuamente, desafiándose a hacer acciones como si la vida real fuese un game en que las muertes acumulan puntos, porque los solitarios encuentran allí un ambiente de sociabilidad que no censura las pulsiones destructivas y autodestructivas, premiando con reconocimiento a quien pasa al acto. Ya asistimos al estallido de muchas de esas bombas de tiempo. Y, por esos episodios aislados, tenemos indicios de la potencialidad de esas redes, como una bala alojada en el caño de un revolver a la espera de quien accione el gatillo.

La gran pregunta es por qué, de manera tan sincrónica, estalla tal número de agresiones en varios estados del país. Aun para la simple explicación del “contagio” tenemos el contrargumento de que en otras ocasiones tal contagio no se operó. La escuela como escenario privilegiado del “game” parece justificarse por el ambiente cotidiano de los “jugadores” y/o por la vulnerabilidad de las personas que allí se encuentran.

¿Qué pasa en las escuelas?

En la última década observamos contrarreformas neoliberales en los sistemas educativos, aplicadas en Brasil de manera tardía, si las comparamos con las de Chile o México. Esos sistemas están siendo modificados por transformaciones discretas que se chocan con no pocas resistencias. En 2015, por ejemplo, la llamada reorganización escolar, que preparaba reformas más radicales por la redistribución de los niveles en unidades escolares diferentes, tuvo que volver atrás frente a una onda de ocupaciones estudiantiles de las escuelas.

Pero, durante la gestión de los gobiernos de Michel Temer y de Jaír Messias Bolsonaro, hubo fuerza represiva suficiente para imponer lo que se conoce como Nueva Enseñanza Media. La finalidad de esa nueva organización de la enseñanza secundaria es adecuar las subjetividades, la jerarquía de valores, las cualidades y destrezas, y los conocimientos, a las demandas que el trabajador flexible precisa atender en un mercado de trabajo en mutación.

La Nueva Enseñanza Media divide precozmente los estudiantes entre aquellos que tendrán o no condiciones de ingresar en la enseñanza superior. Haciendo con que los de las escuelas públicas realicen “recorridos formativos” diferenciados, con repertorio de disciplinas insuficiente para encarar el examen de ingreso a las universidades. Al mismo tiempo, se realiza un intenso bombardeo de demandas que obligan a los estudiantes a preguntarse como se las arreglarán para conseguir renta en una realidad de deterioro de las relaciones de trabajo asalariado. Mientras tanto, las escuelas particulares ofrecen a sus alumnos la lista de contenidos que le permitirán concurrir a una plaza en la enseñanza superior.

Para eso, se pretendía, progresivamente, que los estudiantes frecuentasen escuelas de período integral, para las cuales dirigieron el grueso de los recursos. Pero la mayoría de los estudiantes trabajan en contraturno y no pueden frecuentar esas escuelas de horario integral. Lo que hace que las escuelas de medio período, que permanecerían durante la transición, estén atestadas, sin recursos y con pocos profesores.

La Nueva Enseñanza Media fue forjada con la intervención muy activa de las grandes corporaciones, preocupadas en disponer de fuerza de trabajo flexible, con características adecuadas a sus demandas en los diferentes territorios. Hay un consenso de los gobiernos de diferente color en este tipo de reformas.

Los sistemas educativos se articulan en esta nueva modalidad dejando las actividades de enseñanza en condiciones para la tercerización “por fetas”. La distribución de la carga horaria para profesores con relaciones de trabajo diferenciadas y estratificadas, independientemente de su formación, apunta hacia una perspectiva futura en que las aulas presenciales puedan ser sustituidas por aulas virtuales y los profesores puedan ser contratados como trabajadores de plataforma.

La creciente insatisfacción de estudiantes y docentes con la Nueva Enseñanza Media caldea un movimiento dentro de las escuelas en favor de su revocación.

¿Y en casa?

Esos cambios son poco percibidos por las familias, que cada vez están más presionadas por la flexibilización de las relaciones de trabajo y corriendo atrás de sus ingresos. Aliviadas, después del fin del momento más difícil de la pandemia, al ver que sus hijos pueden volver a la escuela.

Como Sísifo, las familias mal consiguieron empujar la piedra de la educación de sus hijos ladera arriba, atravesando las aulas virtuales para protegerlos del Covid. Ahora, los ataques y anuncios de masacres en las escuelas hacen rodar nuevamente la piedra ladera abajo. Más allá de las razones de esos ataques están reclamando cualquier medida que inhiba los ataques.

La seguridad armada dentro de la escuela

La única medida concreta que el Estado ofrece es la presencia policial en las escuelas. “Solución” ya aplicada sin éxito en los Estados Unidos, donde, desde 1999 hasta ahora, hubo 377 ataques, 89 de los cuales entre 2021 y 2022. Aun así, es la única iniciativa del Estado federal, estatal o municipal. El gobierno federal creó una comisión interministerial para discutir qué hacer, pero ya destinó 150 millones de reales para la permanencia de policías dentro de las escuelas. Sabemos, sin embargo, que no habría efectivos suficientes para cumplir esa promesa. En el caso del gobierno del estado de San Pablo anunció el envío de psicólogos y está hablando de la atención de un psicólogo una hora por semana en cada escuela. También autoriza a las escuelas públicas a contratar policías de franco, pero, aunque hubiese recursos en las escuelas para eso, no habría efectivos suficientes. Se habla de contratar seguridad armada cuando no hay profesores suficientes.

Además, estamos hablando de agresores que actúan sin temor a morir. Es más, en muchas ocasiones, el suicidio es planeado como coronación de la acción. La presencia policial puede ser observada por esos atacantes como un desafío del “game” y no como un inhibidor.

¿Con qué tipo de cuadros cuentan las corporaciones policiales de Brasil? Alcanza con ver las estadísticas de muerte de infantes, consideradas como daños colaterales de la actividad policial. Podemos imaginar cómo actuarán en ambientes escolares. A eso es preciso agregar que los sospechosos pueden ser alumnos de la propia escuela, lo que torna todos los estudiantes en potenciales agresores a los ojos del policía que, armado, procederá preventivamente ante cualquier movimiento que considere amenazador. De otra manera, la presencia de guardias armados dentro de la escuela se asemeja al combate a polillas con artillería antiaérea. Probablemente, no se evitarán los ataques, con alto riesgo de muertes entre aquellos a quienes se pretende proteger. Los principales objetivos serán, probablemente, los sospechosos de siempre, según los criterios de abordaje que la policía aplica según manuales bien estudiados: los jóvenes negros y pobres.

Otra muestra elocuente del perfil del agente policial brasileño es la cantidad de denuncias de familias y docentes a propósito de los abusos en las escuelas que durante la administración de Temer y Bolsonaro pasaron a ser gerenciadas por las policías militares. Nada de eso está siendo considerado. Aun cuando se formula como solución urgente frente a una emergencia, no se puede confiar que tendrá eficiencia. El pensador Miguel Benasag, refiriéndose a otro tema, recordó recientemente una breve historia: un hombre procura sus llaves perdidas bajo un farol que ilumina la vereda; no las encuentra. “¿Qué busca?”. “Mis llaves”. “¿Está seguro de haberlas perdido aquí?”. “Las perdí en otro lugar, pero aquí hay luz”. Bien, estamos buscando soluciones donde no las hay.

¿No será demasiada coincidencia?

Nos negamos a buscar las causas y sólo miramos las consecuencias, con la excusa de que es preciso actuar inmediatamente. La urgencia justifica aceptar cualquier iniciativa que se nos ofrezca, sin reflexión sobre su eficiencia.

Percibimos los agresores como extraterrestres. Como si no fuesen resultado de la misma sociabilidad en las que estamos inseridos, y que nos lleva a aceptar con facilidad lo que no aceptaríamos si tuviésemos un mínimo de tiempo y serenidad para reflexionar.

Sólo el número de ataques en 2022 y en estos primeros meses de 2023 supera los casos registrados en los 20 años anteriores.

¿No será que precisan someternos a un tratamiento de choque para que aceptemos sin resistencia aquello que ni estudiantes ni trabajadores de la escuela quieren aceptar? ¿No será que la activación de la maquina de muerte es útil para imponer el estado de excepción dentro de las escuelas? ¿No querrán impedir el debate y las iniciativas que rechazan la Nueva Enseñanza Media?

Estamos observando que, en nombre de la seguridad, y en una acción de pinzas, están cortando el debate sobre los rumbos del sistema educativo. Creando un ambiente de terror y dando poder, en el espacio escolar, a una fuerza que no inhibe las masacres, pero sí inhibe el debate libre. Y es entre los estudiantes, trabajadores escolares y familias, que conocen el espacio y las personas que lo habitan, que puede estar la respuesta para defender la escuela.

Es mejor procurar las llaves allí donde las perdimos, y no donde es fácil buscarlas.

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