Brasil en Rojo

Spensy Pimentel

Brasil – De 7 x 1 a 2 x 1

Si hay un campo en el que Brasil proyectó oficialmente su nacionalismo en los últimos 50 años, de una forma efectiva, fue en el fútbol. Es sobre todo en el césped, de zapatillas, marcando goles, que una buena parte de nuestra población se siente parte de una nación. No fue por casualidad que en las manifestaciones callejeras que sacudieron al país desde 2013, una parte significativa del público vestía … camisas de la selección brasileña de fútbol.

Por supuesto, era tremendamente irónico ver al brasileño protestando contra la corrupción con la camisa de un equipo vinculado a la Confederación Brasileña de Fútbol y, por extensión, la FIFA – entidades que, como se ha visto en los últimos años, están en el centro de una serie de escándalos de proporciones globales.

Pero, todo bien – ese era, quizás, el menor de los problemas en esas manifestaciones en que, tal vez, el cartel más emblemático haya sido aquel supuestamente empuñado, una vez, por un grupo de defensores de la intervención militar en una manifestación en Brasilia, y cuya foto se puede encontrar todavía circulando por internet: «Por el derecho de no tener derechos».

Se ha vuelto corriente en Brasil, en los últimos años, el dicho «cada día un 7 a 1 diferente». El 7 a 1 se convirtió en una metáfora para la vergüenza con la corrupción, con el golpe de 2016, con el desempeño del nuevo «gobierno» de Michel Temer, con el comportamiento del Judiciario, etcétera, etcétera.

Y ahora, que nuestra metáfora raíz se actualiza, nos eliminan nuevamente de la Copa, de esta vez en los cuartos de final, perdiendo de 2 a 1 para Bélgica, un país sin título mundial.

Los comediantes del programa Falla de Cobertura fueron precisos en el análisis sobre el episodio: no fue una derrota épica como en 2014 – fue peor, tan sólo una derrota normal. Una derrota simple, una eliminación ante la que pocos lloraron. Un 2 a 1 cualquiera. El propio técnico Tite declaró, poco después de la partida: «Con todo el dolor que estoy sintiendo, tengo discernimiento. Quien no está involucrado emocionalmente con ese juego, va a decir ‘qué juego’. (…) Qué juego. «Quien goza del fútbol va a ver que fue un gran espectáculo».

Rompiendo una tradición dramática, Tite no fue despedido después de la derrota, no hubo caza de brujas, no hubo villano. A lo sumo, muchas bromas con el desempeño de jugadores como Marcelo, William, Fernandinho y, por supuesto, Neymar – por cierto, blanco de críticas en todo el mundo.

Brasil parece conformado con su pequeñez. Parece liberado de la grandilocuencia de un Lula, que siempre resaltaba sus hechos iniciando sus declaraciones con «nunca antes en la historia de este país». Liberado de las fantasías de intelectuales que lo denominaban “el país del futuro», destinado a unir América Latina en torno a un proyecto magnífico, como escribía Darcy Ribeiro en» El Pueblo Brasileño » – para quien somos una» nueva Roma»: «una Roma tardía y tropical. Brasil es ya la mayor de las naciones neolatinas, por la magnitud poblacional, y comienza a serlo también por su creatividad artística y cultural «.

Triunfó la parcela de la población brasileña que, para Nelson Rodrigues, es acometida de la llamada «síndrome de perro callejero». Al instalar, por medio de un golpe vergonzoso, un gobierno mediocre, un desempeño económico y un horizonte subalterno para el país, ese grupo logró convencer a muchos de que las hipérboles todas que vivíamos desde principios de los años 2000 sólo podrían llevarnos al 7 x 1 por parte de los países de primer mundo. Así pues, debemos conformarnos con, como máximo, un 2 x 1 para, quizá, un día, conseguir llegar a una victoria de 1 x 0.

Se há um campo em que o Brasil projetou oficialmente seu nacionalismo nos últimos 50 anos, de uma forma efetiva, foi no futebol. É sobretudo no gramado, de chuteira, marcando gols, que uma boa parte de nossa população se sente parte de uma nação. Não foi por acaso que, nas manifestações de rua que abalaram o país desde 2013, uma parte significativa do público vestia… camisas da seleção brasileira de futebol.

Claro, era tremendamente irônico ver o brasileiro protestando contra a corrupção com a camisa de um time ligado à Confederação Brasileira de Futebol e, por extensão, a Fifa – entidades que, como se viu nos últimos anos, estão no centro de uma série de escândalos de proporções globais.

Mas, tudo bem – esse era, talvez, o menor dos problemas nessas manifestações em que, talvez, o cartaz mais emblemático tenha sido aquele supostamente empunhado, certa vez, por um grupo de defensores da intervenção militar em uma manifestação em Brasília, e cuja foto se pode encontrar ainda circulando pela internet: “Pelo direito de não ter direitos”.

Tornou-se corrente, no Brasil, nos últimos anos, o dito “todo dia um 7 a 1 diferente”. O 7 a 1 tornou-se uma metáfora para a vergonha com a corrupção, com o golpe de 2016, com o desempenho do novo “governo” de Michel Temer, com o comportamento do Judiciário etc. etc. etc.

E eis, agora, que nossa metáfora raiz se atualiza – somos eliminados novamente da Copa, desta vez nas quartas de final, perdendo de 2 a 1 para a Bélgica, um país sem nenhum título mundial.

Os comediantes do programa Falha de Cobertura foram precisos na análise sobre o episódio: não foi uma derrota épica como em 2014 – foi pior, apenas uma derrota normal. Uma derrota simples, uma eliminação diante da qual poucos choraram. Um 2 a 1 qualquer. O próprio técnico Tite declarou, logo após a partida: “Com toda dor que eu estou sentindo, eu tenho discernimento. Quem não é envolvido emocionalmente com esse jogo, vai dizer ‘que jogo’. (…) Que jogaço. Quem aprecia futebol vai ver que foi um grande espetáculo”.

Rompendo uma tradição dramática, Tite não foi demitido após a derrota, não houve caça às bruxas, não houve vilão. No máximo, muitas piadas com o desempenho de jogadores como Marcelo, William, Fernandinho e, claro, Neymar – por sinal, alvo de críticas no mundo todo.

O Brasil parece conformado com sua pequenez. Parece liberto da grandiloquência de um Lula, que sempre ressaltava seus feitos iniciando suas declarações com “nunca antes na história deste país”. Liberto das fantasias de intelectuais que o denominavam “o país do futuro”, destinado a unir a América Latina em torno de um projeto magnífico, como escrevia Darcy Ribeiro em “O Povo Brasileiro” – para quem somos uma “nova Roma”: “uma Roma tardia e tropical. O Brasil é já a maior das nações neolatinas, pela magnitude populacional, e começa a sê-lo também por sua criatividade artística e cultural”.

Triunfou a parcela da população brasileira que, para Nelson Rodrigues, é acometida da chamada “síndrome de vira-latas”. Instalando, por meio de um golpe vergonhoso, um governo medíocre, um desempenho econômico pífio e um horizonte subalterno para o país, esse grupo conseguiu convencer a muitos de que as hipérboles todas que vivíamos desde o início dos anos 2000 só poderiam levar-nos ao 7 x 1 por parte dos países de 1º mundo. Assim sendo, devemos conformar-nos com, no máximo, um 2 x 1 para, quem sabe, um dia, conseguir chegar a uma vitória de 1 x 0.

Dejar una Respuesta

Otras columnas