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Bordar vida y muerte, sobre la pieza “Este campo nos alimentaba, ahora aquí nos buscan”

Sandra Estrada / Universidad de Guanajuato*

El bordado como posibilidad de construir y sostener memoria colectiva ha tenido varias expresiones tanto en América Latina como en México. Desde las arpilleras chilenas que denunciaban la tortura y desapariciones en la época de la dictadura de Pinochet hasta los miles de pañuelos que los grupos de “Bordando por la Paz” realizaron en Monterrey, Ciudad de México, Puebla y otras ciudades cobrando mayor fuerza entre el 2012 y el 2015. 

Para mí, el bordado ha sido una forma de acompañar a las buscadoras y estar acompañada frente a esta tragedia social, pues como bien dice Cordelia Rizzo (académica, creadora textil y activista), “esta memoria que se exige a través del bordado es tanto de la pérdida de las víctimas directas como la del sufrimiento que le produce a la sociedad en general que ve trastocadas sus certezas y sus estilos de vida”[1]. En este acompañar bordando y bordar acompañando me inspiré para elaborar esta pieza que incluye la frase “Este campo nos alimentaba, ahora aquí nos buscan” y que está en el Recetario para la Memoria de Guanajuato [2].

En dicho recetario Daniela Rea hace un recuento de cómo nuestro estado pasó de ser “el granero de México” en tiempos coloniales hasta lo que hoy nos duele profundamente: un territorio de desapariciones con fosas clandestinas en las que cientos de cadáveres esperan ser encontrados e identificados. 

Maíz, trigo, frijol, sorgo y alfalfa eran en la colonia cultivos tradicionales que permitían, como nos relata Rea, crecer los cuerpos que explotaban la tierra y nutrir a los animales que jalaban los carros cargados de minerales provenientes de las minas guanajuatenses.  La tradición agrícola continuó en el siglo XX extendiéndose los cultivos de hortalizas, principalmente para quienes no dependían del riego de temporal. Conforme se hacían más escasos los apoyos gubernamentales y las tierras iban quedando inertes, los saberes que tenían los campesinos fueron aprovechados en cultivos estadounidenses mediante el Programa Bracero de tiempos post revolucionarios que reguló el trabajo temporal de mexicanos entre 1942 y 1964 dedicados principalmente a actividades agrícolas. La siembra siguió, pero ahora en grandes campos comprados por agro empresarios, en estos campos se siembran entre otros los cultivos que están plasmados en la pieza bordada por ser característicos de los surcos guanajuatenses.

 Espárragos, coliflor, brócoli, fresas, así como chiles serranos, campos que ahora son cosechados por manos de familias migrantes principalmente de la cultura Tu’un Savi (provenientes de Guerrero). Ese es el campo que nos alimentaba y que hoy nos sorprende con fosas clandestinas encontradas en lo que fueron pozos de riego. 

Durante el primer trimestre del 2022, y de acuerdo con los reportes de la Comisión Estatal de Búsqueda de Guanajuato[3] se sondearon 4 pozos y se encontraron los cuerpos de 35 personas, 5 de ellas en pozos, después en el segundo trimestre fueron 10 los cuerpos obtenidos también de lo que antes fueron pozos de riego, de julio a septiembre 2 cuerpos resultado de buscar en 31 pozos y por último 8 cuerpos en alguno de los 42  pozos explorados de octubre a diciembre del mismo año. El total es de 20 cuerpos obtenidos de los pozos, dos de cada 10 del total de restos encontrados en el 2022. Esos pozos que antes regaban tierras de cultivo y que hoy son prospectados como lugar de inhumaciones clandestinas; esto es a lo que se refiere la segunda parte de la pieza: ahora aquí nos buscan.

Les buscan en vida pero también bajo la tierra, pues como lo menciona el investigador Fabrizio Lorusso, en Guanajuato de julio del 2020 hasta abril del 2023 la Comisión Estatal de Búsqueda reportó 242 inhumaciones ilegales en 50 sitios [4], todo esto sin contar los hallazgos de colectivos que realizan búsquedas independientes como la Brigada de Búsqueda del colectivo Hasta Encontrarte que refiere 139 hallazgos positivos en 412 acciones de búsqueda en campo [5].

Tierra removida, sentir la intuición de que ahí puede estar, detenerse a descansar en una sombrita y de pronto caer en cuenta de que ahí bajo ese árbol podría ser y sí, meter la varilla, oler la muerte, avisar que hay otro positivo. Insistir en un punto al que ya habían ido las autoridades sin encontrar nada, volver, romper el pavimento, escarbar y encontrar, seguir hallando cuerpos y con ello dar tranquilidad a alguna familia. Esto es lo que me han contado las buscadoras de distintos municipios:  ir siempre con la doble expectativa, encontrar y ojalá que no sea mi hijo, mi esposo, pero de todos modos encontrar y con ello detener el sufrimiento y la incertidumbre de alguien más. Buscar, abrir la tierra. 

¿Cómo representar entonces las fosas? Lo hice sobre una tela verde como eran los campos cultivados en Guanajuato e hilvanando un tul negro que cubre retazos de telas que pueden verse, pero no con nitidez. Son jirones que resultan en formas abultadas que parece que quieren romper esa barrera, como los cuerpos que quieren ser encontrados.

¿Y qué sentiste bordando fosas? Me preguntó una amiga. “No sé”, le dije. Pero me quedé pensando en el bordado tan versátil, romantizado tantas veces. No es un dechado de virtudes esta pieza, es en todo caso un grito de resistencia porque como decía Francesca Gargallo “Cuando la aguja entra y sale de la realidad, acomoda lo que la gente no puede tolerar por injusto y doloroso. De ahí que simbólicamente bordar implique una aguja enhebrada, una voluntad de acero y la absoluta convicción de que las cosas no deben seguir igual” [6].

Esta pieza es parte de la exposición “Hilos que sostienen: memoria y prácticas textiles con buscadoras en Guanajuato” que estará en el Vestíbulo de la sede Forum, campus León de la Universidad de Guanajuato  del 22 de agosto al 2 de septiembre y que hemos organizado con Paulina Quintana desde la colectiva “Bordamos Memoria”. 

***

*Sandra Estrada Maldonado es psicóloga social comunitaria, académica y acompañante de colectivos de búsqueda de personas desaparecidas  desde el año 2020. Académica, activista y creadora textil que participó con Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos Nuevo León desde el 2012

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de A dónde van los desaparecidos.

Referencias:

[1] Rizzo Reyes, A. C., (2015) Comunicando un mensaje complejo: bordando por la paz y el derecho a la memoria. En Derechos Humanos México, CNDH núm. 25, pp 145-176

[2] Rea, D., Moura, C., Gomez, Z. (2022) Recetario para la memoria. Un proyecto colaborativo realizado en el estado de Guanajuato con colectivos de búsqueda de personas desaparecidas. 

[3] Información obtenida de la nota “De fosas y pozos rescatan 100 cuerpos de desaparecidos en Guanajuato en 2022” publicada el 10 de febrero de 2022. Texto disponible en: https://periodicocorreo.com.mx/vida-publica/de-fosas-y-pozos-rescatan-100-cuerpos-de-desaparecidos-en-guanajuato-en-2022-20230209-67907.html

[4] Lorusso, F. (2023) Desapariciones en Guanajuato. Texto disponible en: https://poplab.mx/v2/column/Trotamundos-Politico/Desapariciones-en-Guanajuato-

[5]  Información obtenida de:  https://twitter.com/HEncontrarte/status/1692242697694896519

[6]  Gargallo, F. (2014) Bordados de paz, memoria y justicia: un proceso de visibilización.

*Foto de portada: Cortesía Sandra Estrada

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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