Con la guerra en Ucrania, los precios mundiales de los cereales y el aceite vegetal alcanzaron máximos históricos causando una gran preocupación por la seguridad alimentaria en todo el mundo.
A pesar del riesgo inminente de escasez de alimentos que podría empujar a cientos de millones de personas a la inseguridad alimentaria, los países más ricos utilizan los campos de cultivo para llenar los surtidores.
Europa, por ejemplo, sigue transformando 10.000 toneladas de trigo -el equivalente a 15 millones de barras de pan (750gr)- en etanol para su uso en los automóviles. Además, quema más de 17.000 toneladas de aceite de colza y girasol cada día el equivalente a 19 millones de botellas. Como si fuera poco, el 50% del de aceite de palma que se consume en Europa (culpable del 40% de la desforestación de Borneo) y el 32% del de soja es para alimentar sus coches y camiones.
En un mundo en donde casi el 10% de la población mundial sufre hambre, el 18% de la producción mundial de aceite vegetal, apto para consumo humano, se destina al biodiésel.
Pero no es sólo es Europa: en Estados Unidos la administración Biden flexibilizó las regulaciones para ampliar la disponibilidad de gasolina mezclada con etanol a base de maíz para frenar el aumento del coste de los combustibles. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE.UU. emitió a fines de abril una exención de emergencia para una mezcla de gasolina con mayor contenido de etanol, hecho a partir de maíz, permitiendo la venta de este combustible durante el verano. La medida representa una victoria temporal para la industria de los biocombustibles y los cultivadores de maíz, ya que probablemente ampliará las ventas de etanol a base de maíz.
En Argentina, un país exportador de alimentos y ante el faltante de diesel, se dispuso elevar el contenido de biocombustibles del 5% vigente al 7,5% para las pequeñas y medianas empresas.
En un contexto de aumento de precios de los alimentos, seguir tensionando la demanda a través de la promoción de los biocombustibles es incomprensible. Estas políticas no pueden no impactar en más subidas de precios y por ende en más gente que queda sin acceso a ellos. O sin llegar a esos extremos, en más presión sobre los bolsillos de los que ya están con dificultades.
Mientras es fácil culpar a Rusia por la crisis alimentaria y seguir como si el Norte Global no pudiera hacer nada, es importante tener en cuenta que deliberadamente se está eligiendo cargar los tanques de combustibles a precios más baratos que bajar el precio de los alimentos.
Tengamos en cuenta que reducir la proporción de trigo en los biocombustibles de la UE en menos de un tercio compensaría la falta de suministros de Ucrania, protegiendo a los ganaderos de la UE y a los consumidores de la escasez de suministros. Reducir a cero el uso de trigo en los biocombustibles de la UE compensaría más del 20% de las exportaciones totales de trigo de Ucrania y apoyaría la seguridad alimentaria de otros países que dependen del suministro de trigo ucraniano.
Mientras algunos países luchan por asegurar el suministro de alimentos suficientes para su población y las clases medias y bajas hacen malabares para adaptarse a los precios crecientes de los alimentos, la industria de los biocombustibles está intensificando sus esfuerzos de presión para aumentar el uso de cultivos alimentarios en los biocombustibles. La demanda de tierras para este empeño será inmensa. El consumo de biocombustibles en Europa ya requiere una superficie equivalente al 5% del total de sus tierras de cultivo. Habría que duplicar esta superficie para sustituir sólo el 7% de las importaciones de petróleo, gasolina y gasóleo de la UE procedentes de Rusia por biocombustibles cultivados en Europa. Si todas estas importaciones se sustituyeran por biocombustibles nacionales, esto supondría que cerca del 80% de toda la superficie agrícola se dedicara a alimentar nuestros coches y camiones. Las opciones para depender más de los biocombustibles basados en residuos y desechos son muy limitadas y harían que Europa dependiera de las importaciones.
Ni hablar del efecto que esto tendrá en la crisis de biodiversidad que estamos atravesando, y en donde la agricultura industrial es una de los mayores responsables.
Los biocombustibles a escala industrial es una de las «soluciones» de greenwashing más peligrosas. Porque requerirían superficies de tierra extraordinarias (3 veces el tamaño de la India) que no haría más que aumentar la presión sobre tierras vírgenes via la desforestación. Es decir es una amenaza para los ecosistemas y la biodiversidad, sin los cuales la biosfera no podrá adaptarse y estabilizar.
Publicado originalmente en Climaterra