La tragedia de Iguala nos quebró. Al fin, nuestra acostumbrada visión del horror había llegado al límite. El descaro gubernamental de la desaparición masiva y del asesinato a quemarropa marcó el punto de inflexión.
Salimos a las calles a marchar, a gritar, a recobrar la movilidad entre el calor del colectivo. Finalmente trascendimos… Cada quien aportó desde su oficio, desde su técnica, desde su particular mirada.
La comunidad artística no fue la excepción. Poetas, periodistas, fotógrafos, narradores, cuentacuentos, pintores, ilustradores, caricaturistas, diseñadores, cantantes, cineastas, hicieron del ejercicio de su profesión una forma de protesta. El arte como estrategia de denuncia; como una de las vías de constitución del sujeto social ejecutor del cambio.
Al menos desde 1968, las manifestaciones artísticas y las acciones estéticas han acompañado a los movimientos de protesta en México, refiere Cristina Híjar González, investigadora en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Se trata, precisa, de arte político o militante; ese que el historiador argentino Roberto Amigo define como “las acciones estéticas de praxis política”.
Respecto del volante, la arenga, el documento político o el argumento racional, las vías artística y estética pueden considerarse privilegiadas, dada su capacidad de interpelar de forma distinta a la gente, sostiene Híjar. Y es que, en tanto que afectan directamente a los sentidos y afectos, este tipo de manifestaciones logran transformar conciencias, dotar nuevos sentidos e, incluso, contribuir a la construcción colectiva de la memoria. Es por ello que no hay que subestimar el poder de una pincelada, de una nota musical, de un verso…
Desinformémonos presenta una compilación de las principales representaciones artísticas y culturales inspiradas en Ayotzinapa. Híjar celebra que los productores artísticos mexicanos y extranjeros, con su práctica y su técnica, hayan contribuido a visibilizar esta “fuerte y grande herida”. Más aún en un contexto en que resulta indispensable mantener viva la indignación y la organización comunitaria.
Flor Goche
“Los 43 poetas por Ayotzinapa”, poesía que concientiza
México, DF. Regularmente se piensa que sólo las manifestaciones políticas contribuyen al cambio social. Mentira. La cultura también aporta, particularmente la poesía, sostiene Ana Matías, coordinadora de Los 43 poetas por Ayotzinapa, libro de distribución gratuita.
A partir de su experiencia, Matías ha podido constatar que es posible crear conciencia a través de la poesía, inclusive entre las personas que leen con dificultad, dado que ésta apela al sentimiento y no a los “grandes argumentos”.
Es por ello que, ante las pretensiones del gobierno mexicano de “dar carpetazo” al caso Ayotzinapa, los poetas buscaron la forma de incidir desde sus posibilidades de manifestación ciudadana y artística.
Su decisión de intervenir se mantuvo firme a pesar de las dificultades que enfrentaron, por ejemplo, que el empresario que inicialmente se comprometió a financiar la impresión del libro se retractó tras saber de la muerte del profesor Claudio Castillo a causa de la paliza que le propinaron policías federales en el contexto de una movilización realizada en Acapulco. “Luego de la matanza, él decide no apoyar la impresión pues piensa que puede verse involucrado políticamente en algo para lo que no se sentía preparado para afrontar”.
Según lo expresado por Matías, la determinación de los poetas se cimienta en principios humanos y ontológicos: ¿Cómo mantenerse estático a sabiendas de que la ciudadanía está “a merced de la violencia manifiesta de los aparatos institucionales”?, ¿cómo puede uno echarse para atrás frente a las lágrimas y el pesar de los padres y las madres de los jóvenes desaparecidos?
El libro Los 43 poetas por Ayotzinapa, costeado al final por amigos de Matías, ya va por la segunda impresión ahora al apoyo del Sindicato de Trabajadores Académicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Los 1 mil 200 ejemplares de la primera se agotaron. Aunque la intención nunca fue reunir a un número exacto de 43 artistas, así ocurrió fortuitamente. Poco a poco el proyecto fue sumando plumas nacionales e internacionales hasta sobrepasar, incluso, este número. Sin embargo, en el camino algunos poetas se echaron para atrás por tratarse de una cuestión política.
El proyecto literario se logró entre altibajos, incluidas las contradicciones que Matías experimentó en el momento de la edición. Y es que, reflexiona, “hubiera preferido nunca haber hecho nada de esto, es decir, que la desaparición de los jóvenes nunca hubiera pasado”.
Matías destaca la gran disposición de los poetas para con esta causa, pues además de que ninguno cobró por su trabajo, todos conformaron equipo a pesar de las rivalidades personales que privan en el gremio. Otro hecho que habría que resaltar es en la visión única que cada autor imprimió a su poema.
A decir de Matías, Ayotzinapa constituyó un momento de coyuntura para el arte, así como para la construcción de redes unívocas en torno a cuestiones sociales. La mujer de origen mixe refiere que cada uno de los poetas que puso su firma en este libro se ha incorporado, a la postre, a otros y diversos movimientos culturales. Inclusive, dice, hay quien ha pasado al plano político de la manifestación.
Ayotzinapa. Poesía reunida es otro poemario inspirado en los hechos de violencia contra normalistas rurales. Contiene 18 piezas que fueron recopiladas por el profesor Pedro Hernández, integrante de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Tiene un costo de 40 pesos, 20 de los cuales serán para bolsillos de los familiares de los muchachos desaparecidos por el Estado.
Juan Manuel Bonilla Soto, ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2013, participa en esta antología. También Leonel Manzano Sosa, preso político en Oaxaca. Literatura que emana de la inconformidad, de la indignación y de la exigencia de justicia y verdad.
A su manera, Miguel Ángel Sánchez, autor de los carteles que difunden las jornadas de acción global por Ayotzinapa, forma parte. Sus creaciones ilustran el libro, incluida su portada.
A la fecha se han distribuido unos 800 ejemplares 1 mil 300 que fueron impresos. A la par se trabaja ya en una segunda antología.
«Yo creo que el movimiento además de haber sido multitudinario en las calles, también lo ha sido en las manifestaciones artísticas que tocan las fibras de la sensibilidad humana”, comenta Hernández.
Periodistas por Ayotzinapa, el “otro registro”
Elegir una fotografía con valor simbólico sobre Ayotzinapa y desarrollar un texto a partir de la misma. Esas fueron las indicaciones. El objetivo: construir el “otro registro”, ese que se escribe desde el erizo de la piel.
Con esta idea, gestada en el horror de la imagen viva de los primeros 28 cuerpos hallados en las fosas clandestinas de Iguala, Guerrero, surge Periodistas con Ayotzinapa, el proyecto que permitió al gremio de comunicadores mostrarse como lo que primordialmente son: humanos, ciudadanos.
Y es que como lo manifiesta la periodista Marcel Turati, promotora de la iniciativa, “nosotros [los periodistas] no somos parte asilada de la sociedad. No nada más somos los reproductores de las cosas, los meros transcriptores; también tenemos sentimiento, también estamos indignados y esperamos que algo pase…”
Periodistas con Ayotzinapa logró aglutinar en un libro-blog alrededor de 70 imágenes comentadas por periodistas nacionales e internacionales, en donde el papel central no es para el dato duro –ese que alimenta a la “nota informativa dura, fría, impersonal”–, sino para la reflexión que emana del sentir –esa que generalmente queda al margen de las libretas reporteriles–.
“Ayotzinapa nos tocó, nos cuestionó, nos cimbró”, cometa Turati, quien señala que la desaparición forzada de 43 normalistas rurales y el cruento asesinato de otros tres, acompañado de la resaca del “ya nada puede estar peor”, empujó a un sector del gremio, incluidos quienes participaron en la cobertura diaria de los hechos, a dejar el papel de “periodistas que no se quieren involucrar en la realidad”.
Periodistas por Ayotzinapa se convirtió, entonces, en ese confluir; en el caleidoscopio de quienes desde el oficio del escribir perfilaron el “otro registro”: el de los trazos de ternura, de solidaridad, de indignación, de esperanza.
Una creación colectiva inspirada en la experiencia de Patricia Nieto, reportera colombiana que en un libro de fotografías resignificó el horror que vivió durante sus coberturas, y en la de Carlos Berinstain, sicólogo social que, en palabras de Turati, llama “sacudirse el horror para no quedar pegado”. Esto es también Periodistas por Ayotzinapa.
A un año de los hechos trágicos de Iguala, Turati comenta que aunque el propósito es llevar al papel el libro-blog para entregárselo a los papás y a las mamás de los muchachos que aún continúan desaparecidos, no ha habido recursos para hacerlo.
La periodista alude a un nuevo proyecto que prepara en conjunto con algunos de sus colegas. Se llama Expediente Ayotzinapa, página electrónica que buscará compilar la información que el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales ha desclasificado respecto del caso, desde bitácoras del ejército hasta informes periciales. Esto, explica, con el objetivo de seguir investigando y, así, encontrar la verdad entre todos.
«Yo creo que lo que hemos vivido durante los últimos años en el país ha cimbrado mucho a los periodistas. Desde que el Movimiento por la Paz [con Justicia y Dignidad] salió a las calles a marchar, yo percibo una nueva generación de periodistas que fueron sacudidos al entrar en contacto con el dolor y con este México. Y Ayotzinapa fue otro de estos sucesos dolorosos que hizo que muchos se cuestionaran y que, en consecuencia, generaran proyectos», dice Turati.
http://ayotzinapa.periodistasdeapie.org.mx/
43+Uno, miradas inconformes
No más frustración por las noticias diarias; no más inmovilidad; no más quedarse tan sólo lamiéndose las heridas… Estos pensamientos embargaron a Raúl Ortega, reconocido fotógrafo mexicano, luego de los sucesos de Iguala en contra de futuros profesores rurales.
No es que antes el país marchara bien –ya había violencia, asesinatos, personas desaparecidas…–; es que la indignación y la pesadumbre no le había perturbado de esa forma la mirada.
De las pláticas entre amigos, Ortega supo que su sentir no era único. Otros de su gremio también tenían el espíritu sacudido. Entonces se fue gestando la idea: ¿Qué podrían aportar ellos, los “hacedores de imágenes”? La decisión fue contar con sus miradas.
Un libro con cuarenta y tres “voces visuales” (una por cada normalista desaparecido), testimonio de la revolcada realidad mexicana, y un texto a cargo de Elena Poniatowska que representa a “ese uno que somos todos”, fue el resultado. Lo denominaron 43+Uno, que consta además de un video.
“El proyecto –refiere Ortega– se platicó entre amigos que coincidieron en que no somos un determinante social pero que dentro de lo que hacíamos sí podíamos mostrar nuestra indignación y preocupación por un país que creemos no va bien».
En breve, 43+Uno fue adhiriendo lentes, incluido el de Graciela Iturbide, “la fotógrafa más importante de México”, a decir de Ortega. No obstante, más allá de las personalidades que de éste participaron, su principal aporte recae en la suma del conjunto de voluntades; miradas de indignación, coraje y preocupación que llaman a no acostumbrarse a lo violento de lo cotidiano.
«Ayotzinapa nos cambió a todos. Cambió la percepción social hacia nuestras instituciones y gobiernos, que no puede seguir siendo la misma cuando desaparecen 43 muchachos. Como Tlatlaya, Apatzingán o Aguas Blancas, Ayotzinapa es marca trágica para el país que no puede ser cerrada nada más con carpetazo”, dice Ortega.
El autor de libros como Pabellón cero y De fiesta refiere que quienes participaron de 43+Uno no son una red articulada políticamente, partidaria o cotidianamente activa. No obstante, destaca la existencia de “resortes” que, como Ayotzinapa o, en su momento, el movimiento zapatista, los mueven a todos.
“Veo visos de cambios importantes, significativos, y muchos podrían ser desde abajo. Yo creo que trabajar cada quien desde sus trincheras es una de las vías para tener un mejor país», comenta.
43+Uno, que puede consultarse gratuitamente en internet, “empieza a tener una vida propia”. Una galería está interesada en exhibir las 43 imágenes que lo componen; además, es posible que una editorial imprima el libro.
http://www.fundacionelenaponiatowska.org/cuarentaytres_uno.html
Narradores contra el olvido
“Yo quiero. Yo quiero. Yo quiero…” En cuanto Scarlett Quiroz, profesora jubilada, lanzó la convocatoria, los “yo quiero” le llegaron como plaga. Por correo electrónico; por redes sociales; vía telefónica. La familia de narradores de México estaba indignada, dolida, consternada. Sentimientos patentes hasta hoy, igual que la ausencia de los 43 muchachos de Ayotzinapa.
En enero de 2015, a tres meses de los hechos de Iguala, la también promotora cultural y artística ideó el proyecto: convocar a narradores orales de cuentos a una jornada para no olvidar a Ayotzinapa. Aferrarse a la memoria; hacerla extensiva y duradera.
Los primeros reencuentros entre narradores –algunos de los cuales habían coincidido en proyectos como el festival Libertad Bajo Palabra, que por casi 6 años llevó poesía, prosa, chistes y música a la población de los reclusorios del Estado de México–, se dieron en el encono de las primeras marchas de repudio al asesinato y la desaparición masiva que involucra a funcionarios públicos. Meses más tarde, el cartel de tintes grises, blancos y amarillos, estaba listo: “Para no olvidar #Ayotzinapa: 43 cuenta cuentos nacionales e internacionales”.
La jornada dio inicio 25 de abril pasado con Caroline Mantoy, cuentacuentos nacida en Francia. Cada sábado, a partir de entonces, en el auditorio de la sección 9 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, ubicada en la calle Belisario Domínguez del Centro Histórico de la Ciudad de México, este esfuerzo colectivo aviva.
El narrador suma otras voces a su contada, ya sean otros como él o, incluso, cantantes y guitarristas. Antes, a los asistentes –un público primordialmente infantil–, se les expone el objetivo del proyecto y se les informa sobre la situación actual de Ayotzinapa. Al final se hace una colecta económica entre los asistentes, dinero que, posteriormente, se deposita en la cuenta bancaria de los padres y las madres de los 43 normalistas desaparecidos.
«Los padres y las madres de los chicos de Ayotzinapa saben que somos solidarios. Ellos [y ellas] han estado ahí. Saben que sábado con sábado se están contando historias por su causa. Ellos agradecen a los narradores de cuentos el que no olvidemos», dice Quiroz.
La exprofesora de primaria detalla que alrededor de 4 mil personas han asistido a las primeras 18 funciones de la jornada. Recuerda que la más concurrida logó convocar a cerca de 250.
Dado el gran interés de los narradores mexicanos y extranjeros por ser parte del proyecto que apunta al no olvido y a la difusión de la problemática entre niños y jóvenes, ya se prepara una segunda jornada de cuenta cuentos por Ayotzinapa. La primera ni siquiera ha llegado a la mitad de sus funciones, pero ya hay al menos 12 narradores dispuestos para la segunda, no obstante que, en caso de no radicar en la capital, son ellos quienes tienen que costear su traslado.
Artísticas plásticos y visuales también optaron por sumarse a este esfuerzo a través de la donación de obras que se rifan entre los asistentes a las funciones, lo que deriva en un ingreso extra que se deposita, igualmente, en la cuenta bancaria de los familiares de los jóvenes de Ayotzinapa. Hasta ahora se han rifado dos cuadros y están en lista de espera otros tantos, mismos que han convertido en almacén de arte la casa de la profesora Quiroz.
“43 rostros, 43 nombres”, pinceladas de protesta
Una niña observa con atención aquellos rostros de rasgos infantiles esbozados sobre lienzos de 95×1.20 centímetros. Ese día la exposición se exhibe en la Escuela Nacional de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes. La menor se conmociona. “Yo no quiero que me hagan eso”, le dice a su mamá, bajito, mientras se ciñe a la curva de su talle.
“43 rostros, 43 nombres” es la obra que retrata los rostros de los 43 estudiantes normalistas víctimas de desaparición forzada. Los cuadros fueron elaborados en tan sólo dos días por 23 pintores guerrerenses que respondieron a la convocatoria de Joel Amateco, artista plástico y egresado de Ayotzinapa. El trazado, primordialmente de acrílico sobre tela, inició el 25 de octubre de 2014 en la Alameda Granados Maldonado, de Chilpancingo, y concluyó un día después en las instalaciones de la normal rural.
La pincelada como una forma de protesta pacífica y cultural; como la vía para sensibilizar, humanizar y dejar registro de que los muchachos desaparecidos tienen nombre, apellido y familias, explica Amateco.
De acuerdo con el también encargado del taller de artes plásticas de Ayotzinapa, los primeros trazos solidarios de los artistas locales constan en algunas de las mantas que acompañaron a los familiares de los 43 cuando apenas empezaban a aparecer públicamente. Éstos buscaron reflejar el sentir de su enérgica protesta.
No obstante, la intención de los pintores de aportar algo más siempre se mantuvo. De ahí, la efervescencia del proyecto “43 rostros, 43 nombres”, mismo que ha sido expuesto en diversos municipios de Guerrero y en otras entidades del país. La evidencia fotográfica de este esfuerzo ha llegado, inclusive, a París, en donde la gente la ocupa para acompañar sus manifestaciones de solidaridad con Ayotzinapa.
Amateco comenta que, a un año de los hechos de Iguala, está lista una segunda edición de la obra, esta vez a cargo de los 16 artistas que conforman el Grupo 43 Artes. Destaca que, a diferencia de la primera edición cuyo trazo parte de la imagen de las pesquisas oficiales, la base ahora son las fotografías brindadas por las familias de los muchachos. Las dimensiones de los cuadros en los que predomina el acrílico y el óleo también son otras: de 65×70 centímetros.
Los proyectos no culminan ahí. En conjunto con integrantes de la Universidad Autónoma de Guerrero preparan un poemario que incluirá las ilustraciones de los rostros de los 43, mismas que también serán incorporadas en un libro a cargo de la Universidad Veracruzana.
Otra de sus pretensiones es dejar constancia de los semblantes de los estudiantes de Ayotzinapa caídos de 2011 a la fecha: Jorge Alexis Herrera Pino, Gabriel Echeverría de Jesús, Eugenio Tamarit Huerta, Freddy Vázquez Crispín, Julio César Mondragón Fontes, Daniel Solís Gallardo y Julio César Raez Nava. Esto, acota, “como un detalle para recordarlos”.
https://www.facebook.com/GRUPO43ARTES
#IlustradoresConAyotzinapa, viralizar la indignación
Telas de diferentes colores y texturas, hilo y aguja. Con este material, Valeria Gallo, ilustradora de cuentos infantiles, recreó la imagen de un joven de mirada triste y cejas pobladas: Benjamín Ascencio Bautista, uno de los 43 normalistas detenidos-desaparecidos en Iguala, Guerrero.
A Gallo la movió el dolor, la rabia y la indignación. También el pensar en su hijo y en una sociedad que parece haber normalizado las atrocidades.
A finales de octubre de 2015, la diseñadora compartió su creación en redes sociales con la pretensión de viralizar su iniciativa. Así ocurrió: “Solito corrió rapidísimo; se hizo muy grande”. Pronto replicaron el experimento ilustradores mexicanos y extranjeros (de Brasil, España, Grecia y Chile) pero también otras personas que no son artistas de profesión.
Valiéndose de su técnica e ingenio –las herramientas que tienen para informar, conmover y mover–, los convocados retrataron a cada uno de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa desaparecidos, obra que posteriormente llevaron al internet bajo el hashtag #IlustradoresConAyotzinapa.
La idea inicial de Gallo era, según relata, la de llamar a sus amigos ilustradores a la hechura de los retratos para, luego, exhibirlos en una exposición. Sin embargo, Alfonso Ochoa, su compañero, le sugirió ejecutar el proyecto a través de las redes sociales.
Margarita Sada, artista visual, fue la primera en sumarse. De inmediato empezó a trazar los primeros pincelazos del rostro del estudiante Carlos Lorenzo Hernández. Su creación de tintes cálidos, así como la de Gallo, fueron las primeras en circular en la red.
Al final, el conjunto de retratos fue agregado a un blog que hoy día concentra más de 400 ilustraciones elaboradas con técnicas diversas: desde acuarela, tinta, grafito y bordado en tela, hasta una que se dibujó sobre la arena de la playa. La rúbrica debajo de imagen responde, en cada caso, a la misma fórmula: el autor se presenta y enseguida pide saber el paradero del joven que delineó.
“Retratar a los muchachos para así acercarlos a nosotros, a la gente, a los ciudadanos que normalmente estamos alejados o creemos que lo estamos”, esa fue su intención, dice Gallo. La diseñadora refiere que es posible que, en breve, estas creaciones sean compiladas en un libro.
Gallo desconoce si los hechos trágicos de Ayotzinapa cambiaron a la comunidad de ilustradores. A ella, indudablemente, la trasformaron: “Me hice más responsable, más consciente de mi gente, de la tragedia y del dolor de los demás”.
http://ilustradoresconayotzinapa.tumblr.com/
Otros esfuerzos:
• “Carteles por Ayotzinapa”. En diciembre de 2014, Francisco Toledo, el Instituto de Artes Plásticas de Oaxaca y el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Natural y Cultural de Oaxaca convocaron a participar en el diseño de carteles alusivos a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Más de 700 carteles fueron elaborados en diferentes partes del mundo; los mejores fueron exhibidos en el Museo de la Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México. En la exposición fueron montados también los 43 papalotes con los rostros de cada uno de los 43 normalistas que Toledo elaboró para sumarse a la exigencia de justicia.
http://iago-oaxaca.tumblr.com/post/106914855794
• Fenómeno 43. Es un movimiento civil y artístico que, a través de la creación de arte visual, apela al no olvido de los casos de violencia, crimen e impunidad que se viven en México. El pasado 24 de septiembre inauguró su primera muestra titulada “Despertar a México”, en las instalaciones de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
http://fenomeno43.blogspot.mx/p/inicio.html
• MasterPeace México. Como respuesta a las desapariciones forzadas de Iguala, Guerrero, lanzó el primer concurso de fotografía, cuento y caricatura “Los 43 desaparecidos”. El objetivo: sensibilizar a la población a través del arte respecto de la urgencia de promover el respeto a los derechos humanos. Las obras recibidas y ganadoras fueron expuestas en agosto pasado en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, y difundidas en cuatro continentes a través de la red MasterPeace.
http://masterpeace.fundacionannazarnecki.org/
• “Imágenes en voz alta”. Es un banco de imágenes gratuitas y libres de derechos donadas por ilustradores, diseñadores y artistas nacionales e internacionales. Las representaciones versan en la desaparición forzada de los alumnos de Ayotzinapa pero también en actos de corrupción a cargo de funcionarios públicos, en particular del presidente.
http://imagenesenvozalta.tumblr.com/
• Canciones por Ayotzinapa. Diversos artísticas llevaron al lenguaje musical su dolor y su demanda de justicia. Es el caso, por ejemplo, de Akil Ammar, con El rap de los 43, de Michelle Solano, con Grito de guerra, de Carmina Cannavino, con Versos de Ayotzinapa, de Roby Calavera, con Los 43, y del cantautor guerrerense Miguel Ángel Carrillo Figueroa, con Ahora soy 43
https://www.youtube.com/watch?v=q6t9iKrtkoM
• Ayotzinapa en el cine. Ayotzinapa. Crónica de un crimen de Estado es un documental dirigido por Xavier Robles que relata y da testimonio de los hechos de desaparición forzada de 43 estudiantes de Ayotzinapa, así como de la complicidad criminal entre autoridades policiacas y militares y la élite política y económica de México. Se estrenó en mayo de 2015 en la Cineteca Nacional.
https://www.youtube.com/watch?v=vNyc0jMZRJY
• “Ayotzinapa Font”. Se trata de una fuente tipográfica diseñada por Raúl Plancarte y Cristóbal Henestrosa, tipógrafos mexicanos, a raíz de los acontecimientos de finales de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero. El diseño de aspecto condensado, enérgico y anguloso está pensado para usarse en contextos diversos: desde carteles con contenido revolucionario y activista, hasta logotipos con estructura urbana, espontánea y desafiante.
http://ayotzinapafont.tumblr.com/