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«Ayer desobedecí y salí a las calles de París a pasear por esos barrios, que son mis barrios, los del Este, los de la Izquierda»: Carta de una parisina a México

Catherine Yerle*

Qu(h)erido México,

Tú que sabes muy bien el dolor terrible que genera la muerte de los jóvenes, te escribo carta es para decirte cómo nos sentimos en París después del terrible choque del viernes 13 de noviembre 2015.

Ese día, recibí un mensaje en mi celular a las nueve y media de la noche, advirtiéndome que en esos momentos había varios ataques en distintas partes de París: en el barrio donde vive una de mis hijas, donde mi hijo siempre va a tomar un trago con sus amigos; en la sala de conciertos donde canté hace unos años y en el estadio de Francia en Saint Denis. Mis hijos estaban fuera, pero dónde… Llamé a todos. Ninguno estaba en el mal lugar esa noche. Pero otros 130 otros sí.

Nos pasamos la noche oyendo las noticias, aterrados.

2015 empezó con la matanza en «Charlie Hebdo». Aquél siete de enero nos reunimos espontáneamente en la Plaza de la República para llorar por esos caricaturistas que nos hacían ver la vida de una manera tan impertinente, y también por ese economista de izquierda (si existe) que era Bernard Marris, que cada semana nos contaba que un día íbamos a pagar la geopolítica imperialista, liberal y sin moral de nuestros gobiernos.

Desde entonces, cada vez que paso por Plaza de la República, o sea varias veces por semana, me duele el corazón pero recuerdo y no olvido.

Cuando escuché a las once de la noche del viernes 13, que se había declarado un estado de urgencia y que toda marcha, reunión, evento cultural o deportista iba estar prohibido durante tres días, para empezar, y que teníamos que quedarnos en casa, no me cayó nada bien. Yo quería ir a la Plaza de la República a llorar nuestros jóvenes. Esa juventud del Este parisino que tiene poco de dinero y que con ese dinero escoge vivir de una manera diferente, cuidando su consumo, prefiriendo alojarse y salir en barrios populares como Belleville o Oberkampf o en canal Saint Martin. Barrios muy parecidos a algunos de la ciudad de México, donde se inventa una cultura alternativa a la cultura de masas. Aquí se mezclan blancos, negros, árabes, asiáticos, mujeres y hombres…Donde se junta el arte, la ecología y la fiesta. No es el París burgués de Sarkozy o el «franco francés» ultra católico de Marine Le Pen. Es el París de los ecologistas o de los que no votaron y no votarán, no por falta de interés, pero sí como una acción política, porque esa juventud educada sabe muy bien su propia impotencia frente a un mundo dirigido por el dinero, por el comercio de petróleo, de armas, etcétera.

Ese viernes de noviembre mataron a esa juventud. La que se reúne para escuchar rock’n roll, para bailar, para tomar tragos en las terrazas de los cafés, charlando, fumando, riendo y tratando de inventar, o no, otra sociedad.

En la matanza del 7 de enero se atacaron a poblaciones con conciencia, que no tienen miedo del «otro», que pueden tener análisis y comprensión de cómo y porqué jóvenes europeos, hijos de la inmigracion se dejan involucrar en una organización como Daech.

Entonces, desobedecí y salí ayer a las calles de París, a pasear por esos barrios, que son mis barrios, los del Este, los de la Izquierda. Yo quería encontrarme con la gente, averiguar que no había ganado el miedo.
El Metro estaba curiosamente silencioso, la gente se observaba entre sí. Bajé en Belleville. Belleville es el barrio judio/arabe/chino de París. Ese día tan triste casi nada había cambiado, la gente seguía hablando fuerte, las prostitutas chinas paseaban de un lado a otro, la calle olía a carne, menta, a especias. Lo único es que era sábado y se veía como un lunes, cuando hay menos gente en las calle. Seguí caminando hasta topar con el canal Saint Martin. Ahí están los dos bares en los dispararon con Kalashnikov. La gente estaba reunida, numerosa, con flores, velas y los ojos rojizos. No se sentía ningún miedo, solamente tristeza y solidaridad. Seguí bajando hasta la República. En la plaza, alrededor de la estatua, la gente hizo un círculo con flores, candelas, poemas, fotos, mientras una patrulla de policía pedía a la gente de evacuar la plaza. Pocos obedecían. La gente no quería quedarse sola en su casa.

Más tarde regresé a mi casa, me junté con mis hijos, necesitábamos reunirnos, hablar de lo que pasó. El más grande estaba muy preocupado, no dejaba de pensar que hubiera podido ser él, tirado en el suelo, en medio del Bataclán, junto con los 84 muertos. Le encanta el rock, salir a tomar cervezas con sus amigos. Mi hija tiene que seguir viviendo en esas calles donde resuenan el ruido de los balazos. Y yo tengo que perseguir el miedo para que no me agarre, y poder vivir sin él, sin imaginarme en cada instante lo peor para mis hijos.

La semana que viene, vamos a tener que actuar en los teatros, cantar en las salas de conciertos, tomar cafecito en las terrazas, y todo eso sin temor.

Lo que deseo ahora para mi familia, mi ciudad, mi país, mi planeta, es que no tengamos más militares en las calles de París, más guerras en Siria o Irak, más comercio de armas con dictaduras, más fundamentalismos, porque todo esto crea el caos. Y este caos nos está tocando ahora bien fuerte…

*Catherine Yerle es artista parisina, anarquista, madre de familia, mujer de izquierda contra el imperialismo. Ha participado en conciertos de solidaridad con Chiapas, se indignó por Ayotzinapa, vivió hace dos décadas en México y hoy sale a las calles y lucha contra el miedo.

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