Foto: Protesta contra las medidas del gobierno golpista de Temer (MDB) en el Centro de Rio de Janeiro, en 2016 / Mídia Ninja
Uno de los puntos centrales en la agenda de los siete militantes de movimientos populares que están en huelga de hambre en Brasilia (DF), hace más de 15 días, son los ataques a la educación, que se cuentan entre las principales preocupaciones de varios sectores sociales de Brasil, en especial de los jóvenes.
La afirmación es del huelguista Leonardo Soares, del Levante Popular de la Juventud, que empezó la huelga el 6 de agosto, una semana después de sus compañeros, que arrancaron el 31 de julio. Él destaca, por ejemplo, los recortes promovidos por el gobierno golpista de Michel Temer (MDB) en el área.
La educación es uno de los sectores dentro de la enmienda constitucional que limita el gasto público, propuesta por Temer en 2016 y aprobada por la mayoría del Congreso Nacional en el mismo año. Con ella, los sectores sociales tienen previsto el congelamiento de las inversiones durante 20 años.
El cambio afectó fuertemente, por ejemplo, al Plan Nacional de Educación (PNE), que fija metas para el área hasta 2024.
Desde 2016, año del golpe, Brasil está atrasado en el cumplimiento de la meta 1, que trata de la universalización de la educación infantil. El país carece de 450 mil nuevas matrículas en el área.
Conocimiento en riesgo
Otra crítica de los huelguistas recae sobre la reforma de la secundaria, implantada por medio de una medida provisional aprobada en 2017. La reforma alteró la estructura curricular de ese nivel de enseñanza, dando más fuerza a la educación técnica y eliminando la obligatoriedad de estudiar algunas disciplinas, como, por ejemplo, filosofía.
“Lo que ellos quieren hacer es que la juventud, en especial la de la clase trabajadora, no piense, no reflexione, que [los jóvenes] apenas sean buenos trabajadores, que tengan conocimiento técnico y obedezcan”, critica Leonardo Soares.
Otra polémica reciente tiene que ver con los recursos de las becas de investigación en el ámbito de las instituciones federales. A inicios de este mes, fue anunciado por el gobierno un posible recorte de US$ 149 millones en el presupuesto de la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (CAPES) para 2019.
Según fue divulgado por la propia entidad, el recorte representaría la disminución de las becas de estudio e investigación.
En la Ley de Directrices Presupuestarias de 2019, sancionada este miércoles (15), el gobierno volvió atrás y dijo que mantendrá el presupuesto del Ministerio de Educación (MEC) para el año que viene, reajustado apenas de acuerdo con la inflación, que es medida mensualmente por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Brasil de Fato preguntó sobre el tema a la asesoría de prensa de la CAPES este jueves (16), su respuesta fue que el órgano aun no fue informado sobre cambios en la previsión de recursos para la institución en 2019.
Leonardo Soares dijo que los movimientos populares que representan a la juventud siguen en alerta.
“Para nosotros, lo que se coloca en primer plano es el proyecto de deseducación del gobierno Temer. Un proyecto de cercenar para la clase trabajadora las herramientas que vienen siendo utilizadas históricamente para reflexionar sobre su condición e impulsar el cambio”, analiza.
UNE
La vicepresidenta de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), Jessy Dayane, resalta que otros factores relacionados al gobierno Temer tienen consecuencias directas en la educación, como, por ejemplo, los altos índices de desempleo. Ella señala que el problema contribuye a la evasión en las universidades.
“El aumento del desempleo lleva a los estudiantes a quedar desempleados y tener que buscar formas de garantizar ingresos, lo que impide su oportunidad en la facultad, en sus cursos de graduación”, explica.
La dirigente también subraya que el actual contexto de retrocesos en la educación ha frustrado a la clase estudiantil porque, en la historia reciente, el país vivió un ciclo de expansión universitaria y educacional, en el que destaca el ingreso a las universidades de grupos tradicionalmente menos favorecidos, en especial estudiantes de la clase trabajadora.
“Es una generación que vivió el cambio de ese tipo de expectativa, de raciocinio y, consecuentemente, de esperanza, de perspectiva, de creer que es posible. Y, ahora, es como si estuviéramos volviendo atrás, retrocediendo décadas en este sentido”, finaliza.
Edición: Cecilia Figueiredo | Traducción: Pilar Troya